
EL VENEZOLANO COLOMBIA
Las recientes declaraciones del ex guardaespaldas Gustavo Graterol revelan el alcance de la influencia cubana en la vida política y personal de Nicolás Maduro.
Lo que parece un gobierno autónomo en Caracas, en realidad opera bajo estricta supervisión de inteligencia militar cubana, donde se mezcla el control tecnológico con rituales esotéricos y una cultura de espionaje permanente.
Un régimen vigilado desde la sombra
Graterol, quien prestó servicios en el entorno más cercano del mandatario venezolano, afirma que todo el círculo de seguridad está intervenido por personal de origen cubano, camuflado con insignias venezolanas.
Desde el manejo de información sensible hasta la seguridad alimentaria del presidente, todo es supervisado por agentes provenientes de La Habana. Médicos, cocineros y enfermeros responden a órdenes extranjeras, desplazándose a cualquier profesional nacional.
Prácticas ocultistas y control psicológico
Según el ex funcionario, cada martes y jueves se celebran en Miraflores ceremonias que recuerdan a rituales afrocubanos como la santería y el Palo Monte.
Estas sesiones, en las que se sacrifican animales y se manipulan restos humanos, son lideradas por especialistas conocidos como “brujos cubanos”, quienes estarían fichados en una base de datos centralizada. Estas prácticas no solo buscan protección espiritual, sino también inducir miedo y fidelidad entre los presentes.
El ojo que nunca parpadea
En las profundidades del palacio presidencial opera una sala secreta de monitoreo, con tecnología de última generación, dedicada a observar a tres blancos principales: el pueblo venezolano, los disidentes internos del régimen y el propio mandatario.
Con pantallas gigantes y un equipo humano bajo mando cubano, se rastrean movimientos, comunicaciones y posibles focos de oposición dentro y fuera del gobierno.
Refugios secretos y rutas de escape
Una de las revelaciones más sorprendentes apunta a la existencia de una residencia subterránea, conocida como “Los Pinos”. Inaccesible para sistemas de geolocalización, esta edificación de alta seguridad sustituye a la tradicional Casona presidencial. Desde allí parten seis túneles estratégicos, conectando con instalaciones militares y otros puntos clave, utilizados como rutas de huida en caso de emergencia. Solo un grupo reducido tiene conocimiento de estos accesorios, entre ellos, oficiales cubanos.
La Habana como centro de decisiones
Graterol no duda en afirmar que el verdadero poder no reside en Caracas, sino en Cuba. Cada comandante general venezolano tendría a su lado un asesor cubano, encargado de identificar voces críticas y neutralizarlas. Esta estructura paralela de control, diseñada por La Habana, asegura la permanencia de Maduro al frente del Ejecutivo, mientras reduce la soberanía del país a niveles mínimos.
Aunque aún queda por conocerse cómo Graterol logró salir del círculo de seguridad sin consecuencias visibles, sus declaraciones son una ventana a los mecanismos ocultos de un poder que se resguarda más en la superstición, la vigilancia y la obediencia externa que en la legitimidad política.