Ganar en dictadura | Por: Nelsón Oxford

➥ El autor es: es director y gerente de comunicaciones de VenAmerica

En un mundo que aboga por la democracia y los valores liberales, ganar elecciones en dictadura es un logro excepcional que puede tener un impacto profundo tanto en el país como en la comunidad internacional. Sin embargo, no hay duda de que esta victoria viene acompañada de desafíos considerables y una responsabilidad monumental.

A medida que exploramos el significado de ganar una elección en un entorno dictatorial, es crucial analizar los aspectos que envuelven esta hazaña; son momentos decisivos en la vida democrática de cualquier nación porque saber ganar es una habilidad fundamental, tanto en elecciones como en la vida en general. Significa manejar la victoria con inteligencia, humildad y dignidad, lo que propone que la gestión del triunfo requiere equilibrio, arrojo y un enfoque estratégico para enfrentar los retos y amenazas.

El 22 de octubre de 2023 quedará grabado en la historia de Venezuela como un día de valentía y esperanza renovada. En medio de una odisea repleta de contratiempos, obstáculos inquebrantables y amenazas persistentes orquestadas por el régimen, más de 2.5 millones de venezolanos alzaron su voz en elecciones primarias organizadas por la oposición, y en un acto de determinación inquebrantable, eligieron a María Corina Machado como su abanderada para las elecciones generales programadas para 2024.

Nos encontramos en un momento sin igual, una epifanía democrática que trasciende todas las barreras. Es un testimonio apasionante de la inquebrantable voluntad del pueblo venezolano, una danza desafiante con las adversidades en pos de un mañana más promisorio, acompañado de un logro trascendental no puede subestimarse: equiparar con éxito una elección manual, operada en todas sus faces por los propios ciudadanos, con el llamado «mejor sistema electoral del mundo» es un testimonio de la resiliencia y el compromiso del pueblo venezolano.

Es un paso significativo hacia el cambio, un faro de esperanza que brilla en medio de la oscuridad de la opresión.

La victoria aplastante de María Corina Machado no es un mero resultado político; es una sinfonía de coraje que ha recorrido el país a pie, en moto, en tractor, en camión, a lomos de caballos y burros. Esta hazaña nos obliga a recordar que la libertad es un latido ancestral en el corazón humano, y perseguir el sueño de una nación mejor, no es un regalo, sino un viaje intrépido hacia la cumbre y una victoria que no se tejió en el conciliábulo de un partido, en el cenáculo de una oficina, sino en los rincones más remotos y vibrantes de Venezuela, provocando un grito colectivo que trasciende fronteras y llega a los corazones de todos aquellos que anhelan un mundo donde la democracia brille.

Sin embargo, es esencial comprender que esta victoria es parte de una lucha continua por la libertad y los derechos humanos. No es un acto definitivo, sino un capítulo en un proceso en evolución. En este camino, exhortamos a la candidata y al liderazgo a mirar más allá del horizonte inmediato y considerar el panorama a largo plazo.

La desesperanza se disipa cuando se vislumbra un futuro en el que la democracia florece y los sueños de libertad se realizan. Esta victoria es un faro de luz que guía a Venezuela hacia ese horizonte y nos recuerda que, a pesar de los obstáculos y peripecias, el pueblo siempre tiene el poder de escribir su propio destino.

Y, Después de celebrar con júbilo este excepcional evento electoral, toca enfrentar un desafío particular, pero siempre presente: lidiar con las aves agoreras, los pesimistas crónicos y los fatalistas que parecen empeñados en pintar un futuro sombrío. A pesar de las estadísticas positivas que sugieren un camino hacia el cambio, estos individuos, de una u otra manera, siguen abrazando una perspectiva negativa sobre los resultados.

