
EL VENEZOLANO COLOMBIA
La migración, históricamente asociada al deseo de alcanzar mejores oportunidades, está tomando un giro inesperado en América Latina. En los muelles de Urabá, Colombia, cientos de extranjeros desembarcan a diario en un viaje de regreso a sus países de origen.
Este fenómeno, conocido como migración inversa, ha cobrado fuerza tras el endurecimiento de las políticas migratorias en Estados Unidos, lo que ha dejado a miles de personas varadas sin posibilidad de avanzar hacia su destino soñado.
El regreso forzado de miles de migrantes
Cada día, unos 300 migrantes llegan a los muelles de Turbo y Necoclí, procedentes de Panamá. La mayoría de ellos son venezolanos que, tras meses de espera en México, han visto frustradas sus esperanzas de ingresar a territorio estadounidense. La eliminación de programas de asilo y la militarización de las fronteras han hecho que muchas familias se vean obligadas a separarse, con algunos miembros logrando entrar mientras otros quedan rezagados.
Eva Ramírez, una migrante venezolana, relató su difícil experiencia: “Mi esposo sí logró pasar el año pasado, pero nosotras no pudimos entrar. Nuestra familia, como tantas otras, quedó dividida”.
Una travesía peligrosa y costosa
El retorno no es sencillo ni gratuito. Aquellos con recursos pueden costear un viaje en transporte privado desde México hasta Costa Rica. Sin embargo, muchos sin dinero suficiente se ven obligados a organizar caravanas y enfrentar controles migratorios en distintos países.
El trayecto marítimo desde Panamá hasta Colombia se ha convertido en la única opción para quienes buscan regresar. Desde la provincia de Colón, los migrantes abordan embarcaciones de carga de madera, en un recorrido que puede durar hasta dos días en condiciones precarias.
Kimberly Pereira, quien hizo la travesía, describió la angustia vivida: “Fue una experiencia terrible. Estuvimos dos días en el mar y la primera noche quedamos a la deriva, sin saber si llegaríamos”.
Urabá: punto clave en la ruta de retorno
La primera parada en territorio colombiano es La Miel, una zona fronteriza donde son trasladados en lanchas hasta Capurganá. Desde allí, pequeños vehículos los llevan a Acandí, donde deben tomar nuevas embarcaciones hacia los muelles de Urabá. Al llegar a Turbo o Necoclí, continúan su camino por tierra con la esperanza de alcanzar su país de origen y comenzar de nuevo.
Paola Méndez, otra migrante venezolana, expresó resignación sobre su situación: “Regresamos a Venezuela a empezar desde cero. No nos queda otra opción”.
Una tendencia en aumento
El flujo migratorio inverso sigue creciendo. En menos de una semana, se ha registrado la llegada de 2.500 migrantes a Panamá con la intención de regresar. En los muelles de Urabá, el número de desembarcos diarios no deja de aumentar, evidenciando el impacto de las nuevas políticas migratorias y la dura realidad de miles de personas que vieron frustrado su anhelo de una vida mejor.