EV COLOMBIA | ONU OIM
El Proyecto Migrantes Desaparecidos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha registrado más de 3.000 muertes en las rutas migratorias de todo el mundo hasta este momento en 2020.
A pesar de la pandemia de COVID-19 y las numerosas restricciones a los viajes implementadas en las fronteras de todo el mundo en un intento por controlar la propagación del virus, cientos de miles de personas siguieron yéndose de sus hogares y embarcándose en peligrosas travesías a través de mares y desiertos.
Si bien la cantidad total de personas que se cree han perdido la vida en 2020 es menor que la registrada en años anteriores, algunas rutas han visto aumentar el número de decesos. Por ejemplo es de destacar que al menos unas 593 personas murieron en ruta hacia las Islas Canarias en España hasta ahora en 2020, en comparación con las 210 que fueron registradas en 2019 y 45 en 2028.
Un aumento en las muertes de migrantes también se registró en América del Sur en 2020 en comparación con años anteriores, con al menos 104 personas que perdieron la vida – la mayor parte de ellas migrantes venezolanos – en comparación con menos de 40 en años anteriores.
CAÍDOS EN LA RUTA MIGRATORIA
Al menos 1.773 personas murieron camino a Europa este año, siendo este continente el que registra la mayor cantidad de fatalidades de todo el mundo, una tendencia que ha continuado desde 2014 cuando el Proyecto Migrantes Desaparecidos comenzó a recopilar este tipo de información.
Cerca de 381 hombres, mujeres y menores perdieron la vida en la frontera entre los Estados Unidos y México, otras 245 fallecieron en el sudeste de Asia – la mayor parte de ellos refugiados rohingya que viajaban por vía marítima desde Myanmar y Bangladesh rumbo a Malasia, Tailandia e Indonesia – en tanto que otras 143 y 112 personas fallecieron en el Caribe y en el Medio Oriente respectivamente.
“La gente siguió perdiendo la vida en viajes de migración irregular a pesar de las numerosas restricciones a los viajes decretadas en 2020, lo cual demuestra la necesidad de contar con opciones para migrar que sean más seguras y regulares”, dijo Frank Laczko, Director del Centro de Análisis de Datos Mundiales sobre la Migración de la OIM, en cuyo seno funciona el Proyecto Migrantes Desaparecidos.
“Detrás de cada una de estas cifras hay una vida que se perdió sin necesidad, y una familia que ahora está llorando al familiar que ha perdido”.
El descenso en la cantidad de muertes de migrantes no necesariamente es indicador de que la cantidad de vidas perdidas realmente decreció en 2020 puesto que la COVID-19 también ha implicado cambios muy importantes en cuanto a la disponibilidad de datos sobre fallecimientos durante la migración y en cuanto a la capacidad de monitorear determinadas rutas.
MUERTES NO INFORMADAS DE MIGRANTES
Incluso antes de la pandemia, las muertes de los migrantes no eran informadas o no los informes eran incompletos. Durante la pandemia de COVID-19 muchos de los obstáculos para recopilar tales datos han aumentado. En el año 2020 por ejemplo, no se tuvo acceso a informes compilados a partir de encuestas hechas a migrantes que podrían haber sido testigos de alguna muerte. Tales datos obtenidos por encuestas con frecuencia son la única fuente de información en regiones remotas tales como el Desierto del Sahara.
Estos desafíos en materia de datos son ejemplificados por la cantidad de naufragios invisibles que no se han podido confirmar – embarcaciones que se han esfumado sin dejar sobrevivientes –registrados en rutas migratorias marítimas a Europa en 2020.
De acuerdo con registros internos de la OIM, al menos 14 de tales casos, totalizando cera de 600 vidas adicionales que se han perdido, no están incluidos en los registros del Proyecto Migrantes Desaparecidos debido a que falta una información de confirmación que es necesaria para registrar alguna muerte de acuerdo con la metodología del proyecto. Los informes sobre naufragios invisibles generalmente proceden de llamados de emergencia y de informes de parientes desaparecidos aportados por ONG que documentan tales casos de manera meticulosa.
“Los problemas vinculados a la recopilación de datos sobre muertes y desapariciones de migrantes en 2020 son representativos de los grandes desafíos para compilar datos sobre migración que se plantearon desde que comenzó la pandemia de COVID-19”, dijo Laczko, “y se necesitan cuanto antes mejores datos sobre la migración para comprender las vulnerabilidades y las contribuciones de los migrantes durante la pandemia”.
Hasta inicios del 2021, las tendencias y los desafíos para recopilar información que se han visto indican que hasta las más estrictas restricciones a los viajes no detienen la migración irregular, ni tampoco evitan las pérdidas de vidas sin sentido en estas rutas tan peligrosas. La continuación de estas muertes en todo el mundo muestra la urgente necesidad de contar con otros caminos para la migración regular y segura.
LA HISTORIA DE HOOSIN
Hossin Ochlih tenía solamente 21 años cuando perdió la vida camino a las Islas Canarias en España el 24 de noviembre. Era el más joven de cinco hermanos, y según uno de ellos él era el más chistoso y amoroso, el que siempre se metía en problemas para ayudar a sus vecinos más pobres. Hablaba español porque sus abuelos paternos eran españoles, y a menudo compartía un café y un cigarro con el propietario del bar madrileño en el vecindario Sidi Ifni en donde creció.
Como muchos otros, Hossin se fue de su casa sin decirle nada a su familia. Su madre aún espera que se haya tratado de un error y que Hossin haya sobrevivido al naufragio. Su familia no ha podido repatriar sus restos desde las Islas Canarias ya que no pueden pagar los 4.500 euros que tal trámite implica.
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