Nace la generación de antioqueños con papás venezolanos

Es difícil cubrir un embarazo en Venezuela. No hay ni algodón. Las mujeres que van a dar a luz o si les van a hacer una cesárea tienen que llevar absolutamente todo y a veces no lo consiguen

En la ciudad de Cabimas, en el estado venezolano de Zulia,Erilim Nava ejercía su profesión en Seguridad industrial garantizando la protección de un grupo de obreros. Peroel pago se volvió insuficiente. “Me estaba desgastando… Dejé de trabajar porque era en vano, era trabajar por nada. No me alcanzaba para nada”, recuerda.

Motivada por un movimiento universitario, empezó a protestar en las calles. Relata que su mamá, con miedo, le advertía sobre el peligro de marchar: ‘Tienes una hija, te pueden matar, y qué, nada va a cambiar’. “Y sí. Me cansé, me cansé de aguantar sol, hacer huelga de hambre…”, dice la mujer, hoy con 29 años.

Reconoce que creyó en Hugo Chávez, pero su fe se desvaneció. “Creí en él. Vi que era bueno, que era un buen presidente… Pero fui despertando. Mis compañeros me decían: ‘Todo esto va a terminar mal’. Había un club, donde la gente se podía divertir, eso lo expropiaron, y todo se fue desmontando, derrumbando… Todo lo que agarraban lo destruían… Entonces comencé a comprender que no era bueno… Cuando Maduro, ya todo empeoró, el caos, ya lo terminó de destruir todo”.

En el 2018, su compañero sentimental Ómar José Álvarez emigró a Colombia, pero ella siguió en Zulia. Acordaron que él buscaría un empleo en Antioquia y un lugar para vivir, y le enviaría los pasajes.

Ómar perteneció a la Armada y al Ejército de Venezuela. También es oriundo de Cabimas. Conoció a Erilim en un cumpleaños. “En una fiesta de un amigo, amigo de los dos, nos conocimos”. Y recordando el flechazo, dice: “Fue algo muy… O sea, algo que no se podía cuestionar. Ahí no había vuelta atrás”. Mientras Ómar habla, parece que la mirada de Erilim se perdiera en aquella celebración.

En Cabimas, estado venezolano de Zulia, Erilim Nava y su compañero Ómar José Álvarez decidieron emigrar y resurgir en Guatapé, Antioquia. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

En Cabimas, estado venezolano de Zulia, Erilim Nava y su compañero Ómar José Álvarez decidieron emigrar y resurgir en Guatapé, Antioquia. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

Están juntos hace más de dos años, de los cuales estuvieron separados seis meses, tiempo en el que Ómar trabajó para lograr recibir a Erilim en Guatapé, Oriente antioqueño, un lugar que, para ellos, es “muy hermoso, muy sano y con gente muy amable”. “Por la forma de convivir de nosotros: ser populares, alegres; el estilo, la cultura, la moda… A ella le dicen que Karol G y a mí, Anuel”, cuenta Ómar. Y Erilim, sonrojada, asiente y suelta carcajadas.

Nueva vida

Erilim viajó a Colombia con un plan: trabajar y ahorrar para que toda su familia pudiera emigrar también a Antioquia. No olvida que en un principio sus intenciones se cumplían, cuando ya tenía un trabajo llegaba otra mejor oportunidad laboral. Pero en febrero del 2019 su nueva vida la sorprendió con la noticia de que esperaba un bebé. “Tenía que continuar… No hallaba cómo decirle a mi familia, qué iban a decir: ‘Se fue pa llá a trabajar y ayudarnos, y ahora está en embarazo’, y eso me daba más que todo como vergüenza. Pero lo acepté, seguí adelante y ya. Les tuve que contar”.

A las 25 semanas de la gestación (un poco más de seis meses) consultaron por una amenaza de aborto. Ómar relata que desde Guatapé se trasladaron al hospital San Juan de Dios, en Rionegro, y recuerda que escuchaba frases como “aborto en curso y posiblemente embarazo ectópico”.

Erilim terminó siendo remitida al Hospital General de Medellín. “Tuvo una cesárea emergente (muy urgente) y su bebé nació en condiciones bastante difíciles”, comenta la jefe de Neonatología, Carolina Jiménez. “Era muy difícil que ella sobreviviera”, recuerda la joven.

Su parto fue uno de los 605 de mujeres venezolanas que atendió el Hospital General, en el 2019.

