Nicaragüenses luchan para seguir adelante en su exilio en Costa Rica

• Durante una visita a Costa Rica, el Alto Comisionado Filippo Grandi destacó que la inclusión económica es fundamental para que las personas solicitantes de asilo y las comunidades de acogida progresen juntas

EV COLOMBIA | ACNUR

Cuando las protestas políticas se extendieron en Nicaragua hace tres años, Carmen*, propietaria de una tienda de comestibles, dio comida a los estudiantes que pedían reformas. Cuando empezó la represión, hizo una maleta, tomó a su hija pequeña y huyó a Costa Rica.

“Nos estaban amenazando…. (y) tuve que dejarlo todo, absolutamente todo lo que tenía. Incluso dejé mis sueños”, explicó Carmen, de 30 años, cuya tienda fue saqueada en la agitación posterior. “Tuve que abandonar los siete años de trabajo que había invertido en mi negocio para salvar a mi hija”.

Actualmente hay unos 87.000 nicaragüenses como Carmen que buscan protección en Costa Rica, donde tratan de salir adelante.

Una vez a salvo, Carmen y su hija al principio se quedaron en una pequeña habitación que generosamente les ofreció una familia costarricense. No tenían agua corriente ni electricidad y cuando el viento soplaba levantaba el techo de zinc, que además ofrecía poca protección contra las lluvias tropicales.

“TODO SE DETUVO. NO PUDIMOS HACER NADA”

Habiendo sido una emprendedora toda la vida, Carmen tenía la esperanza de poder empezar un negocio de elaboración y venta de dulces típicos nicaragüenses, como las cajetas. Pero sin una cocina ni una nevera eso parecía imposible. Hasta que recibió ayuda de la Fundación Mujer, una organización sin ánimo de lucro que trabaja con ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados.

Le proporcionaron formación sobre microempresa, así como un capital inicial que le permitió comprar el equipamiento que necesitaba para preparar sus productos, una tentadora selección de cajetas elaboradas según las recetas de su abuela, con ingredientes orgánicos y de origen local.

Las ventas apenas empezaban a despegar cuando llegó la pandemia del coronavirus.

“Cuando eso ocurrió, todo se detuvo”, recuerda Carmen. “No pudimos hacer nada”.

La vida volvió a ser muy dura para Carmen, su hija, ahora de seis años, y su marido, quien las alcanzó después de un año. Fue en ese momento que la familia recibió otro salvavidas: un puesto en el recién establecido “Mercado Upaleño”, un mercado semanal al aire libre en la ciudad de Upala, en el norte de Costa Rica, muy cerca de la frontera con Nicaragua.

“AYUDA A PROMOVER LA COEXISTENCIA PACÍFICA ENTRE LAS COMUNIDADES LOCALES”

El mercado, un proyecto municipal que ha sido posible gracias al apoyo de ACNUR, pretende apoyar a los agricultores, artesanos y comerciantes locales, al tiempo que ofrece a los compradores y vendedores protección contra la COVID-19, ya que se realiza al aire libre, se usan mascarillas y se aplica el distanciamiento social.

Durante una visita al mercado, el 10 de febrero, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, elogió la iniciativa como un ejemplo de proyecto en el que todos ganan, ya que beneficia tanto a los solicitantes de la condición de refugiado como a las comunidades que los acogen, y que podría ejecutarse en otros lugares.

“Ayuda a revitalizar la economía que sólo ahora está empezando a recuperarse del impacto de la COVID, y también ayuda a promover la coexistencia pacífica entre las comunidades locales y las comunidades de refugiados y solicitantes de asilo en una zona donde hay muchas carencias”, dijo Grandi, después de probar los dulces de Carmen y algunos de los otros productos a la venta. “Creo que es un buen modelo para muchos otros lugares donde las personas solicitantes de asilo y refugiadas viven en la comunidad”.

La misión de seis días del Alto Comisionado en América Latina se realiza en un momento en que los países están luchando contra el impacto de la COVID-19, que ha costado cientos de miles de vidas y ha tenido un coste económico devastador en toda la región. La misión también incluyó una visita a Colombia, durante la cual el gobierno anunció la regularización de los venezolanos en el país para apoyar su integración.

Para Carmen y otros pequeños comerciantes como ella, el mercado semanal de Upala ha sido un salvavidas. Con lo que gana en su puesto de dulces y los pedidos de antojos para llevar que han aumentado gracias a la exposición que le ha dado el mercado, ahora puede mantener a su familia.

El objetivo que tenía desde hace tiempo de ampliar su tienda de abarrotes en Nicaragua se ha convertido en un nuevo sueño: Carmen espera ahora conseguir un día que sus dulces ocupen un lugar en las estanterías de los supermercados de toda Costa Rica. 

“Mi negocio reúne muchas cosas buenas en una”, comentó con una sonrisa. “Además de mantenerme económicamente, me da la alegría de poder compartir experiencias con otras personas”.

*Nombre cambiado por motivos de protección.

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