EL VENEZOLANO COLOMBIA | BBC NEWS
La fortificada valla que divide a México y EE.UU. se hace pequeña y oxidada cuando toca las aguas del Pacífico entre la ciudad mexicana de Tijuana y la estadounidense de San Diego.
En ese punto suelen reunirse grupos de migrantes que han llegado de otras partes de México, Centroamérica, el Caribe -e incluso Europa y África- y que observan que el «sueño americano» está tan cercano.
Muchos están desesperados. Llevan ahí semanas o meses, esperando en albergues cercanos a que sus peticiones de asilo sean admitidas en EE.UU., o que sus familias reúnan los miles de dólares que piden los «polleros» para llevarlos al otro lado.
«Para el migrante que está frustrado, en un estado muy desesperado, cuando están contemplando las diferentes formas de pasar hacia EE.UU., cruzar por una lancha o bote podría parecer un modo más práctico», dice a BBC Mundo Pedro Ríos, jefe de la oficina en San Diego de Amigos Americanos, una ONG de defensa de migrantes.
LA TRAVESÍA POR EL MAR INCIA LEJOS DEL MURO FRONTERIZO
A decenas de kilómetros al sur, en las playas cercanas a Rosarito y Ensenada, Baja California, es donde los traficantes llevan a los migrantes para subirlos en embarcaciones que van desde yates, barcos medianos o lanchas ligeras conocidas como «pangas».
Lo que los traficantes no le explican a esos migrantes que se enfrentarán a un camino muy riesgoso, y a soportar muchas horas, incluso días, de trayecto.
«Usan lanchas viejas, sin mantenimiento, con motores que no saben si van a aguantar. Es mucho el esfuerzo que hace el motor para que haga empuje», explica Gustavo, quien dice que ha llevado gente a EE.UU. desde que tenía 13 años.
EL PASO POR EL MAR
Las costas en esa región del Pacífico, en ambos lados de la frontera, están llenas de acantilados y riscos.
Solo hay algunas playas de arena en puertos turísticos en el lado mexicano, por lo que los «polleros» tienen pocos puntos para zarpar sin la vigilancia de las autoridades.
Prefieren viajar de noche para evitar ser detectados. Así que se adentran en el océano cuando la marea está creciendo, lo que supone un primer riesgo.
«El clima impredecible, las fuertes corrientes y las gélidas temperaturas del agua crean un ambiente implacable», dice a BBC Mundo Jason Givens, un portavoz del CBP.
La oficina de Operaciones del Aire y Marinas del CBP despliega diariamente botes y aeronaves con sensores para detectar movimientos sospechosos, incluso en altamar.
Por eso, las embarcaciones con migrantes tienen que hacer muchas pausas en el camino. Hay pequeñas islas en las que aguardan a que los patrullajes se alejen para continuar su rumbo.
«Las embarcaciones de contrabando no suelen operar con el equipo de seguridad adecuado, por lo general sin luces, ni sistemas de navegación o de comunicación», señala Givens
La «ambición» actual de muchos «polleros» hace que lleven varias decenas de hombres, mujeres y hasta niños, hacinados y sin comida o agua suficiente.
«Esas personas piensan que llevan pescado (….) Y el peso no da para el motor, se sobrecalienta y va a explotar», dice el pollero.
Para tener más oportunidades de éxito, los «polleros» pueden intentar llegar mucho más allá de San Diego, a las playas de Oceanside, San Clemente o incluso Los Ángeles y San Francisco, a cientos de kilómetros desde su punto de partida.
EL PELIGROSO DESEMBARQUE
Llegar a las costas de California no es el fin del peligro, sino el punto más crítico del viaje.
El agua de esta franja oceánica es fría, influenciada por las corrientes de Alaska. En invierno llega a descender hasta los 2 ºC.
A pesar de esto, el desembarque comúnmente ocurre en el agua.
«El principal peligro es que no sepan nadar. Porque la gente que los lleva ni les advierte», dice Gustavo.
«Si les dicen eso, desde el principio la gente no se va a querer ir. Los dejan a cierta distancia de la orilla, donde todavía está hondo. Y a ellos [traficantes] no les interesa. Ellos llegan, vacían y se regresan. Eso puede hacer que se ahoguen los que no sepan nadar», explica.
Tras salir hasta la playa, los migrantes entonces son entregados a un «contacto» que ya los espera con un vehículo para ser trasladados sin ser detectados.
EL CRUCE POR MAR ES UNO DE LOS MÁS COSTOSOS
Según la acusación judicial contra el hombre que dirigía el barco naufragado en San Diego, los migrantes declararon haberle pagado entre US$15.000 y US$18.000 por ser llevados.
En cambio, el cruce por tierra puede costar unos US$8.000.
A pesar de ser un viaje costoso, los casos de detección de embarcaciones han aumentado constantemente a partir de 2017, según las cifras del CBP.
«Hemos visto un aumento dramático en la cantidad de intentos de contrabando marítimo recientemente», señaló el jefe de la Patrulla Fronteriza en el sector de San Diego, Aaron Heitk, quien explicó que en el último año la subida fue de 92%.
En lo que va del año fiscal 2021 (desde el 1 de octubre pasado) se han dado 909 detenciones y 76 embarcaciones detectadas. Esos números muestran que este año está camino a superar al periodo anterior.
Jason Given dice que las organizaciones criminales ven a los indocumentados «como una mercancía» de la que pueden beneficiarse, sin cuidar su seguridad.
«Buscarán cualquier forma de realizar su actividad criminal, ya sea por tierra o por mar. El océano es, en muchos sentidos, solo una forma más de contrabando y no es nada nuevo para el sector de San Diego».
De lo que muchos migrantes no se enteran, sin embargo, es que en el mar también ocurren muertes de manera similar que en la zona del desierto entre México y EE.UU.
Las autoridades del CBP dicen que no tienen un registro de fallecidos por este tipo de casos en el mar.
Pero la Organización Internacional de Migraciones, que realiza un seguimiento de casos con cifras oficiales y reportes de medios, indica que «ahogamiento» y «posible ahogamiento» estuvieron entre las tres principales causas de muertes de migrantes en la frontera de México-EE.UU. en 2020 y lo que va de 2021.
El año pasado ocurrieron alrededor de 40, número que también incluye los decesos ocurridos en el río Bravo/Grande de la frontera de Texas con México