En febrero del 2019, Erilim y Ómar José recibieron la noticia de que esperaban un bebé. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

En febrero del 2019, Erilim y Ómar José recibieron la noticia de que esperaban un bebé. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

Las gestantes de ese país llegan a Medellín buscando atención en salud, afirma Jorge Andrés Jaramillo, médico ginecobstetra del General. Cree que la elección de las migrantes se debe a que Colombia tiene “buenos servicios de salud, en particular, en nuestra ciudad”.

Carlos Mario Arias, auditor médico del área de urgencias de Ginecobstetricia del hospital, cuenta que las mamás llegan con carencias económicas, sociales, afectivas y de “la carga de enfermedad”. Y anota que se han presentado “varias” muertes perinatales: “Llegan: ‘Me dijeron que viniera, pero hace dos días no lo siento’”.

Jiménez agrega que la mayoría de ellas, al ser atendidas, cuentan que hace dos o tres días arribaron a la ciudad. Con ella coincide Marisel Tamayo, trabajadora social de la unidad Neonatal. “Muchas mamás se vienen ocho días antes de tener el bebé. Lo que esas mamás hablan de allá es lamentable, porque no tienen salud”, dice.

“Allá es difícil cubrir un embarazo. No hay ni algodón. Las mujeres que van a dar a luz o si les van a hacer una cesárea tienen que llevar absolutamente todo y a veces no lo consiguen”, revela Janeth Medina, politóloga venezolana y secretaria general de la junta directiva de Colvenz-Antioquia (Corporación Colonia Venezolana en Colombia).

Además de mejores condiciones médicas, quieren encontrar seguridad y estabilidad. “Hemos tenido mamás que se han venido porque allá son perseguidas políticamente y aquí su lucha no es solo para que se les reconozca como migrantes, sino como refugiadas”, explica Tamayo, quien se cuestiona sobre otras historias: “Unas mamás no tenían cómo suplir las necesidades básicas, pero se vienen y tienen el mismo problema porque no tienen empleo o viven del rebusque”.

“Cada día se va presentando un mayor número de venezolanos a pedir atención. Ha sido una situación que nos ha retado”, reconoció en su momento Jesús Eugenio Bustamante, gerente del General hasta el pasado 23 de enero, cuando fue destituido e inhabilitado por 11 años. “El llamado, a nuestras instituciones, es a considerar aportar más recursos en salud”, sugiere, por su parte, Jaramillo.

En el mismo sentido opina el gerente de Metrosalud, Leopoldo Giraldo. Detalla que en enero del 2019, el 18,7 % de los partos atendidos fueron de población venezolana (119 de 633 registrados), y en diciembre se alcanzó el 47,4 % (307 de 647 nacimientos). Manifiesta su preocupación por los recursos para la atención de la población migrante irregular, la cual reciben bajo una política municipal. Subraya que el Gobierno Nacional tiene el deber de ayudar.

Desarraigo con esperanza

Mía Victoria nació a las 7:35 de la noche del 19 de agosto del 2019, un día antes de que se comenzara a otorgar la nacionalidad colombiana a niños con padres venezolanos (nacidos en el país desde el 19 de agosto del 2015 y, por ahora, hasta el 20 de agosto del 2021).

Erilim visita a su hija colombiana Mía Victoria. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

Erilim visita a su hija colombiana Mía Victoria. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

“Me la reanimaron, y Dios dio aliento de vida en ella y ahora la tengo… Decidí que se iba a llamar Mía Victoria… Porque es mía”. Erilim habla sonriendo, sus labios tiemblan y su nariz se ruboriza. “Porque ella es la victoria que me ha dado Dios y veo en ella una esperanza, muchas cosas…”, continúa, y mueve su boca hacia un lado para esquivar las lágrimas, pero son inevitables. “No creo volver a vivir algo más inmenso que lo que me está sucediendo con Mía. Ella es una victoriosa”, comenta su papá.

Frente al estado de salud de las gestantes venezolanas, el equipo médico señala como situaciones frecuentes:

Sobre la condición de salud de sus bebés dicen que es común:

La neonatóloga anota que Mía Victoria sufrió todas las complicaciones que tiene una prematura extrema, como dificultad respiratoria, desnutrición, infecciones… Ómar y Erilim, ya dada de alta, se enfrentaban a la evolución médica de su hija. “Decidí quedarme en el hospital, pero me fueron a buscar porque no podía estar acá. Les dije que no tenía familia en Medellín, y me enviaron a un lugar donde dormía, me daban la comida… No me esperaba eso”.

