La segunda Bienal de Arquitectura y Urbanismo de Seúl arrancó hoy con la vista puesta en la importancia de preservar las ciudades como espacios colectivos, un planteamiento en el que tienen cabida proyectos de regeneración en las ciudades colombianas de Medellín, Bucaramanga y Rionegro.
Presentando una enorme cantidad de proyectos ejecutados en ciudades de todo el mundo, la muestra, que estará abierta hasta el 10 de noviembre, busca establecer un diálogo global para identificar métodos que contribuyan a potenciar la colectividad en las urbes en un momento en el que éstas funcionan cada vez más como entes puramente especulativos.
Lo expuesto pretende generar debate y plantear soluciones a los desafíos que encaran las ciudades contemporáneas: desde la escasez de vivienda y la expulsión de la población del centro hacia la periferia hasta la necesidad de transporte o el uso de recursos naturales y energéticos en la era de la emergencia climática.
Llama la atención que la mayoría de los trabajos exhibidos en el grandilocuente Dongdaemun Design Plaza, proyectado por la arquitecta Zaha Hadid en el centro de Seúl, tengan paradójicamente una escala muy contenida.
«Muchas veces la respuesta no es un gran megaproyecto, si no la inteligencia de entender los pequeños proyectos que logran tener efectos máximos. El mantra sería: intervenciones mínimas para efectos máximos», explica el codirector de la bienal, el arquitecto colombiano Francisco Sanin.
En esas líneas y bajo el título «Transformación de espacios colectivos: Espacios públicos, un reflejo de la democracia» los arquitectos colombianos Iván Acevedo y John Ortiz presentan una serie de intervenciones en Bucaramanga y Rionegro que han servido para rehumanizar el espacio público a través de una comunicación directa con las comunidades.
En Bucaramanga, por ejemplo, un equipo de ingenieros, arquitectos y urbanistas transformó por completo el paisaje urbano al recuperar más de 100 espacios públicos en completo estado de abandono, coplanificándolos directamente con los vecinos, empleando una gran economía de medios y trabajando con la sostenibilidad y el respeto del entorno natural como máximas.
También se exhibe el proyecto para revitalizar el centro histórico de Rionegro a través de una restauración de fachadas realizada con la participación activa de los ciudadanos.
Son ejemplos de cómo la arquitectura y el urbanismo funcionan como herramienta de transformación social y son capaces de reforzar el sentido de pertenencia de la comunidad y la confianza en lo público.
Por líneas similares transitan también las estrategias de transformación de Medellín presentadas por Alejandro Echeverri y Jorge Pérez-Jaramillo, en las que se incluye, por ejemplo, un programa de urbanismo social implementado a través de procesos colaborativos en las zonas más empobrecidas de la ciudad.
En este sentido, Sanin considera que la voluntad política por parte de la alcaldía en el caso de Medellín fue fundamental.
Ese compromiso de las autoridades acoplado a la capacidad para detectar los conflictos que aquejan a una comunidad y al conocimiento arquitectónico y urbano a nivel metodológico y estratégico, dice el codirector de la bienal, es el que es capaz de generar verdaderas transformaciones.
Con información de EFE