
EL VENEZOLANO COLOMBIA
La primera jornada del cónclave que busca designar al sucesor del papa Francisco concluyó sin nombre ni rostro para el nuevo pontífice. En medio del solemne ceremonial y la expectativa global, los cardenales reunidos en el Vaticano sellaron la Capilla Sixtina tras una misa cargada de simbolismo.
Aunque no hubo elección, el día estuvo marcado por gestos, silencios y una esperanza contenida que no cesa.
Una homilía sin nombres, pero con dirección
La eucaristía “Pro Eligendo Romano Pontifice” abrió oficialmente el proceso. Presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, la ceremonia fue sobria y poderosa. Sin mencionar directamente al papa Francisco, el purpurado de 91 años exhortó a los presentes a dejar de lado intereses personales y confiar en la guía del Espíritu Santo.
En palabras de Re, la elección no es mera transición administrativa, sino una continuidad espiritual con la figura de Pedro, el primer pontífice. Con tono firme, recordó que este momento exige un liderazgo capaz de responder a una sociedad compleja, donde la tecnología avanza, pero la fe parece desvanecerse.
Ingreso solemne a la historia
Tras la misa en San Pedro, los 133 cardenales electores se trasladaron en procesión hacia la Capilla Sixtina, precedidos por letanías antiguas que envolvieron el momento en un halo sagrado. La escena fue seguida con atención desde la plaza y las transmisiones oficiales, donde miles de fieles y curiosos aguardaban cada paso del protocolo.
Ya en el recinto sagrado, cada cardenal juró guardar secreto absoluto sobre lo que sucediera tras los muros. La expresión “Extra omnes” marcó el cierre definitivo: todos los ajenos debían salir. El mundo exterior quedó excluido, entregado a la espera.
Expectativa, vigilia y decepción esperada
Desde ese instante, el Vaticano entró en su tiempo propio. Afuera, las multitudes se mantenían en la Plaza de San Pedro y la Vía de la Conciliación. Las miradas estaban fijas en una simple chimenea, cuyo humo marcaría el rumbo del catolicismo.
A las 9:00 p.m., la señal fue inconfundible: humo negro. No hubo consenso. La reacción fue de resignación tranquila; nadie esperaba una elección inmediata. La multitud se dispersó sin escándalo, sabiendo que la jornada siguiente podría traer una respuesta más definitiva.
Un ritual que desafía la inmediatez
En un mundo habituado a la rapidez, el cónclave impone una lógica distinta: la del discernimiento profundo. La primera votación no ofreció un nuevo Papa, pero dejó claro que la Iglesia no tiene prisa cuando se trata de escuchar la voluntad divina. Por ahora, continúa la espera, mientras millones siguen con fe cada señal que emerja de la chimenea vaticana.