EL VENEZOLANO COLOMBIA | OIM
Al amanecer, Euclimar G., su esposo Josfenix, y su hijo de dos años Dylan tomaron un camino transfronterizo esperando poder sacar ventaja de él y llegar antes de que el abrasador calor de la sabana norte de Brasil empezara a sentirse.
“La vida en Venezuela se había vuelto muy difícil y sentimos la necesidad de venir a este lugar”, dice Euclimar de 24 años en medio del ruido, el gentío y las filas de personas en Pacaraima, una ciudad en el norte de Brasil ubicada justo en la frontera con Venezuela y que es el principal punto de acceso a Brasil para miles de migrantes.
Al final de sus arduos y extensos viajes transfronterizos, Euclimar y otros venezolanos son recibidos en el Puesto de Recepción y Apoyo (PRA) de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Pacaraima. El PRA ofrece alojamiento para pasar la noche, alimentos, protección y servicios de higiene para migrantes y refugiados que acaban de llegar a Brasil, y también para quienes están esperando la documentación civil y no pueden quedarse en un albergue por un período prolongado.
Bajo un sol abrasador, los migrantes venezolanos hacen fila para los procedimientos migratorios en Pacaraima, ciudad fronteriza al norte de Brasil. Foto: OIM/Gema Cortes
Migrantes venezolanos hacen fila para los procedimientos migratorios mientras van llegando a Brasil. Foto: OIM/Gema Cortes
Operação Acolhida, u Operación Bienvenido, es la respuesta humanitaria y la recepción que brinda el Gobierno Federal de Brasil en Roraima, uno de los Estados menos poblados y menos desarrollados de Brasil, en respuesta a un influjo histórico de migrantes y refugiados que han estado llegando desde Venezuela desde 2017. Ha sido reconocido como un modelo para toda la región.
Más de 800.000 venezolanos han cruzado a Brasil a través de la frontera norte en años recientes, buscando atención, alimentos y nuevas oportunidades.
La Operación Bienvenido tiene tres pilares: (1) Gestión de fronteras, que le brinda a refugiados y migrantes servicios de recepción, identificación, documentación, cuidados médicos básicos e inmunización; (2) Alojamiento en las ciudades fronterizas, incluyendo alimentos, educación, salud y protección social y (3) Reubicación voluntaria a otras zonas de Brasil en donde tengan mayores oportunidades económicas y de integración.
Mujeres venezolanas acurrucan a un bebé mientras esperan para realizar los trámites migratorios. Foto: OIM/Gema Cortes
Personal de la OIM pide a los migrantes venezolanos que formen una fila, incluyendo a las personas con discapacidades. Foto: OIM/Gema Cortes
La familia de Euclimar está cruzando la frontera por segunda vez. A pesar del futuro incierto y sin dinero en sus bolsillos, tienen una esperanza renovada de poder recomenzar sus vidas en Boa Vista, capital del Estado de Roraima. «Lo estamos haciendo por mi hijo, para darle una mejor calidad de vida”, dice ella, mientras hace fila junto a cientos de venezolanos que acaban de llegar a la frontera.
Al final del día en Pacaraima, una larga fila fuera del PRA se extiende allende la valla y gira en la esquina mientras 450 personas vienen a buscar tranquilidad. Cada día, una cama, una ducha, alimentos y apoyo psicosocial le son ofrecidos a los migrantes y refugiados en movimiento.
Dianora, de 44 años, viaja junto a su hija con necesidades especiales, con sus hijos adolescentes y con su madre de 60 años. Foto: OIM/Gema Cortes
El personal de la OIM vacuna a un migrante venezolano a su llegada a Brasil. Foto: OIM/Gema Cortes
Dianora L., 44, está viajando desde el Estado Bolivariano de Venezuela junto a su hija con necesidades especiales, sus dos hijos adolescentes y su madre de 60 años. La familia se dirige a Brasilia para reunirse con el marido de Dianora, padre de sus hijos, que ha estado trabajando allí por cinco años. “Fue todo un desafío irme de mi país, pero estoy muy agradecida de tener la oportunidad de venir a Brasil y poder reunirme con mi esposo”, explica con lágrimas en los ojos. “Por sobre todas las cosas estamos buscando la posibilidad de volver a empezar. Y de poder brindarles un mejor futuro a nuestros hijos”.
Bajo el abrasador sol de la tarde, Daniel Q., de 44 años y su hijo Jordanis, de 11, matan el tiempo jugando al dominó en el PRA. A pesar de haber dejado atrás a sus seres queridos, lo que los impulsó a migrar fue un fuerte sentido de esperanza. Daniel quiere reunirse con su hermano mayor en Curitiba, al sur de Brasil, en donde hay un trabajo digno esperándolo. “Nos ha costado irnos de nuestro país, pero creo que valdrá la pena si le puedo dar a mi hijo un buen futuro y si además puedo enviar algo de dinero a los que han quedado allá”, dice este ex pescador de Venezuela.
La asistencia en tiempo oportuno sin duda alguna marca una diferencia para cientos de personas que llegan a la frontera a diario, explica Priscila Leite, coordinadora de campo de la OIM en Pacaraima. «La OIM está trabajando junto a Operación Bienvenido del Gobierno de Brasil en todas las instancias de la respuesta, desde la información que se brinda en los puntos de llegada, apoyo médico y psicosocial, alojamiento para pasar la noche y reubicación interna voluntaria. Ya hemos ayudado a cientos de miles de venezolanos a reconstruir sus vidas con dignidad aquí en Brasil”.
Daniel, de 44 años y su hijo Jordanis, de 11, en un centro de alojamiento temporal en Pacaraima. Foto: OIM/Gema Cortes
Daniel y Jordanis jugando al dominó con otros migrantes. Foto: OIM/Gema Cortes
Personal de la OIM registra a migrantes para el centro de alojamiento temporal. Foto: OIM/Gema Cortes
Una muchacha venezolana recibe agua potable en un centro de alojamiento temporal. Foto: OIM/Gema Cortes
El «Pueblo de la Esperanza»
Jose R. y su hijo Pedro viven en una choza en Vila Esperança, es decir en el “Pueblo de la Esperanza”, que es un asentamiento establecido espontáneamente por migrantes y refugiados de Venezuela en Pacaraima. «Al menos por ahora un día de trabajo nos brinda lo suficiente como para comer e incluso enviar algo de dinero a nuestras casas”, dice Pedro mientras cocina frijoles y arroz para el almuerzo. Llegaron a Brasil hace cinco años.
Más de 155 personas viven en este asentamiento informal y precario ubicado en la ciudad fronteriza de Pacaraima, en donde se han erigido chozas construidas con madera reciclada, trozos de metal y lodo. En total la ciudad cuenta con 15 asentamientos espontáneos en todo el territorio, en donde sobre la base del sentido de comunidad, los migrantes y refugiados adquieren valor interactuando y viviendo de forma más independiente, tomando sus propias decisiones. Casi todos los residentes venezolanos en estos lugares no tienen empleo y dependen de la ayuda humanitaria y de los beneficios del Gobierno. Regularmente la OIM brinda apoyo médico y psicológico además de asistencia jurídica.
Vista aérea del personal de la OIM que ingresa al Pueblo de la Esperanza, un asentamiento espontáneo establecido por los venezolanos en Pacaraima. Foto: OIM/Gema Cortes
José y su hijo Pedro viven en Pacaraima, en una choza construida con plástico negro y ramas. Foto: OIM/Gema Cortes
El personal de la OIM evalúa las necesidades de los migrantes de Venezuela en el Pueblo de la Esperanza. Foto: OIM/Gema Cortes
Regina L., que anteriormente trabajaba como maestra y tuvo que dejar su trabajo en Venezuela porque el salario era insuficiente, explica cuáles son sus planes para mejorar su situación en el futuro. “¿Cuál era mi mayor sueño?», dice.»Ver a mis hijos con un futuro mejor; espero que mi hija adolescente Laura pueda estudiar odontología”. Regina ha abierto un centro comunitario para menores migrantes en el Pueblo de la Esperanza.
Mientras tratan de perseverar, tener esperanzas y reconstruir sus vidas en sus nuevos entornos, los venezolanos están atentos a las noticias que llegan desde sus lugares de origen, principalmente a través de mensajes de WhatsApp y de llamados telefónicos de quienes se quedaron allí.
Jose R. dejó cuatro hijos en Venezuela y su mayor esperanza es poder reunirse con ellos y tenerlos cerca. “Nos comunicamos por WhatsApp a diario y no veo la hora de poder tenerlos aquí conmigo”, dice muy emocionado, mirando la última foto que le enviaron.
Regina, que antiguamente trabajaba como maestra, ahora vive en el Pueblo de la Esperanza. Foto: OIM/Gema Cortes
Migrantes de Venezuela en el Puesto de Recepción y Apoyo de la OIM. Foto: OIM/Gema Cortes