Para el régimen, el Covid-19 puede ser considerado, paradójicamente, como una oportunidad sobrevenida que les permitiría ganar tiempo y al mismo confinar a la oposición, a la disidencia y a las protestas, a una cuarentena que obliga de manera casi que indefinida, a encerrarse entre cuatro paredes.
Pero ese cálculo político no luce correcto, ya que el tiempo no va en la dirección deseada por el régimen, sino todo lo contrario. Tarde o temprano se conocerá el verdadero nivel de los contagios, a través de un aspecto imposible de esconder, el incremento progresivo de la morbilidad. Pero a eso se le suma la crisis de la gasolina, que pretenden resolver incrementando la producción en la refinería de El Palito, con los riesgos que esa acción conlleva o a través de un esquema de pseudo privatización de la importación y distribución del combustible, que presenta no pequeñas complicaciones.
En todo caso, resolver la complejidad de estas operaciones toma tiempo y eso es precisamente lo que no sobra, cuando la presión social está en plena ebullición como se ha podido observar en diversos lugares del país en los últimos días.
La solución más rápida y eficaz para obtener la ayuda necesaria para paliar la crisis humanitaria, sanitaria, energética y social, pasa por la construcción de un acuerdo político que permita la instalación, lo más pronto posible, de un gobierno amplio de emergencia nacional. No hacerlo por razones políticas mezquinas nos puede conducir a un caos tal que generaría un clima de ingobernabilidad en el país.
No hay otra opción inteligente y razonable que proceder a constituir una gobernabilidad que sea aceptable al pueblo venezolano y que obtengo el apoyo mayoritario de la comunidad internacional para poder iniciar el proceso de reconstrucción y reconciliación nacional única manera de resolver las crisis que nos están llevando al peor de los abismos