
EL VENEZOLANO COLOMBIA
Luigi Antonio Holguín, un joven trabajador de La Palmita, en el estado Táchira, dejó atrás su hogar con la esperanza de un mejor futuro. Junto a su hermana y su sobrino de cinco años, emprendieron una travesía llena de incertidumbre y peligros hacia Estados Unidos. Su único objetivo era encontrar mejores oportunidades y apoyar a su familia.
Aprendió el oficio de la construcción y la soldadura desde joven, trabajando junto a su padre. Sin antecedentes penales y con una vida dedicada al esfuerzo, jamás imaginó que su camino estaría marcado por la desconfianza y el prejuicio.
El peligro en el trayecto
El cruce por México resultó ser una experiencia aterradora. En Ciudad Juárez, la familia fue interceptada por grupos armados. Con apenas un limón como alimento, el hambre y el miedo se apoderaron del pequeño grupo. Sin embargo, lograron llegar a la frontera, donde Luigi ingresó a Estados Unidos mediante el programa CBP One, una aplicación que permite a los migrantes solicitar citas para presentarse en los puertos de entrada.
Lejos de encontrar refugio, Luigi fue detenido y trasladado a varios centros de reclusión, donde permaneció durante 83 días. Lo que debió ser un proceso administrativo se convirtió en una pesadilla, marcada por la incertidumbre y el maltrato.
Señalado sin pruebas
El verdadero calvario comenzó cuando las autoridades migratorias lo vincularon erróneamente con la banda criminal Tren de Aragua. El motivo: sus tatuajes.
«Para ellos, todos éramos del Tren de Aragua», relató Luigi, quien llevaba en la piel símbolos personales, como la bandera de Venezuela, una rosa y los nombres de su madre e hija. Sin embargo, estas marcas fueron suficientes para que las autoridades lo catalogaran como un delincuente.
Otros migrantes en su misma situación sufrieron el mismo trato, sin importar su historial limpio ni sus intenciones de trabajar honestamente. A algunos les aseguraban que serían enviados a El Salvador o incluso a la prisión de Guantánamo, alimentando el temor y la desesperación.
El alto costo de la incertidumbre
Mientras Luigi vivía el tormento de la detención, su familia en Venezuela enfrentaba la angustia de no saber su paradero y la carga económica de intentar comunicarse con él. Entre trámites, abogados y llamadas, lograron reunir cerca de 18 mil dólares, una suma imposible de costear para muchas familias en situaciones similares.
«Había detenidos que llevaban meses sin poder hablar con sus seres queridos por lo costoso de las llamadas», relató.
El inesperado regreso a casa
Cuando Luigi y otros migrantes fueron informados de su deportación, inicialmente les dijeron que serían enviados al Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) en El Salvador. Sin embargo, un cambio de última hora calculado que su destino sería Venezuela.
Al llegar a su país natal, fue recibido por funcionarios del gobierno y trasladado a un hotel antes de reencontrarse con su familia en Táchira. Su madre, quien había sufrido la angustia de su desaparición, lo recibió con alivio y emoción.
Ahora, de vuelta en La Palmita, Luigi reflexiona sobre la experiencia y promete quedarse junto a su madre, retribuyéndole el apoyo y la fortaleza que tuvo durante su ausencia. Lo que comenzó como un sueño de progreso se convirtió en una dura lección sobre las dificultades de la migración y la lucha contra los prejuicios.
