EL VENEZOLANO COLOMBIA | LA SILLA VACÍA
Se están cumpliendo 5 años de aquel bochornoso acontecimiento de agosto de 2015 cuando miles de colombianos que habitaban en el lado venezolano de la frontera fueron deportados por el gobierno de Nicolás Maduro, abruptamente y sin contemplación, aduciendo unas razones de seguridad que en realidad no pretendían sino servir de maniobra para distraer sobre su fracaso como gobernante.
La deportación masiva tuvo el agravante de que las casas de los migrantes colombianos, que en muchos casos tenían parejas e hijos venezolanos, fueron marcadas y, en algunos, casos derribadas, lo que generó escenas nunca vistas hasta entonces en las siempre complejas relaciones entre Colombia y Venezuela.
Las fotografías de humildes hombres y mujeres, ancianos, niños y niñas, cruzando a la carrera y de manera desorganizada el río que sirve de frontera, con maletas, colchones y otros enseres a sus espaldas, quedarán en la memoria de colombianos y venezolanos como una herida que nunca debió haberse infligido.
Y qué decir de la letra R pintada a golpe de brocha gorda en las paredes y puertas de las casas que habitaban. Imposible no recordar la estrella de David que los nazis colocaban en las propiedades de los judíos a quienes primero obligaron a huir y después confinaron en guetos, detuvieron en campos de concentración y, finalmente, asesinaron en los hornos crematorios.
La ignominiosa deportación ordenada por Nicolás Maduro quedará como una imborrable marca del carácter autoritario de un régimen que no ha mostrado el más mínimo respeto por la dignidad humana, como lo vimos en 2015 con los miles de deportados y lo hemos seguido viendo después con la pobreza extrema y la sangrienta represión a que ha sometido a su propio pueblo.
Este negro episodio ha pasado a ser considerado como el inicio del fenómeno de la movilidad humana proveniente de Venezuela, el cual ha llevado a que más de un tercio de los más de 5 millones de venezolanos que han abandonado su tierra haya decidido asentarse en Colombia. Entre ellos, cientos de miles de colombianos y sus descendientes que allí vivían y que también forman parte de este éxodo, el más grande sin duda de toda América.
La mejor manera que tenemos colombianos y venezolanos de restañar las lesiones producidas por el sucesor de Hugo Chávez, será a través de la profundización de la integración entre ambos países, una tarea prioritaria cuando renazca la democracia en Venezuela que esperamos sea más pronto que tarde.
Pero tenemos también que llevar a cabo otra labor tan importante como esa, y es lograr la integración plena a la sociedad de Colombia de todos aquellos venezolanos y retornados colombianos que han decido rehacer sus vidas a este lado de la frontera. Una tarea pendiente más allá de los esfuerzos hechos hasta el momento.
Con la incorporación de esta migración a la vida productiva en los ámbitos económico, político, social y cultural, quedaría demostrada la supremacía de la democracia y la libertad sobre la dictadura y la opresión. No hay mejor manera de contrastar los valores que encarnan ambos modelos. Así no habrá deportación que valga.
◉ Para lectura completa pulse ➦ Aquí