EL VENEZOLANO COLOMBIA
Cuando amanece y el sol comienza a iluminar las calles del barrio de Petare, la más grande y peligrosa de Venezuela, el artista urbano Jorge Echenique ya lleva horas despierto repasando las letras de las canciones en las que reivindica a este barrio deprimido.
Esa música, que identifica como rap y que aspira le ayude a rescatar vidas de la violencia que consume a la favela, le ha convertido en una especie de celebridad en su zona del enorme barrio caraqueño.
“Más allá de la violencia, Petare tiene muy buenas cosas. Tiene deportistas, maestros, actores, pintores, tiene mucho material”, dice Echenique en una conversación en La Dolorita, uno de los muchos sectores en los que se divide la favela.
El artista, que desde la adolescencia es conocido como “Mutombo” por su supuesto parecido con un mítico pivote que jugó en la NBA durante la década de 1990, grabó hace solo semanas el tema “valle de esperanza”, una deconstrucción de la pieza “valle de balas” de la banda de ska local Desorden Público.
“Ahora no es valle de balas / esa vamos a cambiarla / mostremos la parte buena / limpiemos la parte mala / esta es una historia larga / pero vamos a desglosarla / pongo mi grano de arena / para cambiar balas por libros / cambiemos los proyectiles / por textos y bibliotecas”, dice durante la canción, que interpreta junto a los artistas “Francia” y “Keko”.
Este tema vio la luz solo meses después de que un enfrentamiento entre bandas rivales -que dejó varios muertos- mantuviera en vilo a todo el barrio.
“No se puede ocultar (el sol) con un dedo; Petare sí tiene sus sectores que lamentablemente se encuentran en situación de violencia”, señala “Mutombo” sobre este fenómeno.
De acuerdo con la ONG Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), Venezuela fue el país que más muertes violentas reportó en 2020, con 11.891. Ese dato implica una tasa de 45,6 asesinatos por cada cien mil habitantes.
Es allí donde Echenique cree que su música puede ayudar a recuperar vidas y espacios, que su discurso y ejemplo pueden “incentivar a los muchachos a rescatar los valores”.
Sus acciones lo transforman en lo más parecido que hay a un líder positivo en Petare, un barrio en el que los peligros y las figuras negativas asociadas a la violencia acechan en cada esquina a jóvenes y viejos por igual.
Un cambio
A sus 34 años, Gerson Latán ya no se plantea abandonar Petare. Prefiere generar en los más jóvenes “un cambio” que termine por convertir la favela en una zona de paz.
“Espero un cambio”, dice a Efe convencido cuando relata acerca de su actividad musical y social dentro de la favela. “Yo, hace años, muy joven, fui golpeado por muchas circunstancias de la vida. Mi impulsador fue este instrumento”, agrega mientras muestra su guitarra, un elemento que cree le ayudará a cambiar mentalidades.
Cada día, Latán imparte clases de música a una veintena de jóvenes que coquetean con la delincuencia en el sector 19 de abril de Petare. Algunos se inician en la guitarra o la percusión. Otros reciben clases de vocalización.
Desde las escalinatas que dan a su precaria vivienda se aprecia, a los lejos, La Dolorita de “Mutombo”. Llegar hasta allá toma unos 15 minutos en motocicleta. Así de grande es esta favela que trepa un cerro y desde el cual se observa otro que los caraqueños veneran: El Ávila.
Pero desde la casa de Latán también se aprecian los edificios de clase media de La Urbina, un barrio cercano a Petare que no escapa a los problemas de Venezuela.
Echa un ojo a los edificios antes de reiterar que prefiere transformar su favela antes que abandonarla, antes de señalar que su misión es arrebatar, a través de la música, adeptos a la violencia.
“Nunca me he puesto (a considerar) salir del barrio porque yo digo que el problema no es el barrio, sino las personas que están en el barrio. Si no fuera así, de aquí no salieran licenciados, doctores, abogados, cantantes. El problema somos nosotros y yo quiero seguir ayudando jóvenes”, señala.
«Otro tipo de gente»
El carpintero sexagenario Ramón Pérez ha vivido toda su vida en Petare, el mismo barrio en el que un día, entre tragos y bromas con amigos, fundó hace más de 40 años la agrupación Improvisión, que interpreta temas de ritmos afrocaribeños como la salsa, la guaracha, el bolero y el son.
“De todo un poquito, como quien dice”, señala Pérez a Efe sobre los géneros favoritos de la agrupación, en la que pone la voz y toca varios de los instrumentos.
Para renovar cada tanto a los miembros de la banda y que “no se pierda la tradición”, así como para demostrar que “Petare no es solo malandros (delincuentes)”, los 8 integrantes de Improvisión imparten clases de música a los jóvenes del sector 19 de abril de Petare.
“Muchísimos”, dice Pérez como un lamento cuando recuerda a los jóvenes que se llevó la violencia y que el arte hubiera podido rescatar. “Que se pierdan es lo que estamos tratando de evitar”, advierte.
Por la edad de la plantilla, se puede notar que la última renovación en Improvisión ocurrió hace mucho. Casi todos sus integrantes rondan los 50 años. El más joven supera los 50.
Pérez recuerda a Efe que la edad no limita al músico, sino que lo potencia con experiencia. Pero las edades de estos músicos pudieran ser una barrera infranqueable para establecer un vínculo con las nuevas generaciones, más interesadas en los géneros urbanos.
Sin embargo, no abandona la idea rescatar a través de la música a los jóvenes que pudieran haber caído en la violencia, está convencido de las posibilidades de que “con ayuda pueda salir otro tipo de gente en Petare”.
Gente que prefiera la música en vez de las armas, las guitarras y los timbales en vez de las balas