EL VENEZOLANO COLOMBIA | con información de 14ymedio
La periodista cubana Yailén Insúa Alarcón, de 42 años, y su esposo, Boris Luis Ramos Salgado, de 48, llevan diez días durmiendo en el suelo del aeropuerto El Dorado de Bogotá. «Los momentos más estresantes son cuando hay vuelos a Cuba y tememos que nos deporten en uno de ellos»..
«Ahora estamos en un limbo migratorio. Inicialmente la Cancillería nos dijo que no podía estudiar nuestro caso porque estábamos en la zona de tránsito del aeropuerto, pero luego se puso un recurso de tutela y un juez falló diciendo que nos dieran un salvoconducto de cinco días para salir y poder tramitar la solicitud de asilo».
«No hemos podido ni bañarnos desde que estamos aquí, solo podemos asearnos en los baños del aeropuerto. Al principio pasamos hambre porque estábamos comprando la comida como podíamos, hacíamos una comida al día y mi esposo es diabético así que fue muy difícil».
Gracias a la intervención del Ministerio Público y la Defensoría del Pueblo colombianos, solucionaron este problema. «A partir del sábado pasado han venido a traernos comida regularmente», precisa.
«De 48 a 72 horas debe dictar ya su fallo final para ver si nos otorgan el salvoconducto», detalla. Una vez fuera del aeropuerto quedaría tramitar el asilo político
Según relata Insúa, el juez le ha pedido un informe de la situación a varias organizaciones que se han interesado por su caso, entre ellas Acnur (la Agencia de la ONU para los Refugiados). «De 48 a 72 horas debe dictar ya su fallo final para ver si nos otorgan el salvoconducto», detalla. Una vez fuera del aeropuerto quedaría tramitar el asilo político en Colombia.
«El salvoconducto que se da normalmente se renueva cada dos meses y el tiempo para tramitar el asilo puede durar hasta dos años», precisa Insúa, ex directora del Sistema Informativo de Televisión Cubana, que relata a este diario su salida de la Isla.
«Tenía pasaporte desde 2016 pero se me vencía, así que para este viaje tuve que solicitar uno nuevo. A mi esposo se lo dieron rápido pero a mí se me demoró casi dos meses». En ese momento «no estaba regulada» y pudo salir sin tropiezos por el aeropuerto de La Habana.
«Nada más llegué a Bogotá, la empleada de la aerolínea me dijo que no podía abordar el vuelo a Managua porque tenía una orden del Gobierno nicaragüense de ‘no abordaje’ y estaba considerada una persona non grata» para las autoridades de ese país centroamericano.
Insúa no entiende por qué las autoridades cubanas la dejaron salir de la Isla para luego negarle la entrada a Nicaragua, sobre todo conociendo la cercanía política y el intercambio de información que mantienen Managua y La Habana. «Quizás quisieron hacerme perder el dinero del viaje».
«Era una espina para ellos y desde ese momento no puedo trabajar en ningún medio. Me tuve que poner a dar hasta clases para poder mantenerme»
El esposo de la reportera es miembro de la Asociación Cultural Yoruba y ella, por su parte, no trabaja para la televisión oficial desde 2017, cuando la expulsaron. «Se dio un incidente con unas imágenes de Celia Cruz que transmití en un programa y terminé, junto a la editora, en 100 y Aldabó (Centro de Detención en La Habana)».
«Era una espina para ellos y desde ese momento no puedo trabajar en ningún medio. Me tuve que poner a dar hasta clases para poder mantenerme», detalla. La mujer tiene un hijo de 13 años que está al cuidado de su abuela en la Isla.
Insúa agradeció el apoyo que ha tenido de los medios de prensa colombianos, así como de cubanos emigrados en Estados Unidos que se han solidarizado con su situación. Dos o tres colegas, todavía residentes en la Isla, han preferido enviarle saludos de forma privada aunque lamenta que algunos vinculados a los medios oficiales guarden silencio.
«Estamos esperando que la Seguridad del Estado visite a mi madre, que tiene 65 años, es maestra y directora de una escuela. Le dije que esto la iba a salpicar y ella me comentó que yo era su hija por encima de todo. «Mi mayor miedo es poner un pie en el aeropuerto José Martí de La Habana porque sé que me van a estar esperando», apunta.
Para la prensa oficial cubana la periodista reserva dos duras palabras: doble moral. «La mayoría de las personas que trabajan en la televisión dicen una cosa y piensan otra».