EL VENEZOLANO COLOMBIA | EL TIEMPO
“Me secuestraron y me dispararon en la cara”, dijo al principio de su relato Andrea Suárez, una joven venezolana que acudió a las redes sociales para compartir cómo sobrevivió a la crueldad de un par de hombres. Estuvo a punto de ser asesinada.
Durante una compleja situación económica, Andrea no tuvo recursos para comprar comida. Les escribió mensajes a varios de sus amigos hasta que uno de ellos accedió a prestarle dinero. La única condición que le puso fue que se dirigiera hasta donde él vivía.
Una cita con la muerte
“Al llegar, sentía una vibra muy pesada y sentía que todo el mundo me miraba y como que sabían lo que iba a pasar. En ese momento, no le presté atención”, contó.
Su amigo, quien la había citado, no apareció ni le contestó el celular. Así que Andrea caminó y fue abordada por una pareja. Ellos la llevaron hasta un barrio ubicado en una montaña, con engaños, pues le dijeron que se vería con el sujeto que le iba a prestar el dinero.
“Entré a la casa. Una persona me agarró y me puso un trapo en la boca con formol. Me estaba asfixiando y otro hombre me apuntó con un arma. ‘Te vas a morir’, gritaba”, recordó.
Terminó amarrada de manos y pies en un cuarto mientras era amedrentada y golpeada por los hombres: “Me decían que me iba a morir y que me iban a picar”.
Uno de sus secuestradores la abusó sexualmente. “Es lo peor que le puede pasar a un ser humano”.
El disparó me entró por la nariz y me salió detrás de la oreja’
Al cabo de unos minutos, apareció el que pensaba que era su amigo, quien le enfatizó que iban a acabar con su vida. “’Mándale saludos a tu mamá desde el cielo’, decían y con las armas me apuntaban entre todos”.
Los criminales la llevaron hasta un cerro, en medio de sus súplicas y oraciones. Una vez encontraron la montaña desolada, el hombre le disparó sin mediar palabra.
“El disparó me entró por la nariz y me salió detrás de la oreja. La bala me empujó. Caí. Me quedé inmóvil no sé por cuánto tiempo. ‘Se murió, la matamos’, escuché”.
Uno de los sujetos intentó dispararle de nuevo. Se acercó, le puso el arma en la cabeza, pero esta vez la bala se trabó. Así que la empujaron por la montaña para que rodara, pensando que no tenía signos vitales.
Tan pronto no escuchó al grupo y se halló sola en la mitad de la noche, como pudo se levantó y se arrastró con la cara ensangrentada: “La verdad no sentía nada, solo la cara mojada. No veía nada por un ojo”.
‘La cara se me partió en cuatro pedazos’
Cayó en el suelo, luego de caminar por horas, quedándose dormida. Solo hasta que se despertó encontró ayuda en una casa. “La señora cuando me vio se quedó en shock. Yo le dije que lo único que quería era agua y dormir”.
Le prestaron ayuda y llamaron a la Policía para trasladarla hasta un hospital. Andrea, consciente de que su vida seguía en riesgo, evitó decir quiénes la habían violentado, solo esperaba que la atendieran. La bala se la extrajeron y le operaron la cara.
“Tengo la mitad de la cara reconstruida. No tengo ningún hueso en la mitad de la cara, tengo una barra de titanio para reconstruir la mandíbula, me pusieron 11 tornillos. La cara se me partió en cuatro pedazos”.
De la mano de terapias, ha podido recuperar parte del movimiento de su rostro. Asustada vivió por meses; sin embargo, una noticia que vio en televisión le dio esperanza: la banda que la habría secuestrado y abusado había sido dada de baja.
“Todo el mundo pensaba que yo estaba muerta. Las personas me veían como si fuera un bicho raro. (…) Yo tenía una sonrisa tan bella, todavía estoy en esa lucha. Todavía sueño que un cirujano vea mis videos y me pueda operar la cara”, resaltó.
Con su testimonio quiere concientizar sobre la violencia que viven miles de mujeres en las calles: «Quizá mi historia hubiera sido otra si Dios no me hubiera puesto aquí».