Educación con fisuras: estudiantes venezolanos enfrentan barreras en Bogotá

◉ A pesar del acceso a cupos escolares, miles de niños migrantes enfrentan exclusión, discriminación y falta de adaptación pedagógica

EL VENEZOLANO COLOMBIA

A pesar de los avances formales en cobertura escolar, miles de menores venezolanos inscritos en instituciones oficiales de Bogotá siguen enfrentando múltiples desafíos para integrarse plenamente al sistema educativo.

Una investigación reciente alerta sobre los vacíos en políticas de inclusión y la falta de adecuación pedagógica que impide garantizar una experiencia educativa justa y equitativa para esta población.

Estadísticas que no reflejan la realidad del aula

De acuerdo con cifras oficiales, el 94,7 % de los más de 62.000 niños y adolescentes venezolanos en Bogotá están matriculados en escuelas públicas.

Sin embargo, un análisis liderado por el sociólogo Johan Sebastián Bonilla, de la Universidad Nacional de Colombia, evidencia que el acceso no ha ido acompañado de las transformaciones necesarias para atender las particularidades de estos estudiantes.

Educadores sin herramientas para integrar

Una de las principales falencias identificadas es la escasa preparación del cuerpo docente. Muchos profesores desconocen la historia de vida, la cultura de origen y las rupturas académicas que afectan a estos niños. En consecuencia, se reproduce una enseñanza estandarizada que invisibiliza la diversidad en el aula y limita el aprendizaje significativo.

“El sistema sigue centrado en una lógica nacional. Falta formación que permita comprender la experiencia migratoria y adaptarse a ella”, explica Bonilla.

Clima escolar condicionado por prejuicios

Aunque las políticas educativas garantizan el derecho a la matrícula, dentro de las aulas persisten expresiones de rechazo, estigmas y conductas discriminatorias. Estos gestos, muchas veces silenciosos pero persistentes, deterioran la convivencia y provocan sentimientos de exclusión en los estudiantes venezolanos, afectando su rendimiento y permanencia.

La presencia de estos alumnos, lejos de motivar una renovación pedagógica, ha sido asumida como un desafío logístico más, sin el acompañamiento necesario para transformar prácticas escolares.

Currículos desconectados y aulas rígidas

Otro de los aspectos críticos es la falta de contenidos que reconozcan las trayectorias educativas interrumpidas o las experiencias culturales distintas. Los planes de estudio no han sido modificados para incorporar visiones interculturales, lo que profundiza la desconexión entre lo que se enseña y lo que viven estos jóvenes.

Bonilla introduce el término “polivictimización” para describir cómo se acumulan distintos tipos de exclusión sobre un mismo estudiante: nacionalidad, pobreza, género u orientación sexual, lo que agrava su situación emocional y educativa.

Un llamado a transformar el modelo educativo

La investigación concluye que no basta con permitir la inscripción: se requiere una reforma profunda en las metodologías, los contenidos y el rol docente. Bonilla sugiere que las aulas deben repensarse como espacios de diversidad, donde las políticas públicas se traduzcan en acciones concretas, y donde cada alumno, sin importar su origen, pueda aprender en condiciones de equidad y respeto.

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