Cómo manejar las emociones de los niños migrantes

◉ Cada vez más niños venezolanos llegan a Colombia para empezar una nueva vida junto a su familia. Es un largo camino que se inicia con la elección del país de destino y culmina con la adaptación a él

EL VENEZOLANO COLOMBIA

De un momento a otro deben dejar casa, escuela y amigos. Dan un salto a un nuevo país guiados y protegidos por sus padres, quienes eligieron un   destino   que   avizoran más seguro y que ofrece la posibilidad de comenzar una nueva y mejor vida.

Se dice fácil, y solo quienes han vivido la experiencia saben de qué se trata cuando se habla de emigrar y, en el caso que nos ocupa, de emigrar con hijos pequeños o adolescentes. Miedos, ansiedad, temor al cambio, interrogantes… ¿Me querrán? ¿Me rechazarán? ¿Me adaptaré a mi nueva escuela?

¿Cómo va a ser mi vida? ¿Seré más feliz? Estas y otras pregun- tas se hacen los chamos. Las respuestas varían dependiendo de las condiciones en que se migra y del tipo de familia a la que pertenece el menor. Que un niño migre de un país a otro implica, casi siempre, un proceso complejo.

Es un cambio de vida que exige a los padres transitar un camino de acompañamiento, que culmina cuando se logra la plena adaptación al nuevo territorio de acogida.

PUNTO DE PARTIDA

“Cuando se emigra y se debe transmitir la decisión a los hijos, lo primordial es que los padres estén claros de las razones por las que se está migrando”, explica Alejandra Sapene, especialista en Psicología clínica comunitaria y docente de la Universidad Libre Seccional de Cali. “Ese es el punto de partida. En la medida en que los adultos estén claros, tendrán mejores posibilidades de transmitir de forma correcta el mensaje”.

La profundidad de la información se ofrece de acuerdo a la edad. A los niños pequeños (hasta tres años), solo se les dice que la familia se mudará a otro lugar para vivir mejor y se les habla sobre quiénes se quedarán. Simultáneamente,se les interroga para saber qué entendieron y verificar que el mensaje haya llegado de forma adecuada.

Entre los cuatro y los ocho años de edad se puede hacer mención a la situación del país, la cual no responde a las expectativas que se tienen para el futuro de la familia. “En la medida en que se va aumentando la edad, se da más información y se hace énfasis en que se trata de un proceso que llevará tiempo y en el que todos tendrán que hacer un esfuerzo”, ilustra la especialista.

En el caso de los adolescen- tes, quienes ya manejan más información y conocen los problemas de su país natal, se puede conversar con ellos para que hagan preguntas sobre la decisión, sobre por qué un país y no otro, por ejemplo.

ADAPTARSE Y VIVIR EL DUELO

Una de las condiciones mínimas que exige el proceso de adaptación es que el migrante tenga claro que  él es quien se tiene que adaptar al nuevo país y no al revés. Debe llegar con una actitud de apertura para incorporar a su modo de vida lo que le gusta de la nueva cultura.

“Esta es información valiosa cuando se emigra con niños pequeños —explica Sapene—, pues ellos son muy hábiles en asimilar lo nuevo y pueden servir de traductores”.

En cuanto al duelo, el niño migrante es quien perdió un hogar, rutinas, amigos, familia, sentido de pertenencia y referencias culturales.

La sensación de pérdida por el cambio expone al pequeño a algunos riesgos psicológicos, que sorteará dependiendo de sus recursos emocionales y los de su familia. El proceso de duelo se puede complicar si no logran generar una inserción eficiente y se encuentran con una sociedad que los excluya.

Durante el primer año de adaptación, los niños hasta los cinco años pueden mostrarse más dependientes, miedosos, frustrados, con  tendencia a hacer pataletas. En los adolescentes, puede aparecer rebeldía, rabia, deseos de discutir con los padres, aislamiento, necesidad de comer mucho o de no comer nada. También se espera que bajen el rendimiento escolar.

El adulto tiene que evaluar la intensidad y la frecuencia de estos síntomas. Si el niño o el adolescente ponen en riesgo su salud, a la familia o la estabilidad de quienes rodea, hay que buscar ayuda especializada.

“Los duelos tienen dos caras”, apunta la especialista. “Se puede salir muy golpeado, pero también permite recons- truirse; es el llamado duelo exitoso. Pasas por la fase de no aceptación, de rabia, de rechazar todo, pero luego te ves obligado a tomar aspectos de la nueva realidad para reponer aquello que se perdió”.

Los niños pueden salir fortalecidos del proceso de duelo. Aprenden a desarrollar destrezas de adaptación, entender el dolor del otro, ser empáticos y comprender mejor la realidad.

NIÑOS ESCOLARIZADOS

Debido al creciente número de niños que han llegado a tierra colombiana de forma ilegal, el Ministerio de Educación Nacional de Colombia y Migración Colombia pusieron en rigor, desde abril de 2018, un acuerdo que garantiza el derecho a la educación gratuita de los menores venezolanos, así se encuentren en situación de ilegalidad en términos migratorios. La recomendación para los padres es ir a la escuela pública más cercana o a una secretaría de educación para que reciban la asesoría necesaria.

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