EL VENEZOLANO COLOMBIA
En la frontera que une a Táchira con Norte de Santander, se encuentran los llamados puentes no formales o puentes improvisados, estructuras rudimentarias construidas en las trochas más transitadas.
Estos puentes, hechos de madera y otros materiales, representan una conexión vital entre comunidades separadas por el río Táchira, pero también encarnan riesgos y desafíos para quienes los atraviesan.
Estructuras claves en las trochas
Los puentes no formales son elementos clave en las trochas más conocidas de la frontera, como Las Pampas, La Platanera y La Siete.
A lo largo de más de siete años, han sido utilizados por miles de personas como una vía para cruzar la frontera de manera más directa.
Riesgos y desafíos
Estas estructuras, construidas con materiales improvisados, enfrentan constantemente el riesgo de ser arrasadas por el río Táchira durante las crecidas.
A pesar de ello, muchos transeúntes han debido arriesgarse a cruzar estos puentes debido a la falta de alternativas seguras, enfrentando largas colas y situaciones de peligro.
La quietud y las amenazas
Con la reapertura de los puentes formales, las trochas han vuelto a un estado de relativa quietud, aunque siguen siendo utilizadas por migrantes indocumentados y contrabandistas. Estas áreas fronterizas son difíciles de controlar completamente, lo que genera preocupaciones en términos de seguridad y legalidad.
La existencia de puentes no formales en la frontera Táchira-Norte de Santander destaca la necesidad de mejorar la infraestructura y los servicios en las zonas fronterizas para garantizar una migración segura y legal. Se requiere una mayor coordinación entre los gobiernos locales y nacionales para abordar los riesgos asociados con estas estructuras improvisadas y encontrar soluciones sostenibles que protejan los derechos y la seguridad de quienes cruzan la frontera.