“Las fakes news se propagan más fácilmente cuando las personas que defienden la verdad son judicializadas [llamándolas terroristas] o cuando son reprimidas”.
Anne Applebaum
La historia reciente de Venezuela nos ha presentado un escenario crítico en el que los valores democráticos y los derechos humanos han sido sistemáticamente erosionados.
Sin embargo, la lucha por la libertad sigue vigente, liderada por María Corina Machado, símbolo de resistencia y valentía, quien ha logrado lo que muchos consideraban imposible: movilizar al pueblo venezolano para desafiar abiertamente al régimen autoritario de Nicolás Maduro.
Hoy, en un contexto global en el que la democracia enfrenta amenazas desde varios frentes, resulta indispensable analizar este proceso bajo un marco que permita comprender su relevancia y potencial transformador.
Para ello usaremos la Ventana de Overton. Este modelo permite entender cómo las ideas políticas se desplazan entre lo impensable y lo políticamente aceptable. En el caso venezolano, lo que antes fue considerado una quimera –el fin del régimen de Maduro a través de elecciones– pasó a ser un escenario realista y cada vez más aceptado, no solo en Venezuela, sino en la comunidad internacional.
Este cambio, sin embargo, no es automático. Es el resultado de un proceso en el cual actores clave, como María Corina Machado, Edmundo González Urrutia y el propio pueblo venezolano, han transformado la narrativa, moviendo los parámetros del consenso social hacia una nueva normalidad democrática.
El punto de partida: lo impensable
Hace apenas unos años, la idea de que la oposición venezolana pudiera organizarse de manera efectiva y desafiar al régimen de Maduro parecía imposible. El escepticismo no solo reinaba entre los propios venezolanos, sino también entre la comunidad internacional. En Europa y América Latina, la narrativa dominante era que el régimen de Maduro se mantendría indefinidamente en el poder, sostenido por la represión interna y la fragmentación de la oposición.
En este contexto, el coraje de figuras como María Corina fue decisivo para cambiar la percepción pública. Su capacidad para movilizar a las fuerzas democráticas y mantener una postura firme frente a la represión permitió que la idea de una alternativa democrática dejara de ser una fantasía y comenzara a ser vista como un proyecto viable.
De lo radical a lo aceptable: la resistencia latente
El proceso de extender la frontera de lo políticamente viable no se detiene en cambiar percepciones, sino en transformar lo que era radical en algo aceptable. A medida que las fuerzas democráticas comenzaron a consolidarse y el régimen de Maduro mostró sus debilidades, el discurso que plantea un cambio político en Venezuela pasó de lo radical a lo plausible.
El propio pueblo venezolano demostró su valentía al acudir masivamente a las urnas, desafiando la maquinaria del régimen. Este acto, profundamente democrático, fue un golpe directo al corazón del madurismo, que subestimó la voluntad de los ciudadanos.
La narrativa del escepticismo ha sido reemplazada por una nueva realidad: el pueblo venezolano ha demostrado estar listo para el cambio. Esta idea ha ganado fuerza y hoy muchos, en Europa y América Latina, ven con claridad que el cambio es posible. El régimen de Maduro, lejos de consolidarse, ha intensificado la represión, lo cual es un síntoma de su fragilidad y desesperación.
Lo sensato y popular: el llamado a la solidaridad internacional
A medida que se desplazan los márgenes de lo admisible, el apoyo a la democracia en Venezuela no solo se ha vuelto aceptable, sino también sensato y popular. La narrativa ya no se centra únicamente en que los problemas internos de Venezuela son un asunto ajeno, que se puede resolver de manera local, sino que apela a la solidaridad internacional, particularmente desde Europa y Estados Unidos.
Aquí, el discurso político ha pasado a incluir comparaciones con el apoyo a Ucrania ante la invasión de Putin, cuestionando cómo es posible que Occidente defienda con firmeza la soberanía de un país frente a la agresión externa, pero mantenga una posición tibia respecto al pueblo venezolano que lucha por los valores occidentales dentro de sus propias fronteras.
El Partido Popular de España ha sido recientemente claro en este aspecto, al destacar que la mayoría del pueblo español apoya firmemente a los demócratas en Venezuela. Sin embargo, el desafío no es solo retórico. Es imperativo que los gobiernos europeos y latinoamericanos reconozcan formalmente la victoria de la oposición y actúen en consecuencia. De lo contrario, corren el riesgo de quedar atrapados en una narrativa tibia y equidistante que ha permitido que el régimen de Chávez-Maduro se mantenga en el poder durante más de dos décadas.
Lo político: la denuncia de Maduro y el camino hacia la justicia
El siguiente paso en este proceso es la acción política concreta y coordinada con las fuerzas democráticas. No basta con reconocer la legitimidad de la oposición venezolana, es necesario actuar para defenderla. Aquí, el llamado es claro: la comunidad internacional debe llevar a Nicolás Maduro ante la Corte Penal Internacional por sus crímenes contra la humanidad. Esta medida, que antes se consideraba radical, se mueve dentro del espectro de ideas tolerables y es vista no solo como aceptable, sino como una política necesaria e inevitable.
En este sentido, la denuncia en contra de Maduro no es solo una cuestión de justicia, sino una estrategia para acelerar la transición democrática en Venezuela. Al intensificar la presión internacional, los gobiernos democráticos pueden debilitar aún más al régimen y ofrecer una salida al pueblo venezolano que ya ha demostrado su disposición a luchar por la libertad.
Conclusión: el futuro de la democracia en Venezuela
El desplazamiento de los márgenes de lo admisible en Venezuela es un ejemplo claro de cómo las ideas políticas pueden transformarse a lo largo del tiempo, pasando de lo impensable a lo políticamente factible. El liderazgo de María Corina Machado, Edmundo González Urrutia y la determinación del pueblo venezolano han sido fundamentales para este proceso. Hoy, la posibilidad de una Venezuela democrática está más cerca que nunca.
Sin embargo, esta transformación no puede ocurrir en el vacío. La comunidad internacional, y en particular Estados Unidos, Argentina, la ONU, la OEA, la Unión Europea y en particular España, tienen un papel crucial en este proceso. El reconocimiento del triunfo de la soberanía popular, el apoyo a la denuncia de Maduro ante la Corte Penal Internacional y el fortalecimiento de la presión diplomática son pasos esenciales para consolidar el cambio en Venezuela.
La historia ha demostrado que la libertad y la democracia nunca se entregan de manera gratuita. En Venezuela, el pueblo ha pagado un alto precio en su lucha por estos ideales. Ahora, corresponde a la comunidad internacional estar a la altura de las circunstancias y apoyar activamente la transición hacia un futuro democrático.