Estas personas, muchas veces son víctimas de la manipulación, ya sea por su propio ego o por la desinformación cuidadosamente orquestada por regímenes autoritarios, y a menudo, carecen del conocimiento necesario para respaldar sus críticas y se convierten en vehículos de argumentos, cifras y narrativas que solo buscan confundir, desalentar y socavar el proceso democrático. Es preciso desafiar el pesimismo y el fatalismo, preservando esta circunstancia como una oportunidad valiosa para contrarrestar las campañas de desinformación y acercarse a la gente para aclarar dudas y superar estorbos en beneficio de los valores democráticos.

Un ejemplo claro de esta dinámica se presenta hoy en Venezuela. A pesar de la abrumadora cantidad de pruebas gráficas y videos tanto desde dentro como fuera del país, que dan testimonio de una gesta cívica organizada, pacífica, alegre y patriótica, algunos opinadores de oficio, aparte de sus intenciones o código político, cuestionan la participación como insuficiente para legitimar el proceso, sus resultados y la candidata. No escatiman esfuerzos en resaltar errores inexistentes y magnificar defectos que antes ni siquiera habían notado, o no existen, vaticinando que con esos votos no se podrá vencer al régimen, que trampa mata votos que esto es más de lo mismo, y están equivocados o mal informados.

La democracia es un proceso constante y dinámico, y cada paso hacia adelante es un logro que nos acerca al objetivo final, por ello, es preciso enfrentar el pesimismo con un espíritu de optimismo y determinación; para avanzar en el proceso; es esencial antes que se formen falsas matrices de opinión, recurrir a hechos, datos y cifras fácilmente constables y ejercer nuestra perspicacia y creatividad para desentrañar la charada, Comenzando por destacar lo esencial y trascendente de la participación ciudadana, que es un triunfo en sí mismo, una manifestación del deseo colectivo de cambio, lo cual sugiere que en lugar de centrarse en vicios imaginarios, hay que celebrar la unidad y el compromiso del pueblo.

En tal sentido, es importante subrayar que la intención de apoyo en las elecciones primarias hacia María Corina, según los estudios de opinión pública, se mantuvo uniforme, constante y concordante con los resultados que la ubicaron en lugar prominente y ventajoso ante sus rivales, conservando el aval de su figura transversal a todos los rangos de edad y estratos, durante toda la campaña, lo cual determino el retiro progresivo de sus adversarios.

De igual forma, hay que dar respuesta al porque no voto más gente. Veamos, de los más de 21 millones de venezolanos que cumplen con los requisitos para votar, sorprendentemente, alrededor de 9 millones se encuentran en una especie de limbo electoral, a la espera de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) actualice el Padrón Electoral.

Esta asombrosa cifra incluye a aproximadamente 4 millones de ciudadanos en edad de votar que, por diversas razones, aún no se han inscrito en el Registro Electoral Permanente (REP). Sumados a ellos, están otros 5 millones de venezolanos que ya están registrados, pero que necesitan actualizar su información, su lugar de residencia y centro de votación, motivo por el cual solo podían votar 500 mil electores residentes en el extranjero.

Así las cosas, nos encontramos con un padrón electoral aproximado de 12 millones de electores. Si tomamos en consideración que la participación en las primarias recientes alcanzó un sorprendente 20%, superando incluso las estadísticas mundiales relacionadas con este tipo de eventos, que suelen rondar entre el 10% y el 15%, podemos apreciar la enorme relevancia de este hecho. Dicho de otro modo, esta cifra no solo desafía las expectativas, sino que lo potencia, duplicando las posibilidades de triunfo frente al candidato oficialista, sin importar su nombre.

La sociedad civil ha pronunciado su veredicto con claridad: democracia, libertad y un futuro iluminado son sus deseos más profundos. En este acto cívico, no se requirió la presencia ni del G4, ni de los militares, solo la determinación inquebrantable de un pueblo que anhela un cambio. La democracia florece cuando los ciudadanos se alzan, y esta victoria es la promesa de un nuevo horizonte donde la voz del pueblo se escucha más fuerte que nunca.

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