Estos días fueron de un amenazante rugido del león rojo que dijo se comería, de un bocado a la Asamblea Nacional, así sin más, de una sola mordida, colmillos al aire. Sin embargo, la sensatez del domador que mantiene a la fiera enjaulada, desde hace meses, tensó el collar e hizo sonar el látigo y al león se le cayó la melena, que era postiza, se echó y, casi ronroneando, volvió a violar la Constitución, que implicó la ratificación del allanamiento de la inmunidad parlamentaria a 3 diputados que ya habían sido atacados antes.
Nada de adelanto de elecciones, nada de disolución del parlamento, solo un nuevo amague en el que se escuchó la sorna en expresiones como: No los vamos a barrer, ¿yo dije eso?, ¡me entendieron mal!, pero ¡ojo!, los estoy analizando para decidir más adelante qué haré con ustedes, es posible, para medir las reacciones externas pero sobre todo las internas.
Lo único que parece quedar claro de las amenazas lanzadas hace horas y que indican que en cualquier momento pudiera el régimen tomar alguna decisión, que nuevamente atente contra el país, es que están dispuestos siempre ha hacerlo para salvar cada uno su individualidad.
Por lo demás, pareciera que se les acabó el país, porque ni los gritos del antiimperialismo, el embargo y la crisis que se acentuará, han sido suficientes para el pueblo venezolano volteé a verlos. La indiferencia ha sido total y lo es porque se perdió la confianza en quien lo tuvo todo y no le dio nada al país, o si, sufrimiento.
Desde Miraflores aceleraron a fondo, algo o alguien les advirtió, alarmado, la locura y pegó un frenazo que pegó a todos contra el parabrisas. Perdieron la oportunidad del silencio estratégico y la de hablar en el diálogo. Sólo le quedan ahora algunos viejos miedos que se deshilachan rápidamente, y las estrategias que no se discuten en el circo local, sino en las enormes carpas de Washington y Pekín, con algún llamado de la carpa rusa.
A la Asamblea Nacional, con decisiones acertadas incluidas, le falta la calle, para que la discusión en las carpas externas agarre al país con la certeza de que su destino es propio y no de otros.