«Maximalismo y exageración como herramientas políticas» | Por: Claudio Fermín

➥ El autor es sociólogo y analista político

El debate secuestrado por los extremos genera ceguera e inconsciencia.

Muchos dirigentes y voceros se comportan como autómatas siguiendo instrucciones de cúpulas confrontadas cuyo único objetivo es la extinción del contrario, a quien se supone el único obstáculo para el desarrollo del país.

La polarización extrema es tan dañina que pareciera embrutecer a la gente.

La emigración es un gravísimo problema que padecemos los venezolanos y junto con el crecimiento de la pobreza, además de la depauperación de las clases medias, el argumento más contundente contra los precarios y dañinos resultados del gobierno de las últimas dos décadas. Pero si no acompañas el exabrupto argumental según el cual son 7 u 8 millones de emigrados entonces eres acusado por caletreros extremistas de gobiernero o de insensible, de vendido o colaboracionista. No importa que expliques una y otra vez que el asunto es igualmente de extrema gravedad sean 3 ó 4 millones los expatriados.

Hay una presión orquestada para que tengas que convenir que son 7 u 8 millones para calificar como opositor auténtico.

Cualquier conversación o debate carece de sentido si no usas superlativos, exageras las cifras o dices que Maduro es el peor gobernante que existe en el centenar y pico de naciones del planeta.

Hay una competencia feroz para ver quién hace el peor retrato de Venezuela. Y ese es el líder opositor reconocido. El que más calumnie u ofenda es quien se supone tiene más credibilidad y “garra”.

La verdad es que hay que tener paciencia franciscana para debatir con esos criterios de escasez mental, pero bueno, así es la democracia y la libertad de expresión. Ese es el escenario donde nos movemos quienes aquí en Venezuela trabajamos y luchamos noche y día por el cambio. No podemos fabricar uno a nuestro gusto. Ese es el que hay. Contra esas falsificaciones de la realidad es que hay que presentar hechos que sean verificables y permitan descifrar una ruta cierta para corregirlos y superarlos.

Insisto en que es falso que 7 millones de venezolanos se hayan ido de nuestra tierra en los últimos años. Eso equivaldría al 22 % de la población. Eso no es verdad.

Aunque de su familia se hayan ido casi todos, o de su edificio, esa proporción no se mantiene en todo el barrio, en toda la urbanización o vecindario, en todo el pueblo o el caserío.

Ese argumento no le gusta a los extremistas y a los guerreros del teclado les parece una alabanza mía hacia el gobierno. Les parece poco que hayan emigrado 3 millones de compatriotas, si es que esa fuera la cifra cercana a la realidad.
Y menos les gusta a los países y a los cazadores de ayuda humanitaria que se han cansado de conseguir centenares de millones de dólares “para solidarizarse” con los 7 millones de emigrados venezolanos.

Tienes, a juro, que repetir la cantaleta de que son 7 millones. Y ya verán como en la campaña electoral que se avecina la referencia será a 9 millones de expatriados, lo que repetirán sin cesar agencias internacionales de noticia e impondrán esa matriz de opinión. Si siguen por ese camino van a concluir en que los inscritos en el Registro Electoral somos sólo 10 millones de electores y no los 22 que actualmente aparecen registrados.

¿En qué ayuda eso al diagnóstico de la grave situación de Venezuela? En nada.

Por lo contrario, le resta seriedad a la política y a los necesarios planteamientos de cambio por los que luchamos la mayoría de los venezolanos.

La lucha es contra un gobierno deficiente, por una mejor conducción pública, pero también contra esa forma ramplona y absurda de hacer política para manipular y engañar.

El cambio es entonces un desafío más grande del que sospechan los repetidores de consignas vacías.

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