EL VENEZOLANO COLOMBIA
El tráfico de migrantes en América Latina se ha convertido en una de las crisis humanitarias más graves, transformándose en un próspero negocio para el crimen organizado. Desde la selva del Darién hasta las fronteras de México con Estados Unidos, la desesperación de cientos de miles de personas ha sido explotada a cambio de enormes beneficios económicos.
La Selva del Darién: El comienzo de la pesadilla
En la frontera entre Colombia y Panamá, la selva del Darién es el primer obstáculo mortal para muchos migrantes. Aquí, el Clan del Golfo domina el territorio, cobrando sumas exorbitantes por «seguridad» y el uso de ciertos caminos.
Migrantes como Alberto Yamarte de Venezuela han pagado hasta 1.800 dólares para cruzar esta zona, donde no solo se enfrentan a la naturaleza hostil sino también a secuestros y robos.
La ruta hacia México: Un camino de extorsión
La travesía continúa hacia Guatemala y México, donde la extorsión es moneda corriente. Ana María, una hondureña, pagó 250 dólares para ser llevada a Tapachula, evitando así secuestros. Sin embargo, este pago no es garantía de seguridad; la violencia y la explotación son constantes.
Los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación controlan estos movimientos, convirtiendo a los migrantes en mercancías.
Tapachula: El centro de operaciones criminales
En la ciudad mexicana de Tapachula, el negocio de los migrantes se intensifica. Aquí, los delincuentes gestionan todo, desde el alojamiento hasta el transporte, bajo la amenaza constante de secuestro si no se paga el rescate.
El padre Heyman Vázquez ha denunciado cómo la delincuencia organizada ha tomado el control absoluto de los movimientos migratorios, con una red que incluye desde coyotes hasta secuestradores.
El impacto económico y social
Este tráfico no solo impacta a los migrantes sino también a las economías locales. En Panamá, la migración ha transformado pequeñas comunidades en puntos de paso obligatorio, donde incluso las autoridades locales se benefician del flujo de personas.
En Canaán Membrillo, por ejemplo, lo que antes eran tiendas modestas ahora son comercios prósperos gracias a la venta de bienes a los migrantes.
La trampa de la deuda y la desesperación
Muchos migrantes, como Ericka Morales de Guatemala, incurren en deudas significativas para financiar su viaje, solo para ser deportados y enfrentar el desafío de pagar lo adeudado. La situación se agrava con promesas falsas en redes sociales y estafas con aplicaciones de asilo, sumando más capas a este laberinto de explotación.
El tráfico de migrantes en América Latina revela una crisis humanitaria que se ha convertido en una mina de oro para el crimen organizado. Las historias de Ana María, Alberto y muchos otros son testimonios de un sistema que, en lugar de ofrecer refugio, perpetúa la explotación y la desesperación de aquellos que buscan una vida mejor.