Cerca de cinco millones de venezolanos han abandonado su país en los últimos tiempos para escapar de la crisis política y humanitaria. Colombia ha sido el principal receptor, con 1,6 millones de migrantes venezolanos, muchos de los cuales llevan ya varios años allí, por lo que sus necesidades empiezan a enfocarse más hacia la integración que a una respuesta de emergencia.
«Hemos tenido varias oleadas de migración venezolana», dice Carolina Melo, jefa de proyecto de Acción contra el Hambre (ACH) en Colombia, en Colombia para la atención de migrantes venezolanos, en una entrevista concedida a Europa Press.
Los primeros venezolanos comenzaron a salir en 2012 y 2013, en el ocaso del Gobierno de Hugo Chávez, cuando se vislumbraba un cambio político y un colapso económico. Entonces emigraron «las personas que tenían más posibilidades económicas, por lo que ahí no ha habido mayor dificultad», comenta.
«La dificultad son las migraciones recientes de personas que, en general, en Venezuela ya estaban en una condición de vulnerabilidad» por falta de acceso a comida o medicamentos y que han llegado a Colombia con necesidades de todo tipo, expone Melo.
«Llegan en situación de una profunda afectación a su salud», sobre todo los «caminantes», que viajan a pie desde Venezuela o ya dentro de Colombia para trasladarse desde ciudades fronterizas como Cúcuta a núcleos urbanos como Bogotá.
En su caso, «presentan padecimientos físicos de todo tipo». Objeto de especial preocupación son las mujeres embarazadas, que ya salen embarazadas de Venezuela o se quedan durante el camino, porque una vez en suelo colombiano «continúan la gestación sin ningún tipo de control prenatal, por lo que hay un altísimo riesgo de mortalidad materna».
ACH también dirige sus esfuerzos a los menores de 5 años en riesgo de desnutrición. Hasta ahora, menos del 4 por ciento de los 700 que ha atendido entre enero de 2018 y enero de 2020 estaban desnutridos, lo que les ha permitido poner el énfasis en la prevención, no solo de las «consecuencias físicas», sino de las «barreras» sociales, tales como un aprendizaje retardado que les impida «tomar las decisiones adecuadas» como adolescentes y adultos.
En los pocos casos de niños desnutridos, Acción contra el Hambre brinda «valoración nutricional y tratamiento para la recuperación nutricional» pero cuando la desnutrición deriva en enfermedades más complejas» se remiten al sistema de salud pública.
La otra pata es la salud mental. La ONG proporciona unos «primeros auxilios psicológicos» para sanar el impacto emocional del viaje y del nuevo contexto. Melo menciona, por ejemplo, los casos de violencia sexual contra las mujeres migrantes, bien en el viaje, bien en Colombia, así como de violencia de género «asociada a uniones con nacionales colombianos».
LIMBO LEGAL
La cooperante de ACH alude también a otro tipo de violencia, «podríamos llamarla institucional», que se da cuando los migrantes venezolanos no pueden acceder a servicios básicos por su estatus ilegal en Colombia.
Melo afirma que cada vez más el principal «desafío» de los migrantes venezolanos es sobreponerse a su «condición de irregularidad». «Casi la mitad de las personas que llegan al país» lo hacen de forma ilegal porque «ingresan por lugares no oficiales» –las llamadas ‘trochas’–, porque han perdido los documentos de viaje en el camino –«se los han robado»– o porque directamente salieron sin ellos de Venezuela.
Texto extraído de Notiamérica, para lectura completa haz click aquí
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