El problema a resolver | Por Omar Barboza

➥ El autor es político venezolano y diputado a la Asamblea Nacional por el estado Zulia

En medio de una situación tan compleja como la que vive la sociedad venezolana, para definir una estrategia, un rumbo, que nos unifique a todos los que queremos un cambio político como solución de fondo a la grave crisis nacional, es necesario estar de acuerdo en cuál es el problema fundamental que debemos resolver para conquistar la posibilidad de que Venezuela retome el camino de desarrollo en paz y con libertad.

 Consideramos que la precondición para lograrlo, es el cese de la usurpación, la salida de Maduro, por la vía constitucional que sea posible, sin que la discusión de la vía nos divida y que el objetivo nos unifique.

 En nuestra opinión la ruta que debemos poner en práctica de inmediato y que no se opone a ninguna otra, es la de la resistencia democrática a todos los niveles, la de la protesta social permanente por la destrucción de la calidad de vida, la de concientizar a la nación de que la causa principal de la crisis general incluyendo la del sector salud, es la corrupción sin límites de los líderes del régimen y sus testaferros, que la gente esté clara de la verdad, que sus problemas no se resuelven y se agravan porque el dinero público con el cual han debido resolverse  se lo robaron, y que para que haya posibilidades de resolverlos hay que salir de los responsables de eso, encabezados por Nicolás Maduro.

Si estamos de acuerdo con lo anterior, deberíamos todos unificarnos por encima de cualquier diferencia táctica, y utilizar la bandera nacional como el  símbolo que nos una a todos por la libertad y el progreso de la nación venezolana.

Fijada la posición anterior, para analizar como útil o no, cualquier planteamiento coyuntural, debemos preguntarnos si sirve para lograr nuestro objetivo central o más bien lo puede obstaculizar.

Es con esa óptica que debemos analizar si participar en la farsa electoral convocada por el régimen, ayuda a lograr el cambio que queremos, o ayuda al régimen para atornillarse en la usurpación del poder.

  Mi experiencia activa en estos 21 años del llamado Socialismo del Siglo XXI, me dicen que hasta las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre  del 2.015 en Venezuela, a pesar de todo el ventajismo y las irregularidades que ocurrieron, era posible derrotar el régimen electoralmente.

A partir de allí, decidieron desconocer la voluntad popular, y por eso Diosdado Cabello extiende las sesiones de la Asamblea Nacional hasta finales de diciembre de ese año, conocidos los resultados del 6 del mismo mes, para designar unos cuantos magistrados exprés con la misión de desconocer los resultados del 6 de diciembre de ese año, empezando por anular abiertamente a los 3 diputados de Amazonas, y luego inventaron la figura del desacato para impedir que la Asamblea Nacional pudiera ejercer con efectividad sus atribuciones constitucionales, especialmente para impedirle que ejerciera la atribución del control sobre el Gobierno y la Administración Publica Nacional de conformidad con el Articulo 187.3 de la Constitución Nacional, porque ello pondría al descubierto el saqueo a los dineros públicos, todas las violaciones a los derechos humanos, y la aplicación de Decretos Leyes inconstitucionales para imponer un régimen totalitario.

Cuando desde el 10 de Enero de 2.019, Nicolás Maduro usurpa el poder teniendo como excusa el fraude electoral del 20 de mayo de 2.018, desconocido por la mayoría del pueblo venezolano que no participo en ese fraude, por la Asamblea Nacional en Acuerdo del 22 de mayo de 2.018, y por la Comunidad Internacional democrática, debería ser otra muestra contundente para aquellos que de buena fe piensan que en unas elecciones organizadas por el régimen hay posibilidades de participar y que ganando se respete la voluntad popular.

Todo lo cual nos trae al análisis de si participar en esta farsa electoral de parlamentarias convocadas por el régimen pudiera ser un avance en el propósito de hacer cesar la usurpación que se ejerce sobre el poder nacional. Es decir, que nos olvidemos de que las Presidenciales libres no se han hecho, que consideramos que con un árbitro electoral designado por el régimen a su gusto hay la posibilidad de ganar y se respeten los resultados.

Que ahora no hay riesgo de que pase lo que le hicieron a Andrés Velásquez. Tendríamos que llegar también a la conclusión que para los demócratas no es importante que se respete el Estado de Derecho, y por eso no importa que además de violar la Constitución para designar a un CNE controlado por el régimen, que se viole el 186 constitucional para designar por métodos inexplicables 110 diputados más, que los indígenas no puedan elegir directamente a sus representantes, no importa tampoco que se viole el 298 constitucional según el cual la ley que regule los procesos electorales no podrá modificarse en forma alguna en los seis meses anteriores al día de la elección.

