EL VENEZOLANO COLOMBIA | AFP
Desarrollada por la Universidad de Oxford en asociación con AstraZeneca, la vacuna generó «una fuerte respuesta inmunitaria» en más de 1.000 pacientes.
Dos proyectos de vacuna contra la COVID-19, uno británico y el otro chino, demostraron ser seguros para los pacientes y produjeron respuesta inmunitaria importante, según resultados de los ensayos clínicos publicados este lunes en la revista médica The Lancet.
El primero, desarrollado por la Universidad de Oxford, generó «una fuerte respuesta inmunitaria» en un ensayo con más de 1.000 pacientes, y el segundo, apoyado por Cansino Biologics, provocó una fuerte reacción de anticuerpos en otro ensayo en la mayoría de los aproximadamente 500 participantes, según la revista.
La Universidad de Oxford está trabajando con la empresa biofarmacéutica AstraZeneca en el desarrollo ulterior, la fabricación a gran escala y la posible distribución de la vacuna COVID-19, y los planes para el desarrollo clínico y la producción de la vacuna a nivel mundial. El proyecto se ha visto impulsado por una financiación gubernamental de 84 millones de libras para ayudar a acelerar el desarrollo de la vacuna.
AstraZeneca ha concluido los primeros acuerdos para al menos 400 millones de dosis y ha asegurado la capacidad de fabricación total para mil millones de dosis hasta el momento y comenzará las primeras entregas en septiembre de 2020. La compañía tiene como objetivo concluir acuerdos adicionales respaldados por varias cadenas de suministro paralelas, que expandirán la capacidad adicional en los próximos meses para garantizar la entrega de una vacuna accesible a nivel mundial, dice una nota de prensa publicada en su web.
AstraZeneca recibió más de mil millones de dólares de la Autoridad de Investigación y Desarrollo Biomédico Avanzado de los Estados Unidos (BARDA, por sus siglas en inglés) para el desarrollo, producción y entrega de la vacuna, a partir del otoño. El programa de desarrollo incluye un ensayo clínico de fase III con 30,000 participantes y un ensayo pediátrico.
El segundo proyecto de vacuna contra el COVID-19 fue realizado en Wuhan (China) por investigadores de varios organismos, entre ellos la Escuela militar de ciencias médicas, financiados por el grupo de biotecnología cotizado en bolsa en Hong Kong, CanSino Biologics, refiere la agencia AFP.
Estos resultados eran muy esperados, pues numerosos investigadores y laboratorios de todo el mundo libran una carrera contrarreloj para hallar una vacuna segura y eficaz contra la COVID-19.
Sarah Gilbert, investigadora de la universidad de Oxford, vaticinó que «si nuestra vacuna se revelara eficaz, es una prometedora opción, ya que este tipo de vacuna puede ser fabricada fácilmente a gran escala».
Tanto la vacuna de Oxford, como la de CanSino, están basadas en un adenavirus modificado, que no se replica, lo que las convierte en más seguras en especial para los pacientes más frágiles
Ninguno de estos dos ensayos generó efectos indeseables graves. Los efectos secundarios más observados fueron fiebre, fatiga y dolor en el punto de inyección de la vacuna.
«No se sabe todavía si esos niveles de inmunidad pueden proteger contra la infección (…) ni si esa vacuna puede proteger a los más frágiles de las formas graves de COVID-19», señaló Jonathan Ball, profesor de virología molecular en la universidad de Nottingham (Reino Unido), que no participó en el estudio.
Se están desarrollando unas 200 candidatas a vacunas, 23 de las cuales están en fase clínica, probadas en humanos.
«Es un resultado positivo, pero queda aun un largo camino por recorrer», declaró Michael Ryan, director de situaciones de urgencia sanitaria en la Organización Mundial de Salud (OMS).
Su director general Tedros Adhanom Ghebreyesus pidió «hacer más con los instrumentos de que disponemos», en espera de que la investigación en busca de la vacuna dé sus frutos.
Ambas vacunas, la de Oxford como la de CanSino están basadas en adenovirus, del chimpancé la primera, humano para la segunda, una familia de virus muy común que provoca especialmente resfríos.
Fueron genéticamente modificados para producir la proteína del coronavirus Sars-CoV-2.
La idea es que el sistema inmunitario del paciente pueda luego «reconocer» si está realmente infectado.