Con la designación de Armando Benedetti y de Félix Plasencia como embajadores de sus países en Venezuela y Colombia, se restablecen relaciones bilaterales que desde la llegada de Chávez han sufrido toda una serie de fracturas no solo por las divergencias políticas de los gobiernos de cada país, la presunta – y para muchos comprobada- incidencia del gobierno venezolano en el conflicto armado colombiano, sino también por la vulneración masiva de las libertades y derechos de los venezolanos víctimas de la diáspora a la que los ha condenado la dictadura Chavezmadurista.
Para nadie es un sorpresa la decisión del gobierno entrante de retomar las relaciones diplomáticas y comerciales entre Colombia y Venezuela, una medida que había sido anunciada por el ahora presidente Gustavo Petro durante su campaña hacia la presidencia, con un objetivo tanto económico como humanitario.
Aunque para muchos el sentimiento de esperanza y simbolismo que se vive en estos días en Colombia no tenga precedentes y exista una voluntad de hacer las paces con todo el mundo, lo cierto es que el país no debería retroceder en las medidas que ha adoptado para proteger a los expatriados venezolanos cuya preocupación es creciente después de la llegada de Petro al poder.
Está claro que era una necesidad apremiante recuperar las relaciones con Venezuela, por la razones ya conocidas, pero esto no se puede traducir en una complicidad implícita entre la dictadura de Maduro
MIEDO A UNA SEGUNDA MIGRACIÓN
El temor de los migrantes y los refugiados venezolanos en Colombia no es infundado, pues más allá de la clara afinidad política que existe entre Gustavo Petro y la izquierda latinoamericana, existe el miedo a que tengan que vivir una segunda migración como consecuencia de los acuerdos a los que puedan llegar el gobierno de Petro y la dictadura venezolana.
De entrada no se ha visto con buenos ojos la propuesta del nuevo gobierno de implementar un plan de retorno voluntario a su país de 2,3 millones de venezolanos, una idea que a juicio de diferentes expertos no ofrece ninguna garantía para quienes tuvieron que salir tanto por razones económicas como de seguridad.
En un tuit entusiasta Benedetti se compromete con Petro a alcanzar unas metas comerciales y de beneficios para colombianos que viven en la frontera, mensaje que debería generar interrogantes sobre cuál será la postura de Colombia frente a los demás temas de alta relevancia, que suponen la recuperación de las relaciones entre los dos países vecinos y que por ahora no se han mencionado, premiando los intereses económicos sobre una de las banderas del Pacto Histórico, como lo son los derechos humanos.
Está claro que era una necesidad apremiante recuperar las relaciones con Venezuela, por la razones ya conocidas, pero esto no se puede traducir en una complicidad implícita entre la dictadura de Maduro y el gobierno entrante de Colombia que se ha comprometido con todos los colombianos a respetar y garantizar el Estado social de derecho y las obligaciones internacionales derivadas de este.