La venezolana, con profunda gratitud, llegó a un convento. Desde allí caminaba todos los días al hospital, a donde llegaba a las 7 de la mañana y en el que permanecía hasta las 5:00 p. m. En ese tiempo comenzó a aferrarse más a Dios. Ómar había tenido que regresar a Guatapé, a trabajar. Él visitaba a Mía Victoria una vez a la semana, en su día de descanso. “Mía tiene una familia muy bonita, una mamá que es excelente”, afirma la médica.

Mayores necesidades

La trabajadora social ha conocido mamás que viven en hoteles o habitaciones y, mientras sus bebés están hospitalizados, las orienta sobre las condiciones en las que debe vivir un recién nacido. “Buscamos salidas. Casi todas las mamás van entendiendo que si ese bebé sale de un entorno hospitalario, tiene que salir a un medio que medianamente posibilite que crezca sano”.

Afirma que son familias protectoras y comprometidas, pero sin posibilidades económicas. Por ejemplo, algunas madres le han manifestado dificultades para visitar a diario a sus bebés. “Las apoyamos con auxilio de transporte, albergue… A través del voluntariado”, dice.

Como Erilim, algunas gestantes migrantes llegan al Hospital General sin tener un lugar para vivir en Medellín. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

Como Erilim, algunas gestantes migrantes llegan al Hospital General sin tener un lugar para vivir en Medellín. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

Algunas gestantes “viven en sitios del Centro donde pagan diario $5.000 o $10.000, y por cada niño les cobran $3.000”, cuenta, por su parte, la politóloga.

Agrega que “muy pocas” han llegado al Hogar Monseñor Valerio Jiménez, que pertenece a la Pastoral Social de la Arquidiócesis de Medellín. Allí, de forma transitoria, al menos durante 20 días, reciben a migrantes venezolanos y habitantes en situación de calle. A diario atienden más de 200 personas y pueden entregar hasta 380 alimentaciones.

En ese lugar, en una madrugada de abril del 2019, una gestante venezolana comenzó a sentir las contracciones de parto. “Nos comunicamos con una ambulancia, a la Línea 123, y la llevamos a una unidad hospitalaria, y pues nació un hermoso bebé”. La historia la relata Tiberio Restrepo, el coordinador del hogar. Cuenta que la mujer llegó con siete meses de gestación, y acompañada por su esposo y un hijo de 2 años. “Se les brindó el acompañamiento para que pudieran acceder al control prenatal, porque cuando llegaron no sabían cómo estaba el bebé”.

En el hogar han acogido “muchos casos de familia monoparental, compuesta por cuatro hijos y (mamá venezolana, cabeza de familia) en proceso de gestación”, precisa Restrepo.

La misma situación ha ocurrido en Colvenz-Antioquia. Allí llegan gestantes con dos y tres niños, y generalmente solteras. “Unas llegan embarazadas con bebés de brazos. Esa es una realidad que preocupa”, afirma Medina. Recuerda conversaciones con mamás que han llorado porque “no tienen nada para el bebé”, y no saben cómo y dónde nacerán sus hijos.

La politóloga advierte sobre una población de gestantes venezolanas, entre 16 y 25 años, que “vienen de vivir en una pobreza”. “Las puede ver en la calle, caminando, porque para ellas eso no es extraño, ese era como su mundo allá. Uno las ve pidiendo embarazadas. Llegan sin nada, buscando ayuda”. Aclara que las mayores necesidades son alimentos -leche para bebés-, pañales y ropa.

Sobre las gestantes hay “grandes presiones sicológicas por el desarraigo”, advierte el gerente de Metrosalud. “La gran mayoría están arrimadas en muchas partes, no tienen los recursos necesarios para la sobrevivencia; lo que está afectando mucho su estado de salud mental… Pero no tenemos diagnósticos”.

También al hospital, en general, llegan gestantes venezolanas que son multigestantes -con varios hijos- y madres a temprana edad, explica la trabajadora social. “Llegamos a tener mamás de 25 años con cinco hijos”. Como no tienen apoyo familiar porque vienen de otro país, ¿con quién dejan los niños en casa?”. Añade que, además, algunas madres tienen baja escolaridad.

