El Venezolano Colombia | El Espectador
No es la primera vez que Fernando Ruiz Gómez, hoy ministro de Salud, tiene que enfrentarse a una epidemia. Entre 2014 y 2015, mientras era viceministro de Salud Pública de Alejandro Gaviria, llegó a Colombia un virus detectado medio siglo antes en Tanzania: el chikunguña. Solo medio año después de que terminara empezaron a identificarse los primeros casos de otro virus también transmitido por los mosquitos Aedes: el zika.
Identificado en Uganda, llegó a más de 80 países con una complicación mayor: si lo adquiría una madre en embarazo su hijo podía nacer con microcefalia.
Días después de que fuera identificado en Colombia el primer caso de COVID-19, Ruiz recordó su “mala” suerte con una broma. “Siempre me tocan las epidemias”, dijo. Entonces, la Organización Mundial de la Salud no había declarado la enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2 como una pandemia, pero la experiencia de China y de países europeos mostraban que esta vez el precio sería muy distinto. Como Ruiz cuenta ahora, los cálculos del Gobierno sugerían que, si no se tomaban acciones drásticas, a mediados de mayo el país tendría el mayor número de infectados.
En las camas de los hospitales habría cerca de 900 mil personas con el coronavirus casi de manera simultánea. La mala noticia era que las camas de cuidado intensivo no llegaban a 5.400. El sistema de salud habría colapsado.
Para seguir preparándolo y evitar una catástrofe, esta semana el presidente Iván Duque extendió la cuarentena hasta el 26 de abril (11:59 p.m.). Los nuevos días, angustiosos para muchas personas y muy difíciles para varias industrias, le darán tiempo al Ministerio de Salud para que dote mejor a los hospitales, amplíe la atención domiciliaria y haga más y más pruebas. “Necesitamos tiempo para tener proyecciones más precisas y tomar mejores decisiones”, dice Ruiz ahora. Después de que se agote ese lapso empezarán a poblarse las calles nuevamente. Será por grupos y horarios específicos.
¿Qué esperan que suceda cuando culmine el nuevo período de cuarentena?
Esperamos, fundamentalmente, tres cosas: conocer el comportamiento de la epidemia en Colombia, tener mejor preparados los servicios hospitalarios y haber implementado el modelo de atención para las poblaciones de mayor riesgo. La foto de la epidemia que tenemos hoy nos refleja los resultados de las medidas adoptadas antes del aislamiento preventivo obligatorio, como fueron la cancelación de vuelos, el aislamiento de mayores de 70 años, la prohibición de eventos y la suspensión de clases. La foto que tendremos en las próximas dos semanas nos mostrará los efectos del aislamiento preventivo obligatorio. Necesitamos más tiempo de datos para tener proyecciones más precisas y tomar mejores decisiones. Por otra parte, queremos contar con un mayor número de pruebas y mejor dotación en los hospitales, así como ampliar la atención domiciliaria para los adultos mayores y las personas con enfermedades de base.
¿Qué nuevas medidas están analizando?
Buscamos poner en práctica una cuarentena flexible, pero con todas las precauciones. El objetivo número uno es evitar muertes, y con esto nos referimos tanto a las que pueda ocasionar el virus como a las que pueda producir la crisis en sí misma. Tenemos un abanico de estrategias que hemos venido usando para proteger a las poblaciones de mayor riesgo y lentificar la propagación del virus, como han sido el aislamiento para mayores de 70 años, el cierre de colegios y universidades, la cancelación de eventos, el distanciamiento físico y la cuarentena para la mayor parte de la población. Antes del 27 de abril informaremos al país qué sectores podrán salir. Será una apertura muy organizada, con grupos y horarios determinados. Solo de ese modo podremos garantizar que se mantenga el distanciamiento físico.
Los modelos matemáticos han resultado cruciales para tomar decisiones. ¿Nos podría explicar cuál es el de Colombia? ¿Quiénes lo hicieron?
