La mala hora del mandatario de Colombia | Por Beatriz Majo

➥ La autora es Internacionalista y miembro del consejo editorial El Nacional

Dos fichas claves del petrismo fueron obligadas a renunciar a sus respectivos cargos en el alto gobierno de la hermana república colombiana en medio del desarrollo de un episodio que va a costarle caro al gobierno de Gustavo Petro en más de un terreno.

El escándalo rocambolesco, digno en sus inicios de una telenovela del género de “Yo soy Betty La fea”, se hizo público y creció exponencialmente por la sazón picante que supo ponerle la prensa a la particular relación del Embajador de la Casa de Nariño en Caracas y la Jefa de Gabinete del Presidente. Ello consiguió llamar la atención de todo el país sobre hechos nada nimios: los excesos de poder de quienes son cercanos a Gustavo Petro.

El asunto hubiera podido no pasar de allí si no fuera porque, en medio de los dimes y diretes, se hizo público, además, un audio que consiguió subir los decibeles del alboroto y lo convirtió en una crisis nacional.

En un lenguaje propio de carreteros, el augusto Embajador de Colombia ante el gobierno de Venezuela y, a la vez, muy cercano amigo del Presidente, herido en su íntimo amor propio por el trato desidioso hacia él de parte del propio mandatario, se fue de bruces y puso a rodar la especie de que la campaña presidencial había sido financiada desde Venezuela – específicamente del gobierno de Nicolás Maduro-  hecho en el cual el alto funcionario habría sido muy operativo en lo de facilitar la tarea del flujo de los fondos a Bogotá. 

Su venganza sería la de poner los datos de tal irregularidad al alcance del público – y de las autoridades norteamericanas- con lo que él mismo se inmolaría, pero al propio tiempo infligiría un daño de consideración al causante de su reconcomio.

En el momento en que se escribe este articulo Colombia entera bulle frente a una situación de enorme calibre que lesiona de una manera contundente al gobierno, estrenado hace apenas diez meses y que enfrenta, al propio tiempo, una pérdida sensible de la favorabilidad de la ciudadanía. Solo 23% de los ciudadanos tiene una buena opinión de la Presidencia.

El Consejo Nacional Electoral, la Fiscalía, la Procuraduría, La Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes y los órganos institucionales anticorrupción que velan por la corrección y la legalidad de la actuación de los partidos políticos y de sus representantes, cada uno en su terreno se ha apersonado para indagar los hechos y avanzar en una determinación de responsabilidades y sanciones.

La oposición ha encontrado en esta irregularidad el asidero perfecto para pasar a un cuestionamiento político y legal más activo que podría llegar incluso a defenestrar a la máxima autoridad del país.

Mucha agua tendrá que correr por ese río antes de llegar a algo así, pero lo que si puede afirmarse hoy es que la imagen del primer presidente de izquierda de Colombia ha quedado muy manchada y que su gestión – bastante anodina hasta esta hora- se verá aún más afectada por esta crisis. Por lo pronto, los proyectos de reforma pendientes de aprobación en el parlamento en los temas de salud, trabajo y pensiones han sido detenidos hasta tanto el panorama sea más claro.

A la coalición de gobierno que es imprescindible para gobernar se le han administrado los santos óleos y el Ejecutivo sale muy debilitado para hacerle frente a las exigencias de sus contrincantes en su más caro objetivo, el de la Paz Total.   

Lo único que hace aguas no es la coalición. Al otrora gran movilizador de masas le tocó hacer frente a un nuevo y doloroso desplante: el de la multitud convocada por el cordobés esta semana a hacer gesto de solidaridad a la figura presidencial. Fueron apenas 20.000, según la policía, los colombianos que lo acompañaron a su acto de calle.

En un movimiento desesperado el traicionado presidente se sacó una carta de la manga y anunció dos reformas novedosas: una a los servicios públicos y otra a la Ley que rige el sistema educativo.     

Pero el combate político hacia la destitución de Gustavo Petro está tomando alas. Hay demasiados desaguisados envueltos en lo que comenzó como un escándalo de servicio doméstico protagonizado por Armando Benedetti y Laura Sarabia en los días pasados.

Este episodio no solo versará sobre lo que parece más grueso o sea las elecciones trucadas y la ayuda financiera del dictador Maduro. Sobre el tapete estarán temas de corrupción, narcotráfico, detenciones arbitrarias, teléfonos intervenidos, narcotráfico, robo y blanqueo de capitales, uso fraudulento de dineros públicos, tráfico de influencias y clanes empresariales criminales vinculados al poder además de traición a la Patria.

En fin, de todo, como en botica.

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