Soy Yengrimar y, como muchas otras mujeres venezolanas, tuve que dejar atrás mi tierra y mi familia para desafiar el destino y luchar por una vida mejor. Abracé la ilusión de un mejor futuro para mis dos hijos, que quedarían a cargo de su abuela mientras yo migraba rumbo a Colombia.
Tomé la decisión de salir de mi país cuando la situación económica y política empezó a afectarnos como familia. Nunca me imaginé dejar atrás a mis hijos, mi casa y mis amigos, y con cada uno de ellos un pedazo de mi corazón.
Con el fin de costear mi viaje, vendí hasta la nevera -igual casi siempre permanecía vacía-, y con ese dinero inicié la travesía. Llevaba conmigo solo dos mudas de ropa, unos zapatos desgastados y mi única herramienta para sobrevivir: mi cajita de trabajo para arreglar cejas, poner pestañas y hacer estética facial.
Mi destino en Colombia fue la ciudad de Cartagena. Empezar desde cero en un nuevo país no es fácil. Además, he sentido muchas veces que la gente que te rodea en este nuevo entorno te juzga a la ligera, y esa situación me cerraba muchas puertas día tras día.
Con asombro me encontré con personas que me abordaban haciéndome propuestas indecentes a cambio de unos pocos pesos, pero aunque llegué a pasar hambre, siempre tuve claro que esa no era una opción para mi vida.
Tengo 27 años, soy una mujer joven y además de luchar por un futuro mejor para mis 2 hijos y para mí, también quiero buscar una pareja -y por qué no-, un día, tal vez, enamorarme de nuevo y compartir mi vida.
No quiero tener más hijos, pero quiero tener una vida sexual plena. Temía un embarazo no planeado porque me resultaba difícil acceder a un método anticonceptivo.
Desde que llegué, descubrí que existen líderes comunitarios venezolanos que nos comparten mucha información útil a través de sus redes sociales y entre muchos otros encontré mensajes sobre el acceso a la salud.sexual para mujeres migrantes.
La líder, que compartía el mensaje, se identificaba a sí misma como replicadora de una estrategia de comunicación en salud para migrantes de la OIM y explicaba que esta organización -con el apoyo del Gobierno de Canadá y en convenio con Profamilia, estaban capacitando a las mujeres migrantes sobre salud sexual y además facilitando el acceso a métodos de planificación sin importar la nacionalidad ni el estatus migratorio.
Al final del mensaje encontré teléfonos, e-mails y direcciones para pedir más información y acceder a los servicios. Me fue fácil ubicarlos y me decidí por un implante subdermico.
Hoy tengo la satisfacción de gozar de una sexualidad plena, libre y segura. No me preocupo por un embarazo no deseado y esa seguridad me permite emprender mi proyecto de vida para sacar adelante a mis hijos. Es mi derecho y no estoy sola en este propósito.
Hoy, estoy convencida de que ¡los derechos sexuales y reproductivos no tienen frontera
El Venezolano Colombia/OIM
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