En la bulliciosa ciudad de Caracas, el 28 de julio comienza con un aire de expectativa y esperanza. Las calles están llenas de personas que se dirigen a los centros de votación, cada una con su propio conjunto de sueños y aspiraciones para el futuro de Venezuela. Andrés, un joven universitario, camina hacia el centro de votación con su madre, Clara.
Han vivido la última década bajo el régimen de Nicolás Maduro, sintiendo el peso de un entorno que ha erosionado a la clase media y forzado a muchos de sus amigos y familiares a emigrar. Mientras caminan, Clara reflexiona en voz alta: “Hoy, más que nunca, debemos pensar en todo lo que ha sucedido en nuestro entorno, en todo lo que hemos sufrido con el chavismo y más concretamente los últimos 10 años.
Con nuestro voto, con el de todos los venezolanos, recuperaremos nuestra patria. Está en nuestras manos, en las de nadie más, que esta realidad cambie».
Por otro lado, en otro rincón de la ciudad, María Corina Machado y Edmundo González Urrutia se preparan para una conferencia de prensa. Su mensaje es claro. Hablan de la capacidad que tenemos de dejar atrás el socialismo del siglo XXI.
De liberarnos de la negatividad y rodearnos de inspiración y unidad. Sus palabras resuenan en Julia, una joven madre que escucha el discurso mientras desayuna con sus hijos. Ella siente un nuevo despertar. Por primera vez en muchos años cree en que Venezuela dará este 28 de julio el salto a la construcción de un futuro libre y próspero.
Los centros de votación están llenos de gente enfocada en su misión. Carlos, un testigo, se siente entusiasmado por la atmósfera de determinación a su alrededor. «La atención energiza, mientras que la intención transforma», piensa mientras orienta a los votantes que le solicitan alguna información. Las conversaciones dejan claro que nadie duda, todos están convencidos de que es el día de la victoria que abrirá las puertas a la prosperidad, al bienestar, al reencuentro…
Al caer la noche, los venezolanos están vigilantes. Se dirigen a sus centros para conocer de primera mano los resultados. No están dispuestos a aceptar ningún fraude. En un pequeño apartamento, Ana visualiza un triunfo electoral rotundo, el reconocimiento del resultado por parte de Maduro y celebraciones en todo el país.
En paralelo, Pedro, un joven emprendedor, asiste a una reunión comunitaria. Un sacerdote habla de la importancia de vivir llenos de amor, alegría, salud y abundancia. «Este reconocimiento es esencial para construir una sociedad donde todos podamos prosperar», dice mientras los oyentes asienten con la cabeza. “Hoy comenzamos a trabajar por un mejor mañana”, dice una mujer y todos aplauden”.
Finalmente, de regreso en su hogar, Andrés y Clara se sientan a cenar, reflexionando sobre el día. «Esperar y aceptar lo mejor en nuestras vidas es una actitud que debe ser abrazada por toda la nación», dice Clara. Ambos están convencidos de que es el momento de reconocer su propio valor y potencial para transformar su realidad.
Esa noche, mientras el país espera los resultados, todos comparten un pensamiento central: El 28 de julio no solo elegimos un nuevo presidente; es una llamada a la acción para que cada ciudadano tome el control de su destino. Es el momento de abrazar el potencial de ser, hacer y tener lo que soñamos: una Venezuela libre, democrática y próspera donde todos tenemos cabida.