Si algo se ha hecho manifiesto en esta pandemia mundial es la enorme diferencia que existe entre los gobiernos democráticos y los autoritarios, totalitarios o dictatoriales, como quiera que se les llame.
En las democracias en las que prevalecen la libertad de información y el estado de derecho, los gobernantes, así no les convenga, se ven obligados a mantener un cierto nivel de transparencia e informar a sus ciudadanos sobre las causas, y sobre todo las consecuencias, en este caso particular, del Covid19. Y lo hacen porque si se descubre que están mintiendo a su población la consecuencia probable es que pierdan el poder en la próxima elección. Hoy hay gobiernos democráticos que si no mintieron, por lo menos pretendieron minimizar las consecuencias de la epidemia, y eso podrá afectar los resultados.
En los regímenes no democráticos la información que se transmite es la que deja mejor parado al gobierno. Su afán es mostrar cifras según las cuales son más eficaces en contener la morbilidad de la pandemia que las que presentan EEUU, Alemania, Inglaterra, Francia o cualquier otra democracia del mundo.
La verdad terminará saliendo a la superficie y quién sabe qué efectos tendrá sobre los gobernantes que mintieron descaradamente a sus gobernados. Es probable que cuando esta tragedia culmine los cambios políticos ocurran en los lugares menos pensados.