
Con gran emoci贸n observ茅 a muchos amigos venezolanos con los que comparto habitualmente, luego del聽anuncio del gobierno nacional de crear un Estatuto de Protecci贸n Temporal para Migrantes Venezolanos (ETPV) en Colombia聽con el fin de que haya una mayor regularizaci贸n de estos en el pa铆s y con el cual se les abre la puerta no s贸lo al trabajo formal sino tambi茅n a la visa de residentes.
Un gran paso en materia de humanizar la migraci贸n de cientos de ellos, de marcar un precedente en el mundo en lo que respecta a la acogida de personas que dejan su pa铆s para abandonar un escalofriante sufrimiento pero que llegan aportando no s贸lo mano de obra sino un capital cultural y material inimaginable a quien los recibe. La aut茅ntica alegr铆a de uno de ellos me sirve de justificaci贸n para contar su historia, una historia llena de altibajos, de alegr铆as y pesadumbres. Un viaje con sue帽os compartidos.
Marcar l铆mites, es con este objetivo con el cual se han creado las fronteras a lo largo de la historia de la humanidad. Las hay a茅reas, terrestres, fluviales, mar铆timas y lacustres. El imperio Romano, en el siglo I, construy贸 fronteras terrestres para protegerse de invasiones b谩rbaras y salvaguardar a su poblaci贸n. Aquel que las sobrepasase pretend铆a incursionar y ejecutar una toma arbitraria del territorio enemigo; tal como ocurri贸 en la guerra de troya, que muy bien nos relata Homero en la Il铆ada, en donde los griegos lograron invadir troya a trav茅s del famoso caballo.
La aut茅ntica alegr铆a de uno de ellos me sirve de justificaci贸n para contar su historia, una historia llena de altibajos, de alegr铆as y pesadumbres. Un viaje con sue帽os compartidos.
Colombia cuenta con fronteras que marcan l铆mites con cinco pa铆ses, a saber: Venezuela, Brasil, Ecuador, Per煤 y Panam谩. Con cada uno, en mayor o menor proporci贸n, compartimos no s贸lo extensi贸n de tierra sino aspectos sociales y culturales que nos acercan bilateralmente a las poblaciones fronterizas.
CUESTI脫N DE SOBERAN脥A
La soberan铆a de las naciones radica en el respeto que se tienen unas a otras de su espacio f铆sico. Nadie, sin autorizaci贸n del pa铆s anfitri贸n, podr谩 cruzar a territorio extranjero y asentarse all铆. Sin embargo, hemos visto c贸mo los l铆mites van tomando matices y se van desvaneciendo por cuenta de la migraci贸n. De 脕frica a Europa, de Centroam茅rica a Norteam茅rica, incluso y m谩s recientemente de Venezuela a Colombia.
Las crisis detonadas en ciertos pa铆ses no dejan m谩s remedio a su poblaci贸n que la tragedia de la inmigraci贸n. Caminantes sin rumbo aparente s贸lo buscan escapar del hambre, la pobreza y la violencia del estado. Colombia ha sido destino para cerca de un mill贸n setecientos mil venezolanos, no por la prosperidad de nuestra tierra -ya quisi茅ramos que fuese as铆- sino porque es la puerta m谩s pr贸xima para huir de la desgracia del r茅gimen; compartimos cerca de dos mil doscientos kil贸metros de frontera que no son desperdiciados por los viajeros.
Como dije anteriormente hoy quiero contar una peque帽a pero significativa parte de la historia de un amigo inmigrante venezolano, que a sus reci茅n cumplidos 21 a帽os ha luchado m谩s que cualquier veterano en c贸modas condiciones. Lo llamar茅 David para tratar de salvaguardar su identidad. Rondaba el a帽o 2019, David viv铆a con su madre, una mujer joven de apenas 39 a帽os en ese entonces, su hermano mayor y su hermana 13 a帽os menor en la capital del estado Lara, Barquisimeto.
Motivado por su madre decidi贸 salir de su amada Venezuela por un mejor futuro para su familia. Su prop贸sito era instalarse en Colombia y obtener un trabajo que le permitiera traerse a su familia y convertirse en su sustento. Con morral en hombros parti贸 rumbo a ese futuro que siempre estuvo en su mente. Hab铆a escuchado de las inclemencias que lo esperar铆an durante el recorrido, pero su anhelo por encontrar algo mejor no le permit铆an temer ni arrepentirse de la decisi贸n tomada.
DAVID EMPRENDI脫 SU PRIMERA TRAVES脥A A LOS 19 A脩OS
Su primera emprendida dur贸 aproximadamente seis d铆as, en los cuales con apenas 19 a帽os y en un viaje en solitario lleg贸 a Medell铆n luego de a travesar C煤cuta y Bogot谩, de dormir en parques a la intemperie abrazando su morral para que no fuera despojado mientras pod铆a descansar de lo trajinado en el d铆a. Sus piernas se convert铆an en las cadenas de su coraz贸n, se aferraba de tal manera a su morral que estaba seguro nadie podr铆a arrebatarlo.
En Medell铆n, luego de pasar por varios trabajos como la construcci贸n y las ventas informales logr贸 que le fuese arrendada una casa en el noroccidente de la ciudad. Un acontecimiento bastante natural para los locales, pero de gran significancia para los migrantes venezolanos, pues muchas agencias o particulares no ponen a disposici贸n sus propiedades por la imagen negativa que se ha creado sobre ellos.
