Una buena historia para contar: Colombianos y venezolanos impulsan el reciclaje en Barranquilla

◉ Muy temprano en la mañana, María Ollarve sale a caminar por las calles de Barranquilla, bajo el sol abrasador del caribe colombiano, en busca de materiales para reciclar. Paso a paso, la carga en su carreta se hace cada vez más pesada: pedazos de cobre, plástico, vidrio, cartón... Lo que para muchos es basura, para María se ha convertido en su fuente de ingresos

EL VENEZOLANO COLOMBIA | ACNUR

El esfuerzo vale la pena. Al finalizar la jornada, María podrá vender algunos de estos materiales y conseguirá el dinero para contribuir en pagar el arriendo o comprar un mercado para ella y su familia. En la mañana siguiente volverá a madrugar para empezar otra extenuante jornada.

Desde que tuvo que salir de Maracaibo, Venezuela, en 2018, María atravesó muchas situaciones complejas en busca de un sustento para ella, su abuela, sus hermanos, sobrinos e hija.

En 2018, cuando llegó al asentamiento humano informal Brisas del Río en el suroriente de Barranquilla, se percató de que el reciclaje podría brindarle medios de vida y empezó a aprender por su cuenta, recogiendo materiales y separándolos en el patio trasero de su casa. Con el tiempo, toda su familia también se involucró en esta actividad.

“Mi hermana, mi hermano, mi mamá, todos andamos desde hace tres años en el reciclaje. Vimos que es una opción para vivir y además contribuir al medioambiente. Es mucho trabajo porque hay que salir a buscar materiales y porque la gente por lo general no separa las basuras, sino que mete todo en la misma bolsa. Nosotros hemos aprendido mucho y hemos recibido las capacitaciones de Pastoral Social (Socio de ACNUR) para mejorar nuestros procesos. El reciclaje es nuestra manera de sostenernos ahora”, dice.

Como María, muchos habitantes de este asentamiento, a donde han llegado miles de personas refugiadas y migrantes provenientes de Venezuela, desplazadas internas, así como colombianos retornados, se han convertido en recuperadores ambientales y realizan una labor doblemente beneficiosa: para ellos, significa una opción para el sustento de sus familias; para la ciudad, es un aporte al cuidado del medioambiente y del espacio público.

Carmelina Cantillo, una colombiana oriunda de Guacamayal, en el departamento del Magdalena, llegó hace más de quince años a Brisas del Río y ha sido testigo del crecimiento de la población de este asentamiento, y de las posibilidades que se han abierto con la llegada de personas procedentes de otras partes de Colombia y de Venezuela.

Carmelina Cantillo separando los insumos de reciclaje que recuperó durante el día.

Carmelina Cantillo separando los insumos de reciclaje que recuperó durante el día.

© ACNUR/Daniel Salgar

“Yo fui una de las primeras en llegar acá, cuando las casas eran apenas unas tablas. He visto cómo ha llegado mucha gente que tuvo que salir de pueblos de Colombia por causa de la violencia. En los últimos años, también han venido muchos desde Venezuela, incluida parte de mi familia desde Caracas. Aquí les alquilan piezas y empiezan a buscarse la vida. La integración ha sido buena, entre todos nos ayudamos. Yo hasta aprendí a hacer hallacas, pollo a la naranja, la cocina se enriqueció porque la cocina venezolana es muy rica y cuando hay que reciclar, ahí estamos todos aprendiendo”, asegura Carmelina.

Brisas del Río es, como muchos otros asentamientos humanos informales en Barranquilla y Colombia, un lugar de calles polvorientas y casas improvisadas, donde los habitantes han tenido que vivir un largo proceso para tener acceso a derechos y servicios básicos como el agua, la electricidad, el alcantarillado, las vías de acceso, el transporte, la salud y la educación.

A pesar de los esfuerzos por parte de los habitantes y la institucionalidad, Brisas del Río, entre otras comunidades del suroriente de Barranquilla, todavía enfrentan grandes retos en cuanto al mejoramiento de las condiciones de vida de sus más de 300.000 habitantes.

Mariangela Pistilli y Miriangeliz en una jornada de reciclaje.

Mariangela Pistilli y Miriangeliz en una jornada de reciclaje.

© ACNUR/Daniel Salgar

Desde 2019, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha priorizado intervenciones en el suroriente de Barranquilla incluyendo, entre otras acciones, dignificar la labor de los recuperadores ambientales, con el apoyo de su socio Pastoral Social Caritas Barranquilla y las contribuciones de la Agencia Italiana para Cooperación y el Desarrollo (AICS).

De acuerdo con Irene van Rij, jefa de la Suboficina Región Caribe de ACNUR, “con la Pastoral Social en Barranquilla llevamos 4 años trabajando en el suroccidente, generando, entre otras acciones, un espacio protector para más de 300 niños, incluidos los hijos de los recuperadores ambientales con quienes trabajamos”.

En el marco de este proyecto, 45 recuperadores ambientales han recibido formación y material de protección para cumplir con su labor sin ponerse en riesgo desde el 2022.

Hoy María, Carmelina, Mariangela y muchos otros recuperadores ambientales trabajan cada vez en mejores condiciones, son más conscientes del impacto beneficioso de su labor y se sienten orgullosos de lo que hacen.

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