«Roban, pero dejan robar». Esa frase se había vuelto común en la sociedad, una triste y trágica representación de los líderes políticos. También se solía oír «ese político roba, pero hace gestión», otra piedra en el ideario popular.
Aquello no era más que una muestra de vulnerabilidad y tolerancia hacia la corrupción, como si se tratara del mal menor con el que estamos destinados a convivir y del que no podemos escapar.
Nuestra sociedad no interpretó el riesgo de aquello y se hizo cultura. Un rasgo que nos ancló en el tercermundismo y nos anunció pronto que vendrían daños. Debimos extirpar esos respaldos automáticos.
En la 4ta República el flagelo se vio venir y se comenzó a diseñar políticas para fortalecer Instituciones y aplicar las leyes contra la corrupción, aunque no se lograron los mejores resultados. La justicia falló. Pero ya se había comenzado a andar.
Hoy, el cáncer de la corrupción, se multiplica agresivamente. Los niveles son asquerosos.
Se instauró el modelo de saqueo a la nación en los últimos 24 años.
La grosera revolución vio en Venezuela un botín y entonces sembraron la miseria a cambio de poder y robo. El desangre solo podía llevar a un resultado, la vida indigna de nuestra gente y la destrucción del país.
La corrupción y la falta de aplicación de la justicia ha provocado todo esto con la consecuencia de casi 8 millones de venezolanos en éxodo forzado.
El crimen es multicolor, siendo “el rojo” el abanderado. Han manejado, tipo cartel y a discreción, el 90% del erario público, pero también controlan la explotación de los recursos naturales y energéticos del país. Recursos que son de todos los venezolanos.
En la era chavista y madurista se tejió una trama para arropar a factores de oposición. La corrupción también los tocó y los puso en nómina de la revolución pagando bien a los peces gordos y dueños de partidos.
Estimado lector, es preciso señalar que “ladrón es ladrón”, el que roba menos es porque su presupuesto es menor. Cada ladrón ha robado en la escala de su manejo presupuestario.
Hoy solo sabemos que los venezolanos toman conciencia sobre el origen de su pobreza y sus penurias y lo ubican en el saqueo de los socialistas a la nación. Todas las encuestas señalan que, entre las preocupaciones que el venezolano pide atacar, una muy relevante es la corrupción. Antes, este concepto estaba entre las últimas solicitudes del venezolano. Hoy destaca entre las tres primeras urgencias.
Debemos seguir creando conciencia y reflexión sobre la destrucción del salario por la corrupción, en la erosión de nuestra moneda, en las pensiones de hambre, en las horas sin luz, en el desabastecimiento de combustible, en la falta de los medicamentos de altos costos con que antes el Seguro Social dotaba a los pacientes con cáncer y otras patologías. La corrupción hace estragos en nuestro sistema educativo, en la red hospitalaria y de ambulatorios, en el transporte público.
La corrupción es el origen de todos los males.
Nos quitó y aún nos sigue quitando la oportunidad de desarrollarnos, nos quitó los momentos felices en familia que se rompieron por millones con la migración.
Nos quitó y aún nos continúa arrebatando las grandes oportunidades que tiene el país para crecer y transformarse.
Denunciar y aislar socialmente a los corruptos es una tarea de todos. Ser contralores rigurosos cuando vemos a un político que no puede justificar su calidad de vida o adquisición de bienes. Desenterrar sus tramas financieras a expensas de los venezolanos.
Mientras más se vuelven ricos, más se hunde Venezuela y la desigualdad se dispara para ubicarnos entre los peores países del mundo en este sentido. Así lo confirma la más reciente encuesta del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (Encovi).
Estamos llamados a extirpar la corrupción, a hacerla objetivo de nuestras estrategias como sociedad, de nuestras reformas de ley, de la construcción de nuevos marcos de justicia. Pero primero hay que sacar el tumor desde donde fluye.
Como humanistas y cristianos apoyamos el castigo ejemplar, riguroso, que el castigo se conozca, respetando siempre los Derechos Humanos, pero sin dejar un milímetro a la debilidad que busque atenuar penas.
Si Venezuela recuperara todo lo sustraído de sus riquezas hoy comenzaría a tener una economía dinámica y pujante. No bajemos la guardia en la lucha contra la corrupción. Enarbolar las banderas de la ética y moral pública es urgente y debe ser un tema para el debate político.
No puede ser un “saludo a la bandera”. Hablar y escribir sobre estos valores y la importancia de rescatarlos, además de introducirlos en la Constitución Nacional.
Hay que lograr buenos sueldos en la administración pública que justifiquen un crecimiento social y calidad de vida, también el financiamiento a los partidos políticos así como evaluar la idoneidad de los representantes en cargos públicos, desde un concejal hasta el Presidente de la República, para así tener buenos profesionales, ciudadanos talentosos y honestos en la administración pública, así como en destacadas posiciones en cámaras municipales, estatales o nacionales.
No es una utopía esta tarea que estamos planteando. Reconocemos sentir envidia al ver que muchísimas naciones tienen gobiernos honestos y políticos decentes. ¿Por qué nosotros en Venezuela no?
Depende de cada uno de nosotros el no tolerar la corrupción. Exijamos que este tema forme parte del debate público, incluso en las primarias para seleccionar al candidato presidencial de la oposición y que en el propio partido de gobierno PSUV, su militancia pueda, con libertad, hablar este flagelo y hacer las denuncias pertinentes sin ser sancionados. Eso es VALORAR LA POLÍTICA.