Lleg贸 la pandemia, David perdi贸 su empleo, no ten铆a c贸mo pagar el arriendo; llegaron d铆as enteros de hambre y no le qued贸 m谩s opci贸n que regresar a Venezuela. Aunque durante ese tiempo pudo disfrutar la alegr铆a de ver nuevamente a su familia, el hambre empez贸 a hacer de las suyas.
Todo pintaba bien, pod铆a comer varias veces al d铆a -algo inusual dada su condici贸n socioecon贸mica- y contaba con servicios p煤blicos que le permit铆an una vida digna, por lo cual decidi贸 enviar dinero a su novia para que viajara por v铆a terrestre a la capital antioque帽a. As铆 sucedi贸. Durante un tiempo vivieron c贸modamente, sin embargo, ella se sent铆a insatisfecha por las din谩micas de la ciudad y por la p茅rdida de ciertas comodidades. Decidi贸 retornar y dar por terminada la relaci贸n; elemento que signific贸 un descenso en su estado an铆mico. Luego de la ruptura, y nuevamente solo, no se detuvo y sigui贸 trabajando para perseguir el sue帽o de alcanzar una mayor estabilidad y tener a su familia al lado.
En ese proceso conoci贸 a una conciudadana suya, una mujer nueve a帽os mayor que le atrajo cuando la vio. T铆midamente se acercaban de vez en cuando hasta que se enter贸 que aquella chica que lo hab铆a dejado estaba esperando un hijo suyo. Sin vacilaciones, nuevamente le envi贸 parte de sus ahorros y la instal贸 en su casa, pues ella manifestaba querer restaurar la relaci贸n.
La convivencia ya no era lo mismo de antes, se percib铆a cierta lejan铆a hasta que esta decidi贸 partir de nuevo. Un mes de embarazo la separaban del parto. Ella no atendi贸 a la petici贸n de David de esperar a que diera a luz y regres贸 a Venezuela con la panza llena. Resignado nuevamente intent贸 proseguir, pero un diminuto virus se le atraves贸 en el camino.
UN RETORNO PRECARIO EN MEDIO DE LA PANDEMIA
Lleg贸 la pandemia, David perdi贸 su empleo, no ten铆a c贸mo pagar el arriendo; llegaron d铆as enteros de hambre y no le qued贸 m谩s opci贸n que regresar a Venezuela. Aunque durante ese tiempo pudo disfrutar la alegr铆a de ver nuevamente a su familia, el hambre empez贸 a hacer de las suyas. Ocho meses despu茅s de estar en su pa铆s atravesando grandes dificultades y viviendo de diminutos ahorros, se arriesg贸 a hacer una llamada a Colombia.
Cont贸 con la fortuna de que su exjefa dispon铆a de una vacante y qui茅n mejor que 茅l que ya conoc铆a de qu茅 se trataba el negocio y se desempe帽aba 贸ptimamente en su puesto de trabajo. Ella, una mujer de aproximadamente cincuenta a帽os, a veces con mal car谩cter y frentera en sus argumentos, sinti贸 en su voz un llamado especial. Afirma que lo hizo por ofrecerle ayuda ante las dificultades a las que estaba sometido.
Cuando arrib贸 nuevamente a Medell铆n, se encontr贸 con la sorpresa de que su anterior arrendataria vendi贸 sus pertenencias, rompiendo la promesa de que le guardar铆a lo poco que consigui贸 en su estad铆a pasada. Tendr铆a que empezar de cero, ahora con una nueva motivaci贸n, su hijo reci茅n nacido a quien no conoc铆a para ese entonces.
Se instal贸 en el centro de la ciudad, en una pensi贸n inhumana en la que se divide una gran casa en peque帽as habitaciones por medio de drywall y en donde milagrosamente cabe una persona. El calor y los chinches (un diminuto insecto que se alberga en los colchones) no lo dejan dormir; la desesperaci贸n lo obliga a ba帽arse en repetidas ocasiones y de esta manera pasar noches en vela.
Se denomina a s铆 mismo como un guerrero. No se ha dejado vencer por las constantes burlas que como colombianos hemos normalizado cuando nos referimos a los venezolanos, porque algo s铆 est谩 claro, con la migraci贸n se ha visibilizado un tipo de frontera que supera la delimitaci贸n geogr谩fica y es la聽frontera mental.
Debe pagar diariamente veinte mil pesos s贸lo por dormir y tener sus pertenencias; si desea hacer uso de la cocina debe pagar dos mil pesos por cada media hora que est茅 all铆, pero adem谩s no puede utilizar la nevera ni los electrodom茅sticos para el hogar. Debido a la forma de pago de su residencia, debe recibir su sueldo diariamente, lo cual se convierte en dinero de bolsillo y generalmente no le alcanza para comer. Nuevamente se reencontr贸 con aquella mujer nueve a帽os mayor y decidieron vivir juntos en tan desde帽osa morada. Ella le ayuda con las obligaciones vendiendo dulces en las calles y buses de la ciudad, 茅l trabaja como vendedor en un centro comercial. Ambos intentan vivir o mejor, sobrevivir.
Se denomina a s铆 mismo como un guerrero. No se ha dejado vencer por las constantes burlas que como colombianos hemos normalizado cuando nos referimos a los venezolanos, porque algo s铆 est谩 claro, con la migraci贸n se ha visibilizado un tipo de frontera que supera la delimitaci贸n geogr谩fica y es la聽frontera mental. Motivados por la exclusi贸n y la xenofobia, muchos rechazan el paso de migrantes venezolanos al territorio colombiano. Se van lanza en ristre contra aquellos que no s贸lo tuvieron el valor de abandonar su pa铆s, sino que aguantan las adversidades que implica la migraci贸n.