
Exportar productos alimenticios a mercados internacionales no solo implica tener una oferta de calidad, sino también cumplir con una serie de requisitos sanitarios, técnicos y regulatorios exigidos por los países de destino. Entre estos requisitos, las buenas prácticas de manufactura (BPM)son la base sobre la cual se construyen los sistemas de gestión de inocuidad alimentaria. Cumplir con ellas es el primer paso para acceder a certificaciones reconocidas globalmente como HACCP, ISO 22000, FSSC 22000, entre otras. Estas certificaciones no solo garantizan la seguridad del producto, sino que también aumentan la confianza del consumidor y mejoran la competitividad en el mercado global.
A continuación, exploraremos las certificaciones más relevantes para las empresas de alimentos que desean exportar con éxito, detallando sus características, beneficios y cómo se relacionan con las BPM.
La importancia de las certificaciones en el comercio internacional
El mercado alimentario global es altamente competitivo y regulado. Los países y bloques económicos como la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, Japón y otros, exigen que los productos alimenticios importados cumplan con estrictos estándares de seguridad alimentaria. Por eso, contar con certificaciones internacionales es mucho más que un requisito técnico: es una herramienta estratégica para abrir mercados, fidelizar clientes y posicionarse como un proveedor confiable.
Estas certificaciones validan que una empresa ha implementado sistemas rigurosos para garantizar la inocuidad, trazabilidad y calidad de sus productos. Además, permiten a las empresas adaptarse a las exigencias de los compradores internacionales y responder rápidamente ante cualquier crisis o retiro de producto, gracias a procesos documentados y controles efectivos.
Buenas prácticas de manufactura (BPM): el pilar fundamental
Las buenas prácticas son un conjunto de normas y procedimientos diseñados para asegurar que los productos alimenticios se elaboren en condiciones higiénicas y bajo estándares controlados que eviten la contaminación y garanticen la calidad del alimento.
Este conjunto de prácticas abarca aspectos como:
- Limpieza y desinfección de instalaciones
- Control de plagas
- Higiene del personal
- Almacenamiento adecuado de materias primas e insumos
- Manejo y disposición de residuos
- Control de procesos y equipos
Las BPM son, en esencia, la base indispensable para cumplir con los estándares de calidad requeridos a nivel internacional. Cualquier empresa que aspire a obtener certificaciones como HACCP o ISO 22000 debe primero demostrar que cumple con estas prácticas. De hecho, en muchos países, las BPM son un requisito legal obligatorio, incluso para el mercado interno.
HACCP: análisis de peligros y puntos críticos de control
El sistema HACCP (Hazard Analysis and Critical Control Points) es una metodología preventiva enfocada en identificar, evaluar y controlar los peligros significativos para la inocuidad de los alimentos.
Este sistema se basa en siete principios:
- Realizar un análisis de peligros
- Identificar los puntos críticos de control (PCC)
- Establecer límites críticos para cada PCC
- Establecer procedimientos de monitoreo
- Establecer acciones correctivas
- Establecer procedimientos de verificación
- Establecer un sistema de documentación
HACCP es reconocido internacionalmente y exigido por múltiples gobiernos como condición para importar productos alimenticios. Aunque no es una certificación en sí misma (salvo cuando se audita bajo normas privadas), muchas certificadoras ofrecen esquemas de certificación basados en HACCP, que facilitan el acceso a mercados como Estados Unidos (bajo el marco de la FDA) y la Unión Europea.
ISO 22000: sistema de gestión de inocuidad alimentaria
La norma ISO 22000 es un estándar internacional desarrollado por la Organización Internacional de Normalización (ISO), que especifica los requisitos para un sistema de gestión de inocuidad alimentaria. Combina elementos clave de ISO 9001 (gestión de calidad) y HACCP, y se puede aplicar a cualquier organización en la cadena alimentaria, desde productores primarios hasta distribuidores y minoristas.
ISO 22000 requiere que la empresa:
- Implemente un sistema eficaz de comunicación interna y externa
- Realice un análisis de peligros exhaustivo
- Desarrolle programas de prerrequisitos (como las BPM)
- Diseñe planes de control basados en HACCP
- Evalúe y mejore continuamente su sistema
Contar con esta certificación no solo mejora la gestión interna, sino que ofrece una ventaja competitiva significativa al demostrar el compromiso de la empresa con la seguridad alimentaria en toda la cadena de suministro.
FSSC 22000: reconocimiento GFSI
La FSSC 22000 (Food Safety System Certification) es una certificación reconocida por la Iniciativa Global de Seguridad Alimentaria (GFSI, por sus siglas en inglés). Esta iniciativa agrupa a los principales minoristas y empresas de alimentos del mundo, quienes aceptan solo proveedores certificados bajo normas reconocidas por GFSI.
FSSC 22000 se basa en ISO 22000, pero añade requisitos específicos adicionales (como programas de prerrequisitos más detallados y control de fraudes alimentarios), lo que la convierte en una opción robusta para empresas que buscan destacarse en los mercados más exigentes.
BRCGS, IFS y SQF: otras certificaciones con amplia aceptación
Además de ISO y FSSC, existen otras certificaciones ampliamente reconocidas, especialmente en Europa y América del Norte:
- BRCGS (British Retail Consortium Global Standard): Muy valorada por cadenas de supermercados del Reino Unido y Europa.
- IFS (International Featured Standards): Requiere una fuerte documentación y control del sistema, con especial énfasis en la calidad y la inocuidad.
- SQF (Safe Quality Food): Muy utilizada en América y Asia, y reconocida por GFSI. Se enfoca tanto en seguridad alimentaria como en la calidad del producto.
Estas certificaciones son particularmente útiles cuando se quiere ingresar como proveedor de grandes cadenas de supermercados o distribuidores internacionales.
¿Cómo comenzar el camino hacia la certificación?
Para una empresa de alimentos que busca exportar, el primer paso es asegurarse de cumplir con las buenas prácticas de manufactura (BPM) y formalizar sus procesos internos. A partir de ahí, se recomienda:
- Evaluar el mercado objetivo: Identificar qué certificaciones son exigidas o preferidas en los países destino.
- Seleccionar la certificación adecuada: Dependiendo del producto, la cadena de suministro y los requisitos del cliente.
- Capacitar al personal: Fundamental para implementar y mantener los estándares.
- Documentar los procesos: La trazabilidad y la documentación son pilares clave de cualquier sistema de gestión.
- Auditoría previa (gap analysis): Para detectar debilidades antes de la auditoría de certificación.
- Elegir una entidad certificadora reconocida: Preferentemente acreditada y con experiencia en el sector.
Exportar productos alimenticios exitosamente no es una tarea improvisada. Requiere compromiso, inversión y, sobre todo, el cumplimiento estricto de normas que garanticen la inocuidad y calidad del alimento. Las buenas prácticas de manufactura (BPM) son el cimiento sobre el cual se edifican todos los sistemas de certificación. Desde HACCP hasta FSSC 22000, todas parten de ese principio básico: producir alimentos seguros, trazables y confiables.
Al conocer y aplicar estas certificaciones, las empresas no solo cumplen con los requisitos legales de los mercados internacionales, sino que también fortalecen su reputación, amplían sus oportunidades comerciales y consolidan su presencia en un entorno global cada vez más exigente.