Nos hemos basado en el modelo matemático del Observatorio Nacional de Salud del Instituto Nacional de Salud, que fue realizado con el acompañamiento y la retroalimentación de distintas organizaciones nacionales e internacionales. Todos los países parten del supuesto de que toda la población es susceptible y de que la epidemia decaerá cuando aproximadamente el 70 % de la población se haya infectado o vacunado, si llegara a desarrollarse una vacuna. Específicamente en Colombia, los cálculos nos indican que durante la epidemia unos cuatro millones de colombianos van a requerir atención hospitalaria y alrededor de un millón, cuidados intensivos. De acuerdo con ese modelo, si no hacíamos nada, íbamos a tener el mayor número de infectados a mediados de mayo. Habrían sido unos 900 mil colombianos con el virus de manera simultánea, y luego la epidemia estaría terminando hacia julio. Evidentemente eso ya no ocurrirá así. Las medidas que hemos tomado buscan dosificar esas cantidades a lo largo del tiempo para reducir la presión sobre el sistema de salud.
¿Por qué esos cálculos no han sido mostrados de una forma más abierta?
Los cálculos han sido presentados abiertamente en diversos escenarios, pero siempre como supuestos y no como hechos. Recuerde que las proyecciones iniciales fueron elaboradas a partir de experiencias extranjeras: la de Wuhan, la del crucero Diamond Princess y más recientemente las de Italia y España, por mencionar algunas. Los datos no son estáticos. La más pequeña intervención hoy cambia drásticamente el resultado en el futuro. Por eso estamos observando detenidamente la dinámica de la epidemia en Colombia. Queremos basarnos en nuestros propios datos y en nuestros propios hechos.
Las grandes ciudades han ido tomando medidas. Pero poco sabemos de los pequeños municipios. ¿Cuál es la estrategia para garantizar los servicios en estos territorios y que no resulten perjudicados cuando empiecen a aparecer casos?
Elaboramos un mapa de redes de hospitales para que aquellos con poca capacidad o escasa tecnología puedan apoyarse en otros cercanos que estén mejor dotados. Con la Organización Panamericana de la Salud estamos trabajando en un plan para dotar a las capitales de los departamentos de la región de la Amazonia con unidades de cuidado intensivo durante la emergencia. Será una solución temporal, pero aspiramos a que, una vez haya talento humano suficiente en aquellas capitales, se haga permanente.
Varios alcaldes se han adelantado a hacer anuncios sobre nuevos casos de COVID-19. ¿Le parece problemático? ¿Ha sido difícil coordinar la estrategia con ellos?
La mayoría de las entidades territoriales, a pesar de tener autonomía, han comprendido las razones de la necesidad de trabajar de manera coordinada. Nuestro principal objetivo cuando solicitamos prudencia al comunicar casos es evitar que los datos suministrados faciliten la identificación de los pacientes. Apostamos por una información transparente que no atente contra la intimidad de las personas. Nos ha ocurrido, afortunadamente en muy contadas ocasiones, que los datos dados por los alcaldes sumados a los dados por el Ministerio de Salud han permitido ubicar los domicilios de las personas. Por eso procuramos comunicar solo la ciudad, la edad y las comorbilidades de los pacientes.
Pronto más laboratorios empezarán a hacer pruebas diagnósticas. ¿Cuál es la capacidad máxima que podría alcanzar Colombia? ¿Tienen algún plan para resolver el desabastecimiento de los insumos necesarios para llevarlas a cabo?
Ya llevamos más de 30.000 pruebas realizadas. Calculamos que cuando todos los laboratorios estén operando, al ritmo que anunciaron, estaremos haciendo unas 15.000 pruebas al día. La estrategia más importante para asegurar el abastecimiento rápido ha sido la de declararlas vitales no disponibles, lo que reduce el número de requisitos para importarlas. Bajo esta modalidad, el Invima ya autorizó la importación de más de 1’300.000 reactivos y pruebas rápidas a más de ocho compañías. A eso se suma que 10 compañías ya contaban con registro sanitario.
