EL VENEZOLANO COLOMBIA | ACNUR
Escribir una postal es algo que ya casi nadie hace, pero, para seis personas refugiadas en Venezuela, este gesto en desuso se ha convertido en una manera de conectar con sus orígenes y vivencias, a veces cargadas de sufrimiento, reivindicando su presente, sus aportes a las comunidades que les dieron acogida, sus logros, y los anhelos para su futuro.
Viki
Viki, una refugiada colombiana que huyó de su país hace 18 años y que ahora es una activa integrante de la comunidad que la acogió en Venezuela, nos cuenta cómo ayuda a todos a conocer sus derechos, a alzar su voz y a no tener miedo a salir a la calle, como una vez ella lo tuvo, por desconocimiento. Diariamente, se abraza a su fe para llenar de agradecimiento su corazón y seguir adelante en su nuevo hogar.
Postal de Viki*.
© ACNUR/Jeanneizy García
“Me enseñaron y orientaron que sí tenía derechos como todo ser humano, que sí podía lograr mis metas en este lugar…Nunca es tarde para volver a empezar. Sí se puede lograr lo que tanto anhelamos”.
Viki*
Cloe
Cloe, otra refugiada colombiana, recuerda que cruzar la frontera no fue su decisión, ya que era apenas una niña de 12 años cuando se vio forzada a huir. Día tras día, extraña su casa, su calle, su escuela y los sueños que tenía para ella. Ahora, tras haber formado una familia, lucha diariamente para poder graduarse, cumplir sus metas en Venezuela y ser la mejor versión de sí misma para su familia.
Retrato de Cloe*en su nuevo hogar.
© ACNUR/Jeanneizy García
Sin embargo, luego de más de una década en el país y siendo refugiada reconocida, aún no ha podido obtener una cédula de identidad que le permita participar en el sistema de educación universitaria como cualquier otra persona. Puede entrar de oyente a clases, pero no puede optar aún a un título propio. No tener cédula es el obstáculo más grande en el camino entre lo que ella fue y lo que quiere ser.
Postal de Cloe*.
© ACNUR/Jeanneizy García
“Solo tú y yo sabemos que dejarás lo más lindo de tu niñez. No te preocupes, acá te espero”.
Cloe*
Carlos
Carlos, un refugiado colombiano que se encuentra actualmente en su proceso de retorno a su país luego de haber vivido 18 años en Venezuela, nos cuenta que en Colombia era un ingeniero metalúrgico reconocido y nos habla de cómo la vida te cambia en un segundo, de como nunca estás preparado para perder todo lo conocido mientras te sumerges en la incertidumbre de quién serás de ahora en adelante. Se refugia en la lectura y se refugia en el recuerdo de quién fue y de lo que sabe.
Lo más importante para Carlos* en su hogar: sus libros.
© ACNUR/Jeanneizy García
Retrato de Carlos* en su hogar.
© ACNUR/Jeanneizy García
Postal de Carlos*.
Lo más importante para Carlos* en su hogar: sus libros.
“Recuerdo que al partir, el mundo para ti aún se soñaba. Hoy parece nostalgia… Ahora, en la distancia, pronto sabrás que ella eres tú mismo”.
Carlos*
Flor
Flor, una refugiada sobreviviente de violencia de género que actualmente es líder comunitaria en su comunidad de acogida, nos expresa con alegría cómo, a pesar de las dificultades, está agradecida con Dios de poder tener una segunda oportunidad en Venezuela.
Retrato de Flor* en su hogar.
© ACNUR/Jeanneizy García
Ella relata que se siente más venezolana que colombiana y cuenta cómo sus días se llenan al poder ayudar a otras mujeres que han pasado por una situación similar a la suya, al reafirmarles su valor y darles a conocer sus derechos. Su único anhelo es poder tener su cédula para trabajar y garantizarle un mejor futuro a sus dos hijos y poder seguir creciendo con ellos a la altura de sus sueños.
Alexander
Alexander, un refugiado colombiano que trabaja desde su casa, nos abrió las puertas de su hogar para contarnos cómo ha podio rehacer su vida sin sentir miedo y angustia. Nos contó que vivió momentos muy difíciles para llegar a Venezuela y cómo todo valió la pena, porque ahora se siente en casa.
Con su postal, Alexander* abraza a ese joven lleno de miedos y ansiedad para llenarlo de esperanza con su realidad actual y transmitirle la alegría de la familia que ha construido en este país.
“Tienes ahora, desde donde te escribo, un hijo que te ama… alguien por quien luchar. Ahora estamos mejor y no tenemos miedo. Ese sufrimiento que pasaste quedó en el pasado”.
Alexander*
Lisbeth
Lisbeth, una refugiada colombiana que llegó a Venezuela con sus padres siendo muy joven, nos comenta los retos que vive a diario por no tener cédula de identidad. Sin embargo, con optimismo nos expresa cómo ha podido buscar opciones para garantizarle los estudios a sus tres hijos. Una de ellas es la venta de helados en su comunidad. Sonríe porque siente que es la madre que siempre quiso ser y agradece a sus padres por sacarla del contexto de violencia en el que se encontraba cuando era pequeña.
Estar en Venezuela me ha enseñado a valorar muchas cosas que uno a veces no sabe que existen. He tenido momentos duros, pero he sabido guerrear en vida”.