Metrosalud y el Hospital General piden más recursos para atender a las gestantes venezolanas que emigran a Medellín, cuyo número va en aumento. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

Metrosalud y el Hospital General piden más recursos para atender a las gestantes venezolanas que emigran a Medellín, cuyo número va en aumento. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

Para Medina, la población venezolana más vulnerable, “con todas las necesidades básicas insatisfechas”, comenzó a llegar en enero del 2018. “Traen muchos niños, son familias que no utilizan la planificación”, dice.

Al respecto, Tamayo revela que algunas mamás han decidido conocer métodos de planificación. “Ellas dicen: ‘No teníamos métodos de planificar’. Como no tenían la manera de acceder allá, aquí para ellas es prioritario. Entienden que la situación es precaria y que sus hijos están sufriendo esas consecuencias. Hemos buscado apoyos en Profamilia y en el Comité Internacional de Rescate”.

Medina señala que “muchas, a los meses (de llegar al país), quieren regresarse. Otras vienen con su pareja, pero al mes las abandona”. Por su parte, la trabajadora social afirma: “Muchas familias, no encontrando aquí solución a sus problemas, se deciden retornar. Y cuando esos niños ya están sanos, a través de la Cruz Roja Internacional hemos logrado muchos retornos… Con la aceptación de la familia, nada que se imponga, siempre desde la reflexión, desde cómo mejorar las condiciones para recibir a esos nuevos bebés”.

Metrosalud registró 2.647 partos de mujeres venezolanas en el 2019. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

Metrosalud registró 2.647 partos de mujeres venezolanas en el 2019. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

La victoria de la vida

Finalizando septiembre, Mía Victoria ingresó al programa Madre Canguro, que le hace seguimiento al prematuro. Jiménez explica que en esta etapa el bebé tiene que cumplir unas metas de neuro desarrollo: “Tenemos que ayudarle a que haga ejercicios, a que aprenda a pegarse bien al seno, porque no tiene los reflejos completamente maduros. También es perezoso, tiende a quedarse dormido”.

Mía Victoria nació un día antes de que se comenzara a otorgar la nacionalidad colombiana a niños nacidos en el país, con padres venezolanos. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

Mía Victoria nació un día antes de que se comenzara a otorgar la nacionalidad colombiana a niños nacidos en el país, con padres venezolanos. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

Los días entre el convento y el hospital concluyeron el 27 de noviembre, cuando dieron de alta a la bebé, un gran regalo para Erilim, quien cumplía 29 años al otro día.

“Me la traje a casa y el 28 se me colocó [sic] malita otra vez. Empezó como con una asfixia, se me puso morada… Me la remitieron a la Clínica Somer (en Rionegro) y estuvo hospitalizada otra semanita más”. Un nuevo alta le regresó la tranquilidad a la familia Álvarez Nava, que ya cumplió más de dos meses con su bebé en su casa.

Hasta comienzos de febrero tuvo oxígeno permanente. Ahora, una vez a la semana, asiste al programa Familia Canguro del hospital San Juan de Dios. “Me regalaron un coral (prenda) para ella, unos pañales. Supergenial. Me han felicitado por el proceso de Mía”, relata Erilim.

El equipo médico que conoció a Erilim y a cientos de gestantes venezolanas en el General destaca en ellas la preocupación por sus bebés, el compromiso como mamás y la gratitud por la atención que reciben.

El parto de Erilim fue uno de los 605 atendidos por el Hospital General, en pacientes venezolanas, en el 2019. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

El parto de Erilim fue uno de los 605 atendidos por el Hospital General, en pacientes venezolanas, en el 2019. FOTO MARÍA DEL PILAR CAMARGO CRUZ

“Sienten agradecimiento, probablemente, porque vienen de la nada a ver todo”, dice la neonatóloga. El ginecobstetra subraya que son “muy superadas”, pues tienen actitud positiva, esperanzadora y resiliente ante todo lo que representa la emigración. “Con muy poco ofrecen mucho”, destaca la trabajadora social.

Por su lado, el coordinador del hogar apunta: “Son verracas, tenaces y empoderadas en la búsqueda de que sus hijos tengan mejores condiciones”.

Mía Victoria ya cumplió seis meses de nacida. Con plenitud, Erilim asegura: “Está gordita, está más grande, está bella. Sonriente. Con la ayuda de Dios, ella va bien. Siento que cada día ha evolucionado más por el amor, las 24 horas conmigo. Eso le ha hecho mucho bien, a ella y a mí”.

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