El gasto público de la Argentina casi se duplicó durante los gobiernos populistas de Néstor Kirchner (2003-2007) y su viuda Cristina Fernández (2007-2015), cuando el país disfrutó de un auge sin precedente gracias a los altos precios internacionales de las materias primas.
Durante los gobiernos de los Kirchner, el gasto público se disparó del 23% del PBI al 41,3%, según el Fondo Monetario Internacional. Pero Macri heredó un país en bancarrota. Y en lugar de alertar inmediatamente al mundo sobre lo mal que estaban las cosas y hacer reformas drásticas de inmediato, optó por lo que sus asesores llamaron un enfoque «gradualista».
Por la impresión que me dio en una entrevista, Macri temía que un recorte repentino en los subsidios sociales provocara disturbios e hiciera que el país fuera ingobernable. Apostó a que la economía mundial lo ayudaría a atraer inversiones, pero varios eventos (el aumento de las tasas de interés de Estados Unidos, una grave sequía, la recesión económica en Brasil y la crisis turca de 2018, que perjudicó a los mercados emergentes) frustraron sus expectativas.
Según un estudio del Banco Mundial de 2018, la Argentina es el país del mundo que ha tenido más recesiones desde 1950 después de la República Democrática del Congo. Durante ese período, la Argentina ha tenido 14 recesiones, lo que significa que ha vivido en recesión durante aproximadamente un tercio del tiempo.
Como legado de los gobiernos de Kirchner, la Argentina ahora tiene solo nueve millones de trabajadores del sector privado que están pagando por un total de 15,3 millones de empleados gubernamentales y pensionados. En comparación, Chile tiene nueve millones de trabajadores del sector privado que están pagando por un total combinado de nueve millones de trabajadores y jubilados del gobierno, una proporción de uno a uno.
No es casualidad que Chile, Perú, Corea del Sur y muchos otros países que atrajeron inversiones con un clima de negocios más amigable al sector privado lograron reducir la pobreza mucho más que la Argentina.
¿Qué pasará ahora? Quizá tratando de ponerle buena cara al mal tiempo, algunos economistas están poniendo sus esperanzas en que Alberto Fernández sería más moderado que Cristina Fernández. Alberto Fernández es, de hecho, más pragmático que Cristina Fernández, y su buen resultado el domingo podría darle una mayor influencia dentro de su partido.
Pero el hecho es que fue elegido a dedo como candidato presidencial por Cristina Fernández. Es ella quien controla el partido y quien tendría un poder formidable si la fórmula Fernández-Fernández ganara en octubre. El chiste sobre lo que encuentra un viajero si regresa a la Argentina después de una semana o después de 30 años es muy cierto. Todo ha cambiado y nada ha cambiado.
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