Una cosa es lo que el Gobierno conoce de la migración pendular, de la cual los informes revelan que por las fronteras diariamente cruzan unas 60.000 personas de un lado a otro usando los pasos oficiales; otra, es la inmigración de tránsito que utiliza a Colombia como plataforma hacia un tercer país de destino, como Chile o Perú, y otra, muy distinta la migración que pasa por los pasos rurales.
Desde el cierre de la frontera con Venezuela en agosto de 2015, el Gobierno colombiano viene entregando reportes de la movilidad y asegura que más de un millón ochocientos mil venezolanos están asentados en el territorio nacional, pero ¿qué está pasando con los venezolanos en las zonas rurales?
Estudiantes de últimos semestres de la Universidad Simón Bolívar vienen investigando cómo conviven en el campo los migrantes venezolanos y emigrantes colombianos retornados para conocer ese constructo social.
También quieren saber, para efectos de su trabajo académico, cuál es su procedencia geográfica y así tener un paralelo de cuál es el impacto de la ola migratoria en lo urbano y en lo rural, pues no puede ser igual por situaciones como la seguridad, acceso a derechos de salud, educación, trabajo y vivienda.
El trabajo busca contextualizar la situación de los migrantes en las ruralidad, cómo ha cambiado lo rural en zonas donde no han llegado íntegramente los servicios del Estado por su lejanía y cuáles son las condiciones socio-culturales desde la llegada de los migrantes.
Para la directora del programa de Trabajo Social de la Universidad Simón Bolívar, Magali Alba Niño, es importante conocer estas dinámicas en la zona rural, sin embargo, no se conocen cifras oficiales, debido a que no existe una caracterización de las personas que, a hoy, siguen llegando a asentarse en las veredas de los municipios del departamento.
“Al hablar de migración la mayoría de la gente tiene en el imaginario que es connaturalmente urbana, siendo en este espacio en donde se encuentran las entradas reguladas y ordenadas de migración. Pero en los espacios rurales la realidad es otra, porque muchas veces no tienen ese control migratorio y en algunos casos el acceso es por ríos o trochas inhóspitas, pasos que han sido naturalizados por las poblaciones de lado y lado de la frontera”, señala Alba Niño.
Según la directora, el cierre fronterizo ha sido una oportunidad para que la academia y las autoridades vean las diversas caras migratorias, permitiendo que los trabajadores sociales de la Universidad Simón Bolívar, sean agentes transformadores a través del uso de sus estrategias de intervención; una de ellas, la intervención social en lo rural.
Texto extraído de La Opinión, para lectura completa haz click aquí
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