Evitar la saturación de los hospitales es uno de los grandes desafíos. ¿Han identificado algún caso que ya esté en aprietos? ¿Cómo van a monitorear esa situación en todo el país?
Por ahora, lo que hemos venido observando ha sido una liberación de camas en unidades de cuidados intensivos (UCI). Esto se debe a que las cirugías no vitales están siendo aplazadas y a que, gracias a las medidas de higiene, el aislamiento y el distanciamiento físico, se redujo el número de accidentes y de enfermedades infecciosas. De las 5.300 camas que tenemos en las UCI, en este momento menos de 100 están ocupadas por pacientes con COVID-19. Obviamente, cada día habrá más casos. Para monitorear las tasas de ocupación desarrollamos un mecanismo de comunicación con los diferentes reguladores de urgencias y emergencias (CRUE) que tenemos en todo el país.
Otro punto clave en estas semanas ha sido la escasez de elementos médicos. ¿Hay o no desabastecimiento? Si sí, ¿cómo lo están remediando?
Este ha sido uno de nuestros mayores desafíos y, particularmente, el relacionado con la adquisición de ventiladores. La demanda mundial es impresionante, los precios aumentan cada día y los plazos de entrega se corren. Ventiladores que a finales de marzo costaban US$15.000 y con promesa de entrega antes de julio en Colombia, hoy están a más de US$50.000 y con promesa de entrega después de julio en China. Alcanzamos confirmar 2.100, que se suman a los 5.300 que ya tenemos en las UCI. Seguiremos buscando, porque nuestra meta en la fase crítica es contar con 10 mil.
¿Y de otros productos?
Declaramos varios productos vitales no disponibles, y eso ha facilitado la importación y mejorado el abastecimiento de varios elementos, desde hisopos y termómetros infrarrojos hasta extractores de ácidos nucleicos.
¿Qué opina del debate del tapabocas como recomendación de uso masivo?
El coronavirus es un virus nuevo. A medida que lo conocemos vamos cambiando nuestras estrategias. El uso del tapabocas en la población sana es una de las recomendaciones que han cambiado. Aunque no hay evidencia concluyente, por razones de precaución la Organización Mundial de la Salud recomendó que las personas que no tienen síntomas también lo usen cuando estén en espacios públicos. Como se ha observado, las personas infectadas, pero sin síntomas, pueden ser transmisoras del virus. Por eso, el uso del tapabocas prevendría que las pequeñas gotas de saliva queden en las superficies o caigan en el rostro de otras personas. Ahora bien, la persona que use tapabocas no debe relajarse con las otras medidas. El distanciamiento físico y el lavado de manos siguen siendo más importantes.
Tengo entendido que las pruebas rápidas no son útiles para descartar casos. La OPS tampoco recomienda su uso, pues tienen sensibilidad baja. Dice que hay que tener precaución al utilizarlas. ¿Por qué invertir en ellas? ¿De qué manera le serán útiles a Colombia?
Las pruebas rápidas pueden ser una herramienta útil para confirmar casos, pero no para descartarlos, pues existe una alta probabilidad de que arrojen falsos negativos. Las incorporaremos con dos propósitos, especialmente: por una parte, para identificar y aislar oportunamente a cada paciente que tenga un resultado positivo y, por otra, para hacer exámenes aleatorios que nos permitan medir los niveles de circulación del virus en población que no presenta síntomas. Sin embargo, debemos ser claros en algo: las pruebas tampoco reemplazan las otras medidas. Son una parte de la estrategia, pero no su componente principal.
¿Cuál cree que es el mayor punto débil en nuestra respuesta al COVID-19?
Nuestra mayor debilidad es que no somos una sociedad disciplinada. Mire cuántos carros están regresando hoy de vacaciones de Semana Santa.