En estos tiempos de cuarentena, una de las actividades más frecuentes en las conversaciones digitales se centra en especular cuáles pueden ser las próximas acciones de Trump con respecto a la situación venezolana y cuál sería la eventual respuesta del régimen.
Sesudos análisis de expertos nacionales e internacionales pretenden configurar hipótesis sobre cómo se desarrrollará una eventual solución a la crisis venezolana. La más reciente apuesta es que todo va a depender de la campaña electoral norteamericana, según la que se especula que una eventual o posible derrota de Trump en noviembre, podría ser el escenario óptimo para el que se estaría preparando el régimen. Es decir, que según los expertos esto no se resuelve hasta finales del 2020.
Otra versión se basa en la reciente decisión de renovar por un lapso breve la autorización a Chevron y otras empresas norteamericanas activas para permanecer en Venezuela, pero sin hacer otra cosa que actividades de mantenimiento, ya que no pueden extraer o ayudar a extraer petróleo y mucho menos venderlo. Eso significaría que el gobierno norteamericano estaría anticipándose a una pronta solución de la crisis y por ello mantiene la presencia de sus empresas acá.
La tercera versión, la más pesimista, es que el régimen con el ingreso anunciado de 600.000 barriles de gasolina, estaría resolviendo su actual talón de Aquiles, es decir, deteniendo el explosivo asunto de la ausencia de combustible. Aunque, no se detienen a pensar que esa cantidad de barriles lo que puede resolver es, aproximadamente 8 días del consumo nacional actual.
Lo cierto es que las especulaciones pueden ser un interesante y entretenido ejercicio intelectual, pero siempre resulta azaroso predecir el futuro ya que es muy difícil conocer resultados cuando se está en una situación virtual de caos. Una mirada objetiva a nuestra realidad actual nos muestra una acumulación de crisis de todo orden, no sólo la generada por el Covid-19, que está entrando en su etapa efervescente, sino otras tan graves como la de carácter humanitario, la económica y la descomposición social.
Tal vez, podríamos aventurar un escenario posible pero imprevisible en el tiempo, que para dar un ejemplo histórico, sería lo ocurrido el 9 de noviembre de 1989 con el derrumbe del comunismo soviético, cuando cayó el muro de Berlín. Nadie imaginó, a pesar de que era obvia la inviabilidad del régimen moscovita, que este podría derrumbarse de la noche a la mañana, como en efecto ocurrió.
Cada quien puede basar sus esperanzas o desesperanzas en cualquiera de las hipótesis formuladas o por elaborar. Lo único cierto es que los hechos históricos no responden, necesariamente, a una lógica analítica, sino que ocurren, generalmente, por hechos imprevisibles.