EL VENEZOLANO COLOMBIA | LA OPINIÓN
“Si no se toman acciones inmediatas la situación se podría salir de las manos. Van a padecer muchos caminantes al tratar de pasar el páramo de Berlín”, sentenció Martha Duque Vera, quien desde hace varios años brinda atención humanitaria a los caminantes venezolanos.
La líder social recordó que es la misma radiografía que se vivió en Pamplona hace cuatro años, cuando llegaron masivamente los ciudadanos del vecino país.
Ella, fue la primera que empezó ofreciéndoles alimentos, refrigerios, ropa y alojo a las mujeres y niños en un improvisado refugio al lado del río Pamplonita.
Después habilitó espacios en su residencia del barrio Chíchira en donde les proporcionaba refrigerios, comida y un techo seguro para que retomaran fuerzas y siguieran caminado con rumbo al interior del país.
Durante ese tiempo y ante el número creciente de caminantes en la ciudad se habilitaron cuatro albergues o puntos de atención.
Llegaron también las organizaciones internacionales, nacionales y locales que estaban pendientes de la situación de los migrantes.
En mayo de este año por la emergencia de la COVID-19 y por no cumplir con las normas sanitarias, los organismos de salud optaron por cerrar las casas de paso de Martha Duque, Vanessa, Douglas y Chirimoya.
Hasta la fecha esos inmuebles no han vuelto a atender a quienes llegan cansados y hambrientos, después de caminar desde la frontera.
Duque, quien se mostró triste, dijo que están pasando entre 300 y 350 caminantes diariamente y que cuando llegan a Pamplona, no tienen alimentos y en dónde descansar.
En las noches, todos duermen en los andenes, al pie de un cerro y algunos al costado de la carretera, expuestos a los vehículos pesados.
Los niños, jóvenes y personas adultas deben soportar durante la noche el inclemente frío y muchas veces la lluvia.
“La necesidad de comida, dormida y salud nadie las está cubriendo. Esta es lo que más necesitan quienes están llegando con muchos niños y mujeres embarazadas”, sostuvo.
Le llama la atención que no tiene los medios para movilizarse hacia el interior y muchos arriesgan la vida al subirse a los carrotanques.
Preocupado
Los albergues se encuentran cerrados y solo hay algunas entregas de alimentos y kit de aseo personal.
Al alcalde de Pamplona, Humberto Pisciotti le preocupa el fenómeno migratorio y considera que la crisis se agudizará más, si en noviembre se abre la frontera.
“Yo reclamo que exista una verdadera política pública por parte del Estado y de las organizaciones internacionales para que se atiendan los conflictos generados por la migración”, afirmó.
En caso de Pamplona, dijo que la ciudadanía se cansó de ver el abandono que se tiene el municipio y el gobierno nacional no resuelve los problemas que se suscitan con quienes pernoctan o deciden quedarse a vivir en la ciudad.
El mandatario municipal aseguró que les han dejado toda la responsabilidad social a los pamploneses.
Advirtió que en esta oportunidad no quiere más reuniones, diagnósticos, discursos, ni fotos para justificar acciones no dan resultados.
Recalcó que los albergues no se van a abrir y que la responsabilidad de la migración es del Estado colombiano.
Con dificultades
Jesús Alberto Aguilar, de 26 años, de profesión albañil, llegó a la entrada de Pamplona, exhausto. No podía dar un paso más. Solo se sostenía de un bastón.
El muñón de la pierna izquierda, en el que encaja la prótesis, estaba a punto de estallar. Hace 9 años en un accidente de tránsito perdió el parte del miembro inferior.
“Voy a descansar uno o dos días más para poder seguir el viaje. Mi meta es llegar a Pereira en donde me espera un hermano”, indicó en medio de la tristeza al tener que dejar su población natal, Araure (Estado Portuguesa).
