Me impactó la comparación que hizo una ex-magistrada de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cuyo nombre por respeto me reservo, quien al referirse a la crueldad del régimen de Ortega en Nicaragua lo iguala a Pinochet como torturador. No creo que sea útil, ni mucho menos instructivo, comparar la degradación de quienes se dedican a torturar a sus semejantes. Me atrevo a afirmar que no es peor la condición de quien tortura, porque se sabe libre de responsabilidad por estar al servicio de un régimen que quiere subyugar a la población que lo adversa, reduciendo sus adversarios a la mínima expresión o aniquilarlos, de la de quien por el poder que detenta no necesita ocuparse de la tortura porque cuenta con lacayos que están dispuestos a hacerle ese servicio, dadas las recompensas que el régimen le ofrece. En el lenguaje jurídico son los autores material e intelectual.
En este último grupo, en el de quienes ejerciendo el poder se dan el lujo de no tener que torturar personalmente a los adversarios, porque cuentan con lacayos que lo hagan, se dan también quienes sin tener necesidad de hacerlo lo hacen, porque lo disfrutan. También entre los ejecutores se encuentra esta calaña y desde luego a medida que practican la tortura, se van identificando con ella, la llegan a disfrutar e inventan torturas.
Estoy cierto que no faltará quien, más bien quienes, como resultado de lo que escribo me tildarán de pinochetista y hasta de defensor de sus crímenes. Estoy dispuesto a pagar ese precio por el derecho a decir lo que seguidamente escribo.
En esta sociedad donde parece privar el concepto de lo “políticamente correcto”, cualquier anatema lanzado contra un personero de lo que en el argot político se descalifica como “la derecha”, cuenta con la bendición de esa cosa etérea que es la “opinión pública” y cuyos pareceres “parecen” merecer más respeto que la Torá, el Nuevo Testamento y el Corán. Me faltó agregar “juntos”. Si se trata en cambio de un personaje ubicado en la “izquierda” el mínimo roce de alguno de estos semidioses, debe venir precedido de una disculpa por ensombrecer a quienes están en el Olimpo, en el Nirvana, o en el Paraíso.
En la comparación de la ex-magistrada fue esto lo que me impactó. Ortega es un torturador y agrega “como Pinochet”. ¿Lo que constituye el peaje que debe ser pagado para que una crítica a un “político de izquierda” sea aceptable como “políticamente correcto? No, tan solo tolerable. Ortega es torturador no como Castro, ni como Stalin, ni como Mao, sino como Pinochet, aunque su ejercicio del poder por 16 años y medio exactos (11-9-73 al 11-3-90) no se compara con el de Castro (1-1-59 al 25-11-16) 57 años 10 meses y 24 días. Si hubieran sido tan solo nada más que el triple de Pinochet (49 años y medio) habrían finalizado el 1° de julio de 2008 y mi cumpleaños al día siguiente el 2 de julio, Dios mío el mejor regalo en toda mi vida.
Le ofrezco a la ex-magistrada una disculpa por haberme valido de su declaración para expresar algo que no tiene que ver con lo afirmado por ella, sino con lo que impera como norma ordinaria de comportamiento en nuestro hablar.