Hace algunos años, cuando se desató una tan masiva cuan despavorida diáspora de la población africana que orientó proa hacia Europa y el drenaje de la población latinoamericana que desembocaba en los Estados Unidos de América no tenía contención, crecía el número de muertos y desaparecidos en desiertos y mares, el venezolano aún no había comenzado a huir del desempleo y la inseguridad, escribí sobre el asunto.
Antes, como ahora, el origen de esa tragedia estaba en la explotación desmedida de la materia prima, escondidas en las entrañas y a flor de la superficie terrestre, en los países asentados en ambos espacios geográficos.
Venezuela había comenzado a superar esa situación a partir de 1936 cuando, junto con una incipiente apertura política se permitió el funcionamiento de los partidos, de sindicatos de trabajadores del comercio, la industria y de los campesinos asalariados en la producción agropecuaria. Pero junto con iniciarse el Siglo XXI, el desarrollo económico social que avanzaba con paso firme y seguro, empezó a detenerse.
La concepción ideológica de quienes comenzaban a gobernar era contraria al desarrollo que, con acento social, avanzó hasta cuando en 1999 comenzó a ser implantado el Social comunismo del Siglo XXI; modelo de desarrollo social, político-económico, más útil para la dominación totalitaria que para dar de comer y satisfacer las necesidades de la sociedad.
Desde siempre y hasta 1998 Venezuela había sido país receptor de contingentes migratorios, ríos humanos que huían de guerras y hambrunas. Pero finalizando el Siglo XX se produjo un cabio radical, un histórico aborto social, la mayoría de los ciudadanos votaron por un teniente-coronel; un paracaidista que soliviantó un importante número de oficiales con mando de tropa y los lanzó al asalto de los poderes constitucionalmente establecidos, siendo derrotado.
Aunque esa es una vieja historia, menester es repetirla. En ella se encuentra la nuez de la tragedia que hoy vivimos.
Tenía que ser desastroso, como en efecto lo es, el modelo de desarrollo impuesto por Hugo Chávez con el malhadado “invento” del Socialismo del Siglo XXI, inspirado en el legado político-económico marxista y su aplicación, implementada a machaca martillo por Vladimir Ilich Lenin, profundizada a extremos de criminalidad por Iosef Stalin, Mao Zedon y Fidel Castro.
Un modelo, cuya aplicación y resultados prácticos han sido la expropiación o confiscación de parques industriales y fundos agrícolas, con resultados similares a los obtenidos en cuanto país ha tenido la desgracia de ser gobernados por “feligreses” del culto pagano marxista-leninista: ruina generalizada de la producción agropecuaria, contracción a niveles de quiebra de la actividad industrial, desempleo subvencionado por el Estado, dramático descenso del ingreso familiar y caída libre de las operaciones comerciales, con énfasis en los establecimientos proveedores de alimentos.
El mayor desastre fabricado por el gobierno socialcomunista del Siglo XXI, es haber retrotraído al venezolano a épocas de la que sólo tenía referencia histórica, y hacer pagar la inviabilidad de su modelo a la clase media proletarizada y al hambreado proletario que habita en las covachas de los barrios marginales.
Ante la posibilidad real de ser definitivamente engullido por la miseria, estimulados por ñángaras de todo pelo y condición, así como para su satisfacción y prueba de la eficacia criminal política de despoblamiento, entre 15 y 20 millones de venezolanos han escapado de la inseguridad y el hambre; dispuesto a correr cualquier riesgo, aun el de perder la vida. Los prohijaron la descomunal estampida de población, seguramente calcularon que la drástica merma del número de habitantes, redundaría en beneficio de las finanzas públicas.
La inhumana reducción de la inversión en rubros tan sensibles como la asistencia social y la educación, los estimuló para echar a un lado escrúpulos pequeños burgueses. Debieron prorratear el superávit presupuestario en beneficio ¿de qué o de quién? Sólo ellos lo saben.
Lo que todos sabemos es que la capacidad de acogida de los países hermanos está saturada, que los iniciales contingentes que hollaron los caminos hacia el Sur, cambiaron el rumbo. Marcaron proa al Norte y toparon en El Darién. Trocha selvática, poblaba de fieras y alimañas, de malvivientes custodios del hábitat de los demonios del inframundo. De allí que no sea saludable acudir a una cita por esos andurriales.
Por allí no se va a Sabana Grande y su Gran Café, se va al infierno y al encuentro con la pelona que aguarda guadaña en mano. Y por allí quedan esparcidos los cadáveres de venezolanos, víctimas de la vesania del Socialismo del Siglo XXI.