¿Cómo contrarrestar la xenofobia contra los venezolanos en Colombia?

• La xenofobia es tan nueva en Colombia como la migración venezolana. Aún podemos hacer mucho por hacerle frente.

EV COLOMBIA | LA SILLA VACÍA

La xenofobia es un fenómeno social del que hace poco hablamos como propio en Colombia al ser la población venezolana el primer flujo migratorio de alto alcance que recibimos en el país. Ahora son más comunes los comentarios despectivos hacia los venezolanos y se les han atribuido problemas de seguridad y convivencia que, en muchos casos, carecen de cifras que lo puedan probar.

Más allá de analizar la xenofobia desde una perspectiva meramente académica, citar definiciones y normas que en Colombia prohíban la discriminación por nacionalidad, es oportuno enfocarse en las circunstancias que rodean al fenómeno.

Diego Chávez, consultor del Migration Policy Institute y experto en el tema, nos cuenta en Encuentro con la Migración que los prejuicios que los colombianos hemos generado sobre los venezolanos no suelen estar apoyados en evidencia.

Es apenas normal y esperable que a la llegada de un flujo migratorio con las características del venezolano: con una cantidad de personas apreciable, en un corto plazo, en condiciones de vulnerabilidad y con una gran precariedad económica, se generen reacciones por parte de la comunidad receptora. De hecho, según Diego Chávez, los temores mas comunes generados a partir de la llegada de un flujo migratorio son el miedo a la competencia por los recursos económicos, el miedo a la inseguridad física y el miedo a la pérdida de identidad nacional o cultural.

La lucha contra la xenofobia, al menos por parte del Estado colombiano, implica vislumbrar lo anterior. Es decir, no esperar que el fenómeno migratorio pase desapercibido ─entre otras cosas, porque invisibilizar también dificulta la integración─, sino abordar las reacciones generadas a partir del mismo. Significa tener en cuenta que hay preocupaciones que los colombianos tienen en torno a temas específicos de su cotidianidad como la economía, la seguridad, el empleo, entre otros. Abogar por la integración es concebirlas como válidas pero promover la premisa de que las causas de esos problemas no se relacionan con la llegada de extranjeros al país.

Los comentarios de parte de la comunidad receptora hacia los migrantes se amplifican, fundamentalmente, cuando ocurren hechos determinantes para la población venezolana como el anuncio de su regularización. Eventos de esta magnitud, en los que se hace explícito que Colombia reconoce la vocación de permanencia de los migrantes en territorio colombiano, se convierten en noticias que acaparan la atención de los ciudadanos y suscitan comentarios. En muchas ocasiones, negativos. Para ilustrar, según el Barómetro de la Xenofobia, con el anuncio del Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos en febrero, aumentaron en 1.552% los mensajes de xenofobia con relación al promedio diario del mismo mes, aunque también los de integración.

Debe haber políticas públicas destinadas a que dichas reacciones no se vuelvan nocivas para la comunidad extranjera al punto de llegar a hacer insostenible su sana convivencia. Ese escenario podría conllevar a una crisis social en el país que haría sumamente difícil la gobernabilidad.

Al momento en que escuchamos información, nuestra mente la asocia con el sujeto al que se refiere y no necesariamente hacemos un análisis profundo sobre la relación que establecemos entre ambos. Por ejemplo, un mensaje que coliga venezolanos e inseguridad tiene un gran poder de propagación y quienes lo replican no suelen analizarlo y comprobar su veracidad. Sobre todo, porque las palabras claves son las que calan en el imaginario y tenemos más dificultad de recordación con cifras o frases complejas.

Por eso es vital que líderes de opinión, autoridades y funcionarios públicos no den mensajes a medias o que no contengan información veraz, sino que evoquen un discurso de integración que sea pragmático y fácilmente replicable. Dichos mensajes terminan por insertarse en nuestro modo de percibir a los venezolanos y entorpecen la construcción de una otredad que los distancie de la comunidad receptora.

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