
EL VENEZOLANO COLOMBIA
Miles de venezolanos que no lograron llegar a Estados Unidos han iniciado un retorno forzado, enfrentando nuevas dificultades en su camino de regreso. En Panamá y Costa Rica, denuncian que los albergues destinados a brindarles refugio se asemejan más a centros de detención que a espacios de acogida.
Rechazando el encierro, muchos prefieren dormir en las calles o en playas, mientras intentan reunir el dinero necesario para continuar su viaje. Las autoridades, bajo presión internacional, han implementado políticas migratorias que limitan la movilidad de estas personas, generando una creciente tensión humanitaria en la región.
Migrantes en tránsito: entre la incertidumbre y la precariedad
Luis Montilla, un venezolano de 28 años, es uno de los tantos migrantes varados en la costa panameña, esperando reunir los 260 dólares que le permitirán viajar en lancha hacia Colombia. Como él, decenas de personas optan por esta vía en lugar de ingresar a los refugios habilitados por Costa Rica y Panamá.
Los testimonios de quienes han pasado por estos albergues describen condiciones difíciles y una sensación de reclusión. Víctor Díaz, de 19 años, asegura que estar en estos centros es como “estar preso”, por lo que prefiere arriesgarse en el mar antes de regresar por la peligrosa selva del Darién.
Refugios cuestionados: una solución que no convence
Las autoridades costarricenses y panameñas han establecido un esquema de traslado que conduce a los migrantes a zonas fronterizas donde permanecerán en albergues hasta encontrar una solución definitiva. Sin embargo, estos espacios han sido criticados por organizaciones de derechos humanos, que los consideran una forma de detención encubierta.
Jinnelis Navas, quien viaja con diez familiares, cuenta que la experiencia en un refugio mexicano la llevó a desconfiar de este tipo de lugares. “Nos trataron como perros”, afirma, razón por la cual rechaza ingresar a los albergues de Centroamérica.
El costo de la deportación encubierta
El flujo inverso de migrantes ha generado nuevas deudas para quienes intentan regresar. Los traslados en autobuses y lanchas implican costos elevados, sumando más dificultades a personas que ya llegan con recursos limitados.
Los expertos advierten que esta dinámica no resuelve el problema de fondo, sino que perpetúa un ciclo de precariedad y movilidad forzada. Diego Chaves, del Instituto de Política Migratoria, sostiene que la falta de una estrategia regional agrava la crisis y deja a millas de migrantes atrapados en el limbo.
Un futuro incierto para los migrantes venezolanos
Más de 2.200 personas han intentado regresar a través de Panamá en las últimas semanas. Mientras esperan una solución, muchos buscan trabajar informalmente para costear su próximo movimiento.
Desde organismos internacionales, se enfatiza la necesidad de respetar el derecho a la libre circulación y evitar restricciones arbitrarias. Sin embargo, las autoridades locales prefieren mantener un control estricto sobre la población migrante, lo que prolonga su incertidumbre.
Para Luis Montilla y cientos de migrantes en su misma situación, el objetivo sigue siendo claro: seguir avanzando, aunque el destino ya no sea el norte, sino el sur.