EL VENEZOLANO COLOMBIA | RCN RADIO
Gabriela Singer llegó a Neiva, a centenares de kilómetros de su tierra natal en Venezuela. La situación económica la obligó a tomar una decisión sobre su futuro y el de su familia, y decidió venir Colombia.
Eso fue hace más de dos años. En Venezuela quedaron su madre y sus hijos, Gabriela salió junto a su hermana sin un rumbo fijo y miles de temores. Pero pesó más la posibilidad de mejorar su calidad de vida, aún en medio de la incertidumbre.
“Al principio llegamos a Cúcuta”, comienza su relato. Cuenta que de ahí, “nos fuimos caminando hasta Pamplona. Un señor nos ayudó y llegamos a Duitama, allá no aguantaba el frío”. Luego regresó Bucaramanga, pero en bus.
En la capital de Santander tuvo que optar, como muchos otros, por un trabajo informal. Vendía dulces en los semáforos, donde reconoce que le “fue bien”. Sin embargo, las cosas estaban por dar un giro.
“Me enfermé y en Bucaramanga no me quisieron atender. Allá una amiga me invitó a Neiva y nos vinimos. Yo llegué enferma y acá sí me atendieron muy rápido”.
De hecho, la internaron en el Hospital Universitario de Neiva, el más importante del sur de Colombia. Allí permaneció un mes. Sufría una obstrucción biliar que obligó a la implantación de un stent, un procedimiento delicado pero que le permitiría recuperarse con los cuidados adecuados.
“Me hicieron exámenes aquí en Neiva que nunca en mi vida había visto. Mi recuperación fue rápida. Era un mal que yo traía desde cuando estaba en Venezuela, y que ningún analgésico me aliviaba”, cuenta.
Libre de su enfermedad, recuerda con profundo cariño a su familia. El padre de su hijo mayor murió cuando el niño tenía cinco años. Ahora, el muchacho tiene 17 años. Y tiene otros dos hijos, de 9 y 7 de años, que también se quedaron en Venezuela.
Y en Neiva, llegó el momento de trabajar. Como sabía hacer jugos, empezó a buscar una opción y ahora son su especialidad, junto a otras preparaciones que se venden en esta ciudad de clima cálido.
“Ahora sé preparar cholados, jugos, raspados y ensaladas, y me pagan 25 mil pesos por medio día”, cuenta.
Y vuelve a su familia. Trabaja y ahorra para volverla a ver. “Yo hablo todos los días con mis hijos y mi mamá, cada vez que puedo les mando dinero. Allá todo es muy caro. Este año los iba a buscar, pero con la pandemia no puedo, ya no puedo viajar en diciembre”. El hijo mayor vive aparte, con un tío.
Aunque hubo viajes humanitarios desde Neiva, rumbo a Venezuela, decidió quedarse. La pandemia y el encierro agotaron sus pocos ahorros. Además, en su país la cosa está más difícil. “Allá no hay trabajo, no hay nada, mejor trabajo acá y le ayudo a mi familia”, agrega.
Y hay una razón más: el amor. Conoció a un trabajador, un hombre de Manizales. “Él me ha brindado apoyo, protección, amor, y la posibilidad de radicarme definitivamente en Colombia“.
Por ahora, su corazón y su vida están en Neiva, donde vende jugos, pero desea estar con su familia.
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