Parece ser que nadie escarmienta en cabeza ajena, y aquí también las naciones. Lo que está sucediendo en Colombia tiene un extraño parecido con lo ocurrido en Venezuela, cuando por jugarretas políticas enjuiciaron al presidente Carlos Andrés Pérez y lo destituyeron.
Muchos factores estuvieron implicados en ese golpe de Estado judicial y las consecuencias de ese bárbaro acto todos las conocemos y las estamos viviendo. 20 años de destrucción de lo que un día fue una nación próspera.
Sin entrar en los intríngulis jurídicos de la acusación contra el expresidente Álvaro Uribe Vélez, luce que en ese proceso están metidas las manos de factores políticos que se han ido apoderando del Tribunal Supremo de la hermana nación. El objetivo formal es Uribe, pero el intento va más allá, busca debilitar -y eventualmente defenestrar- al presidente Duque, es decir, como en un juego de billar se sacan dos bolas del tablero.
Solo resta por ver si a la izquierda irredenta se le da esa jugada, pero sobre todo, si las demás fuerzas democráticas de ese país reaccionan o guardarán silencios creyendo que, como los notables aquí en Venezuela, pueden beneficiarse con el aniquilamiento judicial del hombre políticamente fuerte de Colombia.
La mala experiencia venezolana debería servirle a los demócratas de ese país de ejemplo, pues el que juega con fuego termina inevitablemente chamuscado.