Ni tampoco importa que el Ministro de la Defensa que dirigirá el Plan Republica diga públicamente que mientras el este en esa posición la oposición nunca ganara. No importa entonces que hayan asaltado a varios partidos políticos democráticos. Si llegamos a esas conclusiones y los opositores de verdad, los que queremos el cambio, vamos a consolidar esa farsa, que solo serviría para atornillar a Maduro e instalar una Asamblea Nacional tan ilegitima como la Constituyente. Si hiciéramos eso,  el 6 de diciembre de 2.020 seria declarado día de fiesta nacional de los Alacranes.

Pero la inmensa mayoría conformada por los demócratas verdaderos de Venezuela estamos dispuestos a convertirnos en aguafiestas de los cómplices tarifados de régimen, la dignidad del pueblo venezolano no va a permitir esa entrega de los principios que nos inspiran para luchar.

 Nosotros somos demócratas, pero queremos votar para elegir, para que se respete el voto, y parte esencial de nuestra lucha es lograr una elección Presidencial libre, justa, de resultados verificables, con observación internacional calificada. Creemos en el voto como la mejor vía para la solución de las diferencias  de manera civilizada, por eso tenemos el primer deber de luchar porque el voto no se utilice de manera engañosa para que en vez de servir para que el pueblo ejerza sus derechos, sirva como  se pretende, para negarle el derecho al pueblo venezolano de impulsar el cambio político ejerciendo el derecho al voto libre y con todas las condiciones que garanticen el respeto a la voluntad popular.

Participar en una elección amañada, no es votar, es hacerse cómplice de la farsa, o del totalitarismo, como sucede en Cuba donde regularmente se aparentan elecciones, pero los resultados se conocen antes de que ocurran.

 Siempre es posible, que demócratas de buena fe, piensen que lo mejor es participar, que algo se puede lograr porque se moviliza y se concientiza la gente sobre lo que está pasando, pero considero que quienes así piensan además de convertirse en cómplices inconscientes de la farsa, conducen a quienes le sigan a una nueva frustración en un proceso donde el resultado está cantado, y si esos resultados son avalados por alguna participación importante, lo que lograran es darle un barniz de legitimidad al régimen que necesitamos sustituir para poder superar la crisis que está padeciendo el pueblo venezolano.

Es posible también que muchos sean víctimas de la campaña en favor de la desesperanza que ha producido el régimen, y que inconscientemente hayan llegado a la conclusión de que no hay posibilidad de salir de esto, y por eso lo mejor es evitar la confrontación. Es decir, hace falta que a esos compatriotas los liberemos de los efectos psicológicos de lo que se conoce como el Síndrome de Estocolmo, quieren tener buenas relaciones con el secuestrador de Venezuela para que no se meta con ellos.

A quienes les decimos, los regímenes totalitarios se meten con todos aunque algunos piensen lo contrario porque se portan bien y evitan la confrontación. La única manera de que no se metan con todos es sacándolos del poder, es el cambio político.

Todos los sectores que tenemos alguna responsabilidad en la sociedad tenemos el compromiso de decir la verdad como la mejor vía para concientizar al pueblo venezolano de lo que está ocurriendo, y en consecuencia, este preparado para que todos unidos resistamos democráticamente hasta lograr el cese de la usurpación. Crear la duda de que es posible que participando en una farsa se puede lograr el cambio, no es decir la verdad.

Los católicos tenemos como lección moral permanente que por decir la verdad murió crucificado nuestro señor Jesucristo. Por decir la verdad está preso Juan Requesens, y otros compañeros de lucha que hoy llegan a unos 350 entre civiles y militares, tenemos diputados y dirigentes en el exilio, allanamientos arbitrarios de la inmunidad, líderes exiliados y los demócratas en general perseguidos. Por defender la libertad diciendo la verdad han muerto muchos jóvenes en la calle. Tenemos el compromiso ético y político de hacer lo necesario para que cese la usurpación, para que esos sacrificios no sean en vano, y evitar que gente de buena fe se deje iluminar por espejismos que no los llevaran sino a mucha frustración.

 No debemos perder el foco de cuál es el problema a resolver y cuál es la manera de solucionarlo, no es otro que salir de la usurpación, y para ello la vía es la Unidad de todos los que estamos de acuerdo en eso por encima de intereses políticos, sectoriales o personales. 

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