Mano, tengo fe | Por Antonio de la Cruz

➥ El autor es especialista en economía y petróleo y Director Ejecutivo de Inter American Trends

La fe es la certeza de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve”. Hebreos 11:1

En un país donde la esperanza y la fe son necesarias para enfrentar los desafíos diarios, la frase «Mano, tengo fe» ha emergido como un símbolo de unidad y resiliencia. Originada como un meme en 2020 y popularizada entre los seguidores de la Vinotinto durante las eliminatorias para el Mundial de Fútbol 2026, esta expresión ha trascendido las barreras del deporte para convertirse en una herramienta poderosa en el ámbito político.

En los evangelios se relata cómo Jesús, en su propia tierra, no pudo realizar milagros debido a la falta de fe de su gente. Este hecho no solo sorprendió al Hijo de Dios, sino que también subraya una verdad esencial: los hechos extraordinarios y maravillosos, así como la transformación que pueden causar, están profundamente ligados a la fe de las personas. Hoy, Venezuela se encuentra en una encrucijada similar a la del Señor, donde creer en el cambio es crucial para el futuro. Y, en este contexto, la figura de María Corina Machado emerge como un símbolo de esa esperanza y humildad necesaria para la transformación de Venezuela.

María Corina, la líder de las fuerzas democráticas después de las primarias del 22 de octubre, ha contagiado a lo largo y ancho del país esa confianza tremenda que tiene en el cambio que conducirá al país a la prosperidad. Su lucha incansable contra una tiranía se asemeja a la batalla espiritual que requiere fe en tiempos de adversidad. Como Jesús enseñó, la verdadera fe no se trata de esperar milagros fáciles, sino de confiar profundamente en la justicia y la verdad, a pesar de las dificultades.

La humildad y la debilidad son conceptos que el mundo político a menudo rechaza, asociándolos con la derrota. Sin embargo, como nos recuerda san Pablo, la verdadera fortaleza consiste en vencer el temor y huir de la temeridad. María Corina Machado encarna esta enseñanza al reconocer abiertamente las debilidades y desafíos que enfrenta, no como signos de fracaso, sino como oportunidades para fortalecer su fe y su determinación de que “vamos a ganar”.

La líder de Vente Venezuela ha mostrado una clara conciencia de su lugar en la lucha por la libertad del país, comprendiendo que su papel, aunque significativo, es solo una parte del gran movimiento por el cambio que demanda la soberanía popular. Su humildad ante la magnitud del desafío es lo que la mantiene firme y centrada en sus objetivos.

Jesús, desde su nacimiento en un pesebre hasta su sacrificio en la cruz, es el ejemplo supremo de poder en la debilidad. Del mismo modo, el liderazgo de María Corina Machado no se basa en la fuerza bruta o el poder político convencional, sino en la fortaleza moral e integridad para enfrentar una lucha espiritual entre el bien y el mal. Su capacidad para permanecer firme en sus convicciones, a pesar de la persecución y las dificultades, es un testimonio de su compromiso con los principios de justicia y libertad.

El sacrificio de Jesús en la cruz es un acto de redención universal, un recordatorio de que el verdadero poder reside en el sacrificio por el bien de los demás. María Corina ha demostrado una disposición similar a sacrificar su seguridad personal y su bienestar por el futuro del país, lo que deja en evidencia su compromiso profundo con la redención y el bienestar colectivo.

Además, la Eucaristía, donde Jesús se manifiesta en formas humildes de pan y vino, nos enseña que la verdadera grandeza a menudo se encuentra en lo más simple. Así, el liderazgo de Machado, aunque a menudo desestimado por sus oponentes, representa una fuerza poderosa.

María Corina Machado nos recuerda que en tiempos de desesperación y lucha es precisamente este convencimiento de que sí se puede la que lo que conduce a una transformación real.

A tres domingos de la elección presidencial, la confianza en María Corina marca la diferencia entre la desesperación y la resiliencia. «Mano, tengo fe» no es solo una frase; es el reflejo de la tenacidad del pueblo venezolano, una manifestación de que esta vez se acabó el miedo y la unidad no tiene otra salida que la victoria. Este lema fortalece el tejido social y cultural de la nación que, a pesar de las adversidades, sigue creyendo en un futuro mejor, de la mano de Edmundo González y María Corina.

Al final del día, «Mano, tengo fe» es más que una simple consigna; se ha transformado en un grito de lucha, un recordatorio de que, juntos, los venezolanos podemos enfrentar cualquier desafío que se nos presente el 28 de julio.

Nuestra confianza en que lograremos el cambio que ansía todo el pueblo debe ser proclamada con la misma convicción con la que rezamos el Credo. Es en esta unidad que encontraremos la fuerza que nos permitirá superar los desafíos para reconstruir el país. En el liderazgo de María Corina Machado vemos un ejemplo vivo de cómo la fe, la humildad y la determinación pueden allanar el camino hacia el renacimiento de Venezuela.

“Mano, tengo fe”.

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