Resulta que, tras un asalto sincronizado de tropas conjuntas desde las fronteras con Colombia y con Brasil, un ejército libertario marcha hacia el centro del país. En el más total secreto, cientos de militares venezolanos llevan meses adiestrándose en campamentos escondidos sobre la frontera, asistidos por instructores de países que realmente resultaron ser verdaderos amigos de Venezuela.
Ahora sí: ¡se acabó lo que se daba! La operación, en menos de dos semanas, ha avanzado desde los extremos del país, arrasando, guarnición tras guarnición de soldados del régimen enfermos, muertos de hambre y sin gasolina para sus vehículos, hasta las puertas de Caracas. El aparato del miedo se le ha venido abajo a la dictadura, cayendo como piedras de domino en las manos de la Venezuela arrecha. Los colectivos, los más fanáticos defensores de todos estos cretinos, son liquidados en el acto por un pueblo, por una nación cansada de tanto abuso y de tanto atropello.
De Barquisimeto a Valencia, así como de Ciudad Bolívar hasta Carúpano, desaparecieron tanto los iraníes, como los rusos, por más que aseguraron defender a Maduro hasta el final: ¡promesas de rumberas!
En cuanto a los cubanos y a los asesinos de las FARC, no hay suficientes barquitos o palos que puedan flotar para que salten a la segura y muy gobiernera Trinidad & Tobago.
Todos ellos, con caras de susto, no paran de mostrarse por Puerto de España y repetir a quienes aún les paren, aquello de la “Planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la patria”. Aun cuando los extranjeros invasores fueron por más de dos décadas ello, y de paso nos robaron al país como les dio la gana.
Entretanto, los capos del régimen, ganando tiempo en Caracas, ordenan saquear los museos y vaciar las bóvedas del Banco Central. De La Carlota salen más corotos y cacharros de valor que gente, por los momentos, con destino a La Habana.
Dentro del país, con una Internet tumbada por la CANTV desde el inicio de la invasión, las radios y televisoras compinches del régimen, solo muestran las caras de los fulanos de la oposición declarando que aun no se han venido para Miami. El régimen no da la cara, ocupa su tiempo en raspar la olla sobre todo aquello que tenga valor y sea fácil de arrastrar, para llevárselo con ellos. ¡Rateros, solo rateros!
Y, la mesa de no-se-sabe-qué, ahora recién convertida en la mesa de la paz, llama a la calma y a que el pueblo venezolano no se preste a la violencia vengativa de millones y millones de venezolanos borrachos de libertad.
Finalmente, cuando las tropas libertarias llegan a Miraflores, se consiguen con el Palacio vacío, desvalijado y, por supuesto, sin el colombiano por ningún lado. ¡Qué ladilla!
Qué lastima también que todo esto sea parte del 28 de diciembre. Aunque, quién sabe, las más de las veces la fantasías se puede volver una maravillosa realidad.