En las circunstancias actuales en la que vivimos, son cada día más evidentes, en la inmensa mayoría de los venezolanos, los signos de una creciente desesperación porque no se acaba de ver la luz al final del túnel.
Eso es un fenómeno comprensible, porque resulta muy difícil comprender la cantidad de dimes y diretes, los fake news, las declaraciones contradictorias de algunos políticos, las amenazas y estupideces con los que se llenan a diario la boca las figuras prominentes del régimen. Incluso las aparentes contradicciones en el seno del gobierno norteamericano, entre halcones y palomas, si es que las hay. Y qué decir de los vaivenes de China y la cada vez más incómoda insensatez rusa.
Sin embargo, no todo es oscuro en el túnel. La luz, aunque parezca lejana, casi como de linterna, está cada vez más cercana, sobre todo por parte de una comunidad internacional que pareciera alcanzar acuerdos básicos para arbitrar una solución a la crisis venezolana y que debería servirnos de aliciente para mitigar nuestra desesperación.
Ya es mucho lo que se ha avanzado desde del 5 de enero de este año y si aún no hemos cruzado la meta no quiere decir que esta no esté ya casi al alcance de la mano.
Seguir desesperando nos llevará inexorablemente a la parálisis, lo que en ninguna forma ayudará a llegar antes al final